miércoles, 26 de septiembre de 2012

LOS APÓSTOLES (II)


PEDRO, LA PIEDRA SOBRE LA QUE SE EDIFICA LA IGLESIA
 
15] Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» [16] Pedro contestó: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». [17] Jesús le replicó: «Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los Cielos. [18] Y ahora yo te digo: Tú eres Pedro (o sea Piedra), y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; los poderes de la muerte jamás la podrán vencer.
(Mt 16, 15-18)

Pedro figura en primer lugar en todas las enumeraciones de Apóstoles que aparecen en el Nuevo Testamento, y tiene entre los Doce, un lugar absolutamente singular, siendo protagonista de numerosos episodios en el Evangelio.

Por ello, tenemos abundantes datos acerca del Príncipe de los Apóstoles; y a los que figuran en los Evangelios, los Hechos y las Cartas apostólicas, hay que sumar, asimismo, los que nos dan la tradición y la leyenda, que han aportado lo suyo para dar como resultado una abundante y variada iconografía.

Con una constancia notable desde el siglo IV, a Pedro se lo representa macizo, con rasgos rudos, llevando barba corta y tupida y el pelo ensortijado, y en ocasiones una clásica "tonsura". Algunos autores piensan que semejante unanimidad iconográfica tienen sus raíces en el testimonio de alguien que conoció personalmente al apóstol.

Pedro, con su hermano Andrés y los hijos de Zebedeo, era pescador en Betsaida de Galilea. Debido a esa condición, se lo suele representar en tal oficio. También se lo representa en la pesca milagrosa después de la resurrección (Jn. 21, 1-14). Se lo invoca como patrono de pescadores, pescaderos y otras profesiones emparentadas con estas.


Como sabemos, el nombre de Pedro era Simón, y Jesús se lo cambió por Cefas, es decir, "piedra" sobre la cual se edifica la Iglesia. A causa de esto Pedro es invocado como patrono de los pedreros, constructores y fabricantes de ladrillos. Se lo representa a veces sosteniendo (o junto a) la Basílica que lleva su nombre, centro espiritual de la Iglesia Católica.

Entre todos los episodios en los que Pedro aparece representado, indudablemente ha prevalecido aquel en el que Jesús le promete "las llaves del Reino de los cielos" (Mt. 16, 19). Tanto es así, que a San Pedro se lo identifica, popularmente, por un par de llaves, que son su atributo característico e inconfundible. De aquí deriva su patronazgo sobre los porteros, fabricantes de llaves, y también sobre los relojeros.

Por sus negaciones durante la Pasión de Cristo, es representado a veces con la mano levantada en actitud de jurar o llorando; los penitentes lo invocan por ello como patrono.

Podría pensarse que su misión de pastor de la Iglesia de Cristo (cfr. Jn. 21, 15-19) sería representada a través de un cayado, como ocurre con otros santos obispos, pero no es así. Pocas veces ha sido representado con báculo y, en cambio, siempre lleva una cruz a modo de báculo pastoral. Incluso hasta el día de hoy, el Papa no usa cayado como los demás obispos, sino una cruz a modo de báculo o cayado. Esto responde a una tradición que señala que Pedro habría dado su bastón a los discípulos de San Materno, que resucitaron con él a su maestro. Dicho báculo estuvo en Colonia hasta el siglo X y luego se partió a la mitad, entregándose una parte a la ciudad de Tréveris. Esta tradición es recogida nada menos que por Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica: "el Romano Pontífice no usa báculo, porque Pedro lo envió para resucitar a uno de sus discípulos, que después fue consagrado obispo de Tréveris". (Suma Teológica, Parte III, cuestión XL, artículo VII, respuesta a la objeción 8ª). Añadamos que en el mismo lugar, el Doctor Angélico alega también otro motivo, esta vez de orden teológico, por el cual el Papa no lleva báculo: "para manifestar que no tiene una potestad restringida, lo cual significa la curvatura del báculo".

Pedro suele ser representado junto a Juan, debido a los varios episodios en que ambos aparecen asociados (especialmente su llegada al sepulcro vacío que se cuenta en Jn. 20, 1-10)

También la iconografía lo representa muchas veces junto a Pablo, con quien Pedro comparte la fiesta del 29 de junio (a la que nos referiremos más abajo). Pedro siempre lleva las clásicas llaves; Pablo suele llevar una espada.

La leyenda le atribuye a Pedro una curación milagrosa en favor de Simón el Mago, mordido por una serpiente, por lo que se invoca a Pedro contra las mordeduras de animales ponzoñosos.

Una tradición antiquísima y bien documentada señala que Pedro estableció su sede en Roma, donde sufrió el martirio en tiempos de Nerón. Fue condenado al suplicio de la cruz, pero considerándose indigno de ser crucificado como su Maestro, pidió ser clavado cabeza abajo. De allí otra típica representación del apóstol, y su atributo típico de una cruz dada la vuelta. Excavaciones recientes (mediados del siglo XX) confirman la presencia de la tumba de Pedro precisamente debajo del maravilloso Altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro.

Aunque no es segura la tradición que señalaba que Pedro y Pablo compartieron la misma prisión, sí se sabe que ambos murieron mártires en Roma prácticamente para la misma época (hacia el año 67). La Iglesia los ha venerado siempre juntos y les dedica una única Solemnidad el 29 de junio, que ya figura en los más antiguos calendarios romanos, de mediados del siglo IV. Esta fecha puede tener su origen en la traslación de los restos de ambos apóstoles a un mismo lugar de culto, en la Vía Appia, hacia el año 254, antes de que cada apóstol tuviera su propio templo (primero Pablo en la Vía Ostiense y luego Pedro en la Colina Vaticana).
 
Fuentes consultadas: Obras de Pedro Sergio Antonio Donoso Brant)
 
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JOLABE