lunes, 13 de mayo de 2013

MARIOLOGÍA IV

MARÍA, LA LLENA DE GRACIA


Al tener el privilegio de nacer inmune de pecado, la plenitud de gracia verifica esa admirable limpieza original del alma de María. Ya que el pecado es absolutamente incompatible con la gracia, la misma plenitud de gracia de la Virgen exige de por sí la ausencia, en todo momento, del pecado original y actual.

La GRACIA es una participación de la naturaleza de Dios en la criatura racional, que, entonces, vive de la vida de Dios. Es un don sobrenatural que infundido por Dios en el alma, nos hace justos, agradables a Dios y amigos suyos, sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

En el Evangelio de San Lucas leemos: "Entrando junto a ella, le dijo: Salve, llena gracia, el Señor es contigo... " (Lc. 1, 26-28). Palabras semejantes de boca del arcángel en nombre de Dios no pueden menos de ser la expresión más palpable de la benevolencia divina, la que a su vez no puede ser menos que la plenitud de la gracia santificante. Esta sola prerrogativa de Nuestra Señora la haría de por sí acreedora al título especial de culto con que la honra el pueblo cristiano.
VIRTUDES DE LA MADRE DE DIOS

Juntamente con la infusión de la gracia santificante, la criatura racional, en el momento de recibirla, recibe igualmente las virtudes sobrenaturales, es decir, esa fuerzas indispensables para poner en actividad la vida nueva que le ha sido dada: la FE, la ESPERANZA, la CARIDAD y demás virtudes morales infusas que, juntamente con los dones del Espíritu Santo, constituyen la estructura del organismo sobrenatural, es decir, todas las facultades y poderes de obrar bien y practicar actos virtuosos que le sirvan para conseguir méritos para la vida eterna.

María Santísima, al recibir desde el primer momento de su concepción la plenitud de la gracia, conjuntamente fue adornada de la más profunda Fe, de la más confiada ESPERANZA y el más encendido AMOR de CARIDAD con Dios y los prójimos, además de la infinidad de virtudes morales. En el Evangelio y  en la Tradición cristiana aparece María llevando a la ejecución en grado heroico todas las más hermosas virtudes de que Dios adornó su alma, para que fuera digna Madre de Cristo, Dios y hombre verdadero.
"Bienaventurada la que ha creído que se cumplirán las cosas que se le han dicho por parte del Señor..." (Lc. 1, 45). No podría darse mejor testimonio de la FE profunda de Nuestra Señora que esta expresión inspirada de su prima Isabel.

La ESPERANZA anima toda la existencia terrena de Nuestra Señora: en virtud de ella resplandece el misterio de su soledad y sacrificio; la vemos asimismo en la ESPERANZA de la venida del Espíritu Santo, en el Cenáculo, con los apóstoles. La inmensa CARIDAD de María la llevó a aceptar todo el peso del sacrificio que la vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo le imponía para realizar los designios de Dios en beneficio de la humanidad.

No faltan ciertos rasgos simpáticos de esa inmensa CARIDAD y MISERICORDIA de la Virgen, como en la Bodas de Caná: "Y como faltase el vino, dijo a Jesús su madre: No tienen vino... y dijo a los sirvientes: Haced lo que ËL os diga... " (Jn. 2, 1,2). También expresa el breve relato evangélico las demás virtudes morales de Nuestra Señora: su HUMILDAD, que la hace considerarse "sierva del Señor", al mismo tiempo que era designada su Madre: "Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra..."  (Lc. 1, 38).

 La OBEDIENCIA ciega a los designios de Dios, por difíciles e incomprensibles que parecieran. La PRUDENCIA resplandece en su posición discreta y sencilla, a pesar de la altísima dignidad, pero conforme en todo a la economía con que Jesús se manifestaba; la JUSTICIA en su exactitud en el cumplimiento legal de la purificación; la FORTALEZA, que la distingue como "Reina de los mártires", es la virtud que resplandece en ella durante la pasión y muerte del Señor, y la TEMPLANZA resalta de una manera peculiar en la virginidad perpetua de la Virgen.

(Fuente consultada: Clerus.org)
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JOLABE