miércoles, 12 de junio de 2013

DIFERENTES MANERAS DE ORAR


2.- ORACIÓN CON LOS SALMOS


La oración con los Salmos no sólo es la oración del pueblo de Israel, sino también la que hoy seguimos llamando la oración de la Iglesia. Cada día miles de monjes contemplativos, religiosos y personas de toda condición rezan con ellos. Vamos a unirnos a ese pueblo de Israel, a la Iglesia y a tantas personas rezando con ellos.
Es importante  leerlos despacio, saboreando sus palabras. Se las estamos diciendo al mismo Dios. Si es posible, léelos en voz alta: así, además de por la vista entran en ti por el oído.

Te presentamos cinco salmos diferentes (de lunes a viernes):

Salmo de perdón: Salmo 50. Adopta la misma actitud del salmista, sintiéndote pecador y sabiendo que sólo te cabe volver el rostro a Dios pidiendo su perdón.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión, borra mi culpa,
lava del todo mi delito, limpia mi pecado,
pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra Ti, contra Ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia, tendrás razón,
en el juicio resultarás inocente.

Mira, en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio,
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu;
devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso.
De los delitos líbrame, Señor,
Dios salvador mío,
y aclamará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
Tú no lo desprecias.

Salmo de alabanza: Salmo 139. La actitud dominante es hoy de plena confianza, de haber descubierto que Dios es en quien mejor puedo poner mi confianza.

Señor, tú me sondeas y conoces;
me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos;
distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares.
No ha llegado la palabra a mi lengua,
y ya, Señor, te la sabes toda.
Me estrechas detrás y delante,
me cubres con tu palma.
Tanto saber me sobrepasa,
es sublime, y no lo abarco.
¿A dónde iré lejos de tu aliento,
adónde escaparé de tu mirada?
Si escalo el cielo, allí estás Tú;
si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;
si vuelo hasta el margen de la aurora,
si emigro hasta el confín del mar,
allí me alcanzará tu izquierda,
me agarrará tu derecha.
Si digo: “Que al menos
la tiniebla me encubra,
que la luz se haga noche en torno a mí”,
ni la tiniebla es oscura para Ti,
la noche es clara como el día.
Tú has creado mis entrañas,
me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras;
conocías hasta el fondo de mi alma,
nos desconocías mis huesos.
Cuando en lo oculto me iba formando,
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mis acciones,
se escribían todas en tu libro;
calculados estaban mis días
antes que llegase el primero.
¡Qué incomparables
encuentro tus designios,
Dios mío, qué inmenso es su conjunto!
Si me pongo a contarlos,
son más que arena;
si los doy por terminados,
aún me quedas Tú.
Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno.

Salmo en unión con la naturaleza: Salmo 104. Hoy tenemos un canto de alabanza a Dios en su creación. Me siento unido a esa maravilla de la naturaleza y con ella alabo al Creador.

¡Alma mía, bendice al Señor!
¡Señor, Dios mío, qué grande eres!
Vestido de esplendor y majestad,
arropado de luz como de un manto,
tú despliegas los cielos
lo mismo que una tienda,
levantas sobre las aguas tus altas moradas;
haciendo de las nubes carro tuyo,
sobre las alas del viento te deslizas;
tomas por mensajeros a los vientos,
a las llamas del fuego por ministros.
Sobre sus bases asentaste la tierra,
inconmovible para siempre jamás.
Del océano, cual vestido, la cubriste,
sobre los montes persistían las aguas;
al increparlas tú, emprenden la huida,
se precipitan al oír tu trueno,
y saltan por los montes,
descienden por los valles,
hasta el lugar que tú les asignaste;
un término les pones que no crucen,
para que no vuelvan a cubrir la tierra.
Haces manar las fuentes en los valles,
entre los montes se deslizan;
a todas las bestias de los campos abrevan,
en ellas su sed apagan las bestias;
sobre ellas habitan las aves de los cielos,
dejan oír su voz entre la fronda.
De tus altas moradas abrevas las montañas,
del fruto de tus obras se satura la tierra;
la hierba haces brotar para el ganado,
y las plantas para el uso del hombre,
para que saque de la tierra el pan,
y el vino que recrea el corazón del hombre,
y el pan conforte el corazón del hombre.
Se empapan bien los árboles del Señor;
allí ponen los pájaros su nido,
su casa en su copa la cigüeña;
los altos montes, para los rebecos,
para los damanes, el cobijo de las rocas.
Hizo la luna para marcar los tiempos,
conoce el sol su ocaso;
mandas tú las tinieblas, y es la noche,
en ella rebullen
todos los animales de la selva,
los leoncillos rugen por la presa,
y su alimento a Dios reclaman.
Cuando el sol sale, se recogen,
y van a echarse a sus guaridas;
el hombre sale a su trabajo,
para hacer su faena hasta la tarde.
¡Cuán numerosas tus obras, Señor!
Todas las has hecho con sabiduría,
de tus criaturas está llena la tierra.
Ahí está el mar, grande y de amplios brazos,
y en él el hervidero innumerable
de animales, grandes y pequeños;
por allí circulan los navíos,
y Leviatán que tú formaste para jugar con él.
Todos ellos de ti están esperando
que les des a su tiempo su alimento;
tú se lo das y ellos lo toman,
abres tu mano y se sacian de bienes.
Escondes tu rostro y se anonadan,
les retiras su soplo, y expiran
y a su polvo retornan.
Envías tu soplo y son creados,
y renuevas la faz de la tierra.
¡Sea por siempre la gloria del Señor,
en sus obras el Señor se regocije!
El que mira a la tierra y ella tiembla,
toca los montes y echan humo.
Al Señor mientras viva he de cantar,
mientras exista salmodiaré para mi Dios.
¡Oh, que mi poema le complazca!
Yo en el Señor tengo mi gozo.
¡Bendice al Señor, alma mía!

Salmo desde la rabia y el fracaso: Salmo 22. Es el que reza Jesús en la cruz, desde el profundo sentimiento de fracaso. Y acaba expresando la confianza en Dios, a pesar de todo. También desde esa actitud es posible dirigirnos a Dios. Hoy me uno a ese Jesús en la cruz.

Dios míos, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?;
a pesar de mis gritos,
mi oración no te alcanza.
Dios mío, de día te grito, y no respondes;
de noche, y no haces caso;
aunque Tú habitas en tu santuario,
esperanza de Israel.
En Ti confiaban nuestros padres,
Confiaban y les ponías a salvo;
a Ti gritaban, y quedaban libres,
en Ti confiaban y no les defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre,
vergüenza de la gente, desprecio del pueblo,
al verme se burlan de mí,
hacen gestos, menean la cabeza:
“Acudió al Señor, que lo ponga a salvo,
que lo libre, si tanto lo quiere”.
Tú eres quien me sacó del vientre,
desde el vientre materno Tú eres mi Dios.
no te quedes lejos, que el peligro está cerca
y nadie me socorre.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.

Salmo desde la gratitud: Salmo 8. ¡Qué inmenso es el regalo que nos ha hecho Dios! ¡Qué grande su amor! No puedo menos que expresar mi gratitud.

SEÑOR, DIOS NUESTRO,
¡QUÉ ADMIRABLE ES TU NOMBRE
EN TODA LA TIERRA!
Cuando contemplo el cielo,
obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que has creado,
¿qué es el hombre
para que te acuerdes de él,
el ser humano para darle poder?
Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando
sobre las obras de tus manos,
todo lo sometiste bajo sus pies.
Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces el mar,
todo lo sometiste bajo sus pies.

(Fuente consultada: marianistas)

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JOLABE