miércoles, 14 de agosto de 2013

DIFERENTES MANERAS DE ORAR

5.- ORANDO CON LAS PARÁBOLAS
Estas preciosas narraciones se prestan de un modo extraordinario a la oración. Es importante no leerlas como sabidas, sino como si fuese la primera vez que las oímos de los mismos labios de Jesús. Acomódate a los pies del Maestro, tranquiliza plenamente tu alma y apréstate a escuchar. Es el mensaje que Jesús te dice hoy.
Te presentamos cinco parábolas, pero ya sabes que tienes muchas más: la levadura (Mt 13, 33), la cizaña (Mt 13, 24-30), la red y la pesca (Mt 13, 47-50), los obreros de la viña (Mt 20, 1-16), los dos hijos (Mt 21, 28-32), las diez vírgenes (Mt 25, 1-13), los talentos (Mt 25, 14-30), el juicio final (Mt 25, 31-46), el agricultor paciente (Mc 4, 26-29), el grano de mostaza (Mc 4, 30-32), los viñadores homicidas (Mc 12, 1-12), la higuera estéril (Lc 13, 6-9), el banquete (Lc 14, 15-24), la torre y la guerra (Lc 14, 28-32), las cosas perdidas (Lc 15, 1-10), el hijo pródigo (Lc 15, 11-32), el administrador infiel (Lc 16, 1-8), el rico Epulón (Lc 16, 19-31), el fariseo y el publicano (Lc 18, 9-14), el grano de trigo (Jn 12, 24), la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-11).

El tesoro y de la perla: Mateo 13, 44-46:
Se parece el Reinado de Dios a un tesoro escondido en el campo; si un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y de la alegría va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo.
Se parece también el Reinado de Dios a un comerciante que buscaba perlas finas; al encontrar una perla de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
Cuando descubrimos algo de valor se introduce algo en el corazón. Por eso es tan importante lo que amamos. ¿Amamos así a Dios? Quizá no hemos terminado de descubrirle, de enamorarnos plenamente de Él. Es algo que llena de alegría y se convierte en el valor de la vida. No lo han comprado para revenderlo o especular. Es lo que llena su vida y le da sentido. Comenta todo esto con Jesús que te acaba de contar esta parábola.

El rico insensato: Lucas 12, 15-21:
Cuidado: guardaos de la codicia, que aunque uno ande sobrado, la vida no depende de los bienes.
Y les propuso una parábola:
Las tierras de un hombre rico dieron una gran cosecha. Él estuvo echando cálculos: “¿Qué hago? No tengo dónde almacenarla”. Y entonces se dijo: “Voy a hacer lo siguiente: derribaré mis graneros, construiré otros más grandes y almacenaré allí el grano y las demás provisiones. Luego podré decirme: Amigo, tienes muchos bienes almacenados para muchos años: túmbate, come, bebe y date la buena vida”.
Pero Dios le dijo: “Insensato, esta noche te van a reclamar la vida. Lo que has preparado, ¿para quién será?”
Eso le pasa al que amontona riquezas para sí y no es rico en lo que quiere Dios.
Este hombre ha puesto su corazón en las cosas. Se siente dueño de su futuro. El resultado es trágico: rico a sus propios ojos, se encuentra vacío ante Dios. ¿Dónde tengo puesto yo el corazón? ¿Realmente es algo firme? Háblalo con el Jesús que está a tu lado.

El sembrador: Mateo 13, 1-23:
Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, unos granos cayeron en la vereda, vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno rocoso, donde apenas tenían tierra; como la tierra no era profunda, brotaron en seguida; pero en cuanto salió el sol se abrasaron y, por falta de raíz, se secaron. Otros cayeron entre zarzas; las zarzas crecieron y los ahogaron. Otros cayeron en tierra buena y dieron grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. ¡Quien tenga oídos, que oiga!
Escuchad ahora vosotros la parábola del sembrador: siempre que uno escucha el mensaje del Reino y lo entiende, viene el Malo y se lleva lo sembrado en su corazón; eso es lo sembrado en la vereda. Lo sembrado en terreno rocoso es quien escucha el mensaje y lo acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto surge una dificultad o persecución por el mensaje, falla. Lo sembrado entre zarzas es quien escucha el mensaje, pero el agobio de esta vida y la seducción de la riqueza lo ahogan y queda estéril. Lo sembrado en tierra buena es quien escucha el mensaje y lo entiende; ése da fruto y produce en un caso ciento, en otro sesenta, en otro treinta.
Esta parábola habla de los obstáculos que encuentra Dios para crecer en nosotros y en nuestro mundo. ¿Cómo te ves? Habla con ese sembrador que ahora también quiere plantar en ti su semilla. Pídele que te ayude.

El servidor despiadado: Mateo 18, 21-35:
Pedro le pregunto: “Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar?, ¿siete veces?”
Jesús le contestó: “Siete veces no, setenta veces siete”.
El Reinado de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados. Para empezar, le presentaron a uno que le debía millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso.
El empleado se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo”.
El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.
Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: “Págame lo que me debes”.
El compañero se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré”.
Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Al ver esto sus compañeros quedaron consternados y se fueron a contarle a su señor lo sucedido. Entonces el señor llamó al empleado y le dijo: “¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné aquella deuda. ¿No era tu deber también tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?
Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara la deuda.
Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.
Es maravilloso lo que te cuenta hoy Jesús: Dios te perdona todo. Luego se presenta ante ti alguien que te debe algo. La conclusión es clara: “así os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano”. El hermano ocupa el lugar de Dios. Dios te lo ha dado todo. ¿Guardas rencor a alguien? Da gracias a Dios por su perdón y sus regalos; y pídele que te ayude siempre a perdonar a quien te rodea.

El buen samaritano: Lucas 10, 25-37:
Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y lo asaltaron unos bandidos; los desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba un sacerdote por aquel camino; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio; al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de viaje, llegó hasta donde estaba el hombre y, al verlo, le dio lástima; se acercó a él y le vendó las heridas echándoles aceite y vino; luego lo montó en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó un dinero y, dándoselo al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta”.
¿Qué te parece? ¿Cuál de estos tres se hizo prójimo del que cayó en manos de los bandidos?
El letrado contestó: “El que lo trató con misericordia”.
Jesús le dijo: “Pues anda, haz tú lo mismo”.
Conoces bien esta parábola. Léela poniéndote en el lugar de los personajes que aparecen. ¿Qué conclusiones sacas? Coméntalo con Jesús que te la quiere decir a ti personalmente ahora.

(Fuente consultada: marianistas)

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JOLABE