lunes, 27 de mayo de 2013

MARIOLOGÍA V

VIRGINIDAD PERPÉTUA DE MARÍA

La virtud de la TEMPLANZA resalta de una manera peculiar en la VIRGINIDAD perpétua  de la Virgen: 
(a).- La virginidad corporal o integridad física que supone la carencia total y perpétua de todo deleite carnal en la Virgen.
(b).- La virginidad esencial del alma, o sea la voluntad de evitar todo cuanto se opone a la perfecta castidad.
(c).- La virginidad integral del sentido, o sea la inmunidad de los movimientos de concupiscencia de la carne, de tal manera que no experimentara nada menos casto.
Sin embargo, cuando nos referimos a la Virginidad perpétua de la Madre de Dios, nos referimos a la primera, es decir, a la corporal, puesto que la segunda y la tercera son consecuencias necesarias de su Purísima Concepción y de su plenitud de gracia.

La virginidad corporal de María subsiste:
1.- ANTES DEL PARTO. En la misma concepción, puesto que, según se lee en el Evangelio de San Lucas, concibió a Jesús, no de varón, sino fuera de todo concurso humano: "La virtud del altísimo te cubrirá con su sombra..." (Lc. 1, 37)
2.- EN EL PARTO. Porque dio a luz a su hijo sin romper ni perforar o desgarrar el sello de la virginidad , sin dolor, por especial y portentoso milagro del poder divino: "Como el rayo del sol pasa a través de un cristal, sin romperlo ni mancharlo...", según la hermosa expresión del Catecismo del Pd. Astete. De manera que la mente humana se resistiría a admitir si no estuviera en el misterio de la fe.
3.- DESPUÉS DEL PARTO. Es decir, que después del nacimiento de Cristo tampoco hubo consorcio alguno con varón, y por consiguiente no tuvo otros hijos, y ni siquiera perdió la integridad de su cuerpo de manera puramente accidental.

La triple virginidad de María antes del parto, en el parto y después del parto es un misterio de fe católica, proclamado en el Concilio Lateranense bajo el Papa Martín I, en el año 649, y también en el Concilio III de Constantinopla en el año 680. Sin embargo, ya antes esta verdad estaba en el patrimonio de la fe cristiana.
Los primeros en proferir injurias contra este inefable privilegio de la Madre del Señor, fueron los judíos, al decir que Cristo nación verdadera y propiamente engendrado por José.

La definición del Concilio Lateranense dice: "Si alguno, en conformidad con los Santos Padres, no confiesa que la Santa Madre de Dios y siempre Virgen Inmaculada María... concibió del Espíritu Santo sin concurso de varón, y que ésta engendró incorruptiblemente, permaneciendo insoluble su virginidad después del parto, sea condenado". 

El Evangelio nos ofrece el más claro testimonio de la Virginidad perpétua de María por boca de ella misma en esa hermosa expresión con la que respondió al saludo del Ángel: "María dijo al Ángel: ¿Cómo será ésto, pues no conozco varón?" (Lc. 1, 34). 
Expresión que indica un voto emitido, en un presente admirable, "a lo divino", y que significa: no conozco, ni he de conocer, significado este que fue refrendado por la misma autoridad de Dios, al explicarle inmediatamente el Ángel del Señor: "El Espíritu Santo vendrá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño que nazca será santo y llamado Hijo de Dios" (Lc. 1, 35). La antigua Tradición llamaba siempre a María con el título de Aeiparthenos, palabra griega que significa "la siempre Virgen", expresión que contrastaba enormemente con el ambiente pagano de la antigüedad.

(Fuente consultada: Clerus.org)
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JOLABE