miércoles, 26 de diciembre de 2012

JORNADA DE LA FAMILIA - 30.12.2012


Con  el lema “EDUCAR LA FE EN FAMILIA” los Obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida, movidos por nuestro deber de pastores, invitamos a todos los fieles a reflexionar sobre la vital importancia de la familia en la “educación de la fe”. Así mismo recordamos la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre, de un modo especial en este AÑO DE LA FE.
Desde la primera evangelización la transmisión de la fe, en el transcurso de las generaciones, ha encontrado un lugar natural en la familia. Hoy asistimos a una desvalorización del papel de la familia en este campo, debido a múltiples factores. No podemos dar por supuesto la  vivencia de la fe cristiana en muchos hogares cristianos con las consecuencias que  ello conlleva en la asimilación de la fe por parte de los hijos.  Por esto queremos animar a las familias a ocupar su puesto en la transmisión de la fe, a pesar de las dificultades y crisis por las que atraviesan.
La Nueva Evangelización debe ir dirigida de manera primera y prioritaria a la familia, como la realidad a la que más han afectado los cambios sociales y la poca valoración de la fe.


La fe, don de Dios,  se nos infunde en el Bautismo, en cuya celebración los padres  piden para sus hijos “la fe de la Iglesia”. Este es el signo eficaz de la entrada en el pueblo de los creyentes para alcanzar la salvación.
La iniciación cristiana, que comprende el Bautismo, la Confirmación, la Penitencia y  la Eucaristía, toma una especial relevancia en la familia “iglesia doméstica”, comunidad de vida  y amor, por ser donde surge la vida de la persona y ésta es amada por sí misma. La familia vive dicha fe y participa también en la fe de sus hijos en las diversas  etapas de formación y desarrollo de la vida cristiana. Así el primer fundamento de una pastoral familiar renovada es la vivencia intensa de la iniciación cristiana. Los padres apoyan a los hijos y caminan con ellos mientras realizan el aprendizaje de la vida cristiana y entran gozosamente en la comunión de la Iglesia para ser en ella adoradores del Padre y testigos del Dios vivo. La familia, de este modo, se convierte en el primer transmisor de la fe y ésta crece cuando se vive como consecuencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo.
La familia es el ámbito natural donde es acogida la fe y la que va a contribuir de una manera muy especial a su  crecimiento y desarrollo. En ella se dan los primeros pasos de la educación temprana de la fe y los hijos aprenden las primeras oraciones  como el “Ave María”, el “ Jesucristo de mi vida”, el “ Ángel de mi guarda” y el “Padre Nuestro”. También experimentan el amor a la Virgen, a Jesucristo…  y es donde por primera vez oyen  hablar de Dios y aprenden a quererle viviendo el testimonio de sus padres.
Este testimonio de los padres, en la continua y progresiva educación familiar, marca un tenor de vida en todos los ámbitos de la existencia humana. Se desarrolla en la catequesis familiar, la introducción a la oración -“la oración es el alimento de la fe” dice Juan Pablo II-, la lectura meditada de la Palabra de Dios a través de la “Lectio Divina” y en la práctica sacramental de la familia en sinfonía y colaboración con la comunidad parroquial.
Así la familia es el “lugar” privilegiado donde se realiza la unión de “la fe que se piensa” con “la vida que se vive” a partir del despertar religioso.
La fe, al igual que la familia, es compañera de vida que nos permite distinguir las maravillas de Dios a lo largo de nuestro caminar. Como la familia, la fe está presente en las diversas etapas de nuestra existencia (niñez, adolescencia, juventud…) así como en los momentos difíciles y en los alegres. De esta forma la fe va acompañándonos siempre en todas las circunstancias de  la vida familiar. La familia camina    con sus hijos en esos importantes momentos  en los que se va fraguando su madurez y porvenir. Cuando la vivencia y experiencia cristiana se ha tenido en la familia puede que se atraviese por momentos de crisis, pero lo que se ha vivido de niño vuelve a renacer y a tener un peso específico en la fe adulta.
No se puede pensar en una nueva evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa. La familia está inmersa en un proceso gradual de educación humana y cristiana que permite tener como centro la vocación al amor.. A la familia le corresponde el deber grave y el derecho  insustituible  de educar y cuidar  este momento inicial de la vocación al amor de los hijos. Esto se realiza en un ambiente sencillo y normal, el hogar, donde, de una manera connatural se va formando la personalidad  humana y cristiana de los hijos.  A esta educación contribuyen también  las entidades educativas, el testimonio de los padres y hermanos, el  contacto con otras familias,  la pertenencia a la comunidad cristiana parroquial, y a grupos o movimientos cristianos.
La familia, en su afán educador, ayuda a  todos sus miembros a que vivan como verdaderos cristianos, capaces de configurar cristianamente la sociedad. De igual modo la familia, con total respeto a cada de sus hijos, debe ayudarles a que, en su momento, puedan descubrir sus respectivas vocaciones. En este sentido la familia protege y anima  la vocación a la vida sacerdotal y consagrada.
En todo caso, los Obispos de la Subcomisión reiteramos una vez más que  el mundo necesita hoy de manera urgente  el testimonio creíble de familias que, iluminadas por la fe, sean capaces de “abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios” y ser fermento de nuestra sociedad.
Implorando la protección de María, Madre de la Sagrada Familia, os animamos en este AÑO DE LA FE a profundizar en un mayor conocimiento de nuestra fe y que ésta  transforme  la vida de  nuestras familias, les abra el camino hacia una plenitud  de significado, las renueve, llene de alegría y de esperanza fiable.

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