sábado, 12 de julio de 2014

SIGNOS Y SÍMBOLOS DEL BAUTISMO

Ocurre con frecuencia que los cristianos, en nuestras celebraciones usamos ritos cuyo sentido desconocemos, no entendemos su lenguaje; celebramos sacramentos e ignoramos su contenido. No estamos iniciados para entender los símbolos que con tanta riqueza se usan en dichas celebraciones, o al menos nuestra formación es mediocre e incompleta en la simbología sacramental.

El Bautismo es pórtico de la vida en el espíritu, el nuevo nacimiento, el sacramento de la fe. Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y la obra de Cristo. El pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos distintivos que marcan su vida litúrgica: no son ya solamente celebraciones de ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, signos de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. En su predicación, el Señor Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la creación para dar a conocer los misterios del Reino de Dios. Realiza sus curaciones o subraya su predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos. Da un sentido nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Éxodo y a la Pascua, porque él mismo es el sentido de todos estos signos.

Los símbolos religiosos tienen un lenguaje que es preciso entender y asumir para que la comunicación con Dios sea posible. Y para entender este lenguaje es necesario que nos preparemos para saberlos interpretar, es necesario que nos preparemos para saberlos entender. Son necesarios los ojos de la fe que los hacen transparentes, es necesaria la iluminación de Dios que por ellos nos revela su misterio.

La celebración del Bautismo es de una riqueza simbólica importante. Si hojeamos el ritual del Bautismo de varios niños, lo primero que nos encontramos es con el “rito de acogida”, después con “la liturgia de la Palabra”, “la liturgia del Sacramento” y por último “la conclusión del rito”. Todas estas partes de la celebración están cargadas de signos. Veamos algunos de estos símbolos y su significado.

Señal de la cruz en la frente. Signación
El celebrante, los padres y los padrinos signan al niño en la frente «con la señal de Cristo Salvador». Con este signo culmina la acogida que la comunidad cristiana hace al neófito.
La señal de la Cruz en la frente es un gesto sencillo, pero de hondo significado. Es una verdadera confesión de nuestra fe: Dios nos ha salvado en la Cruz de Cristo. Es como si dijéramos: «estoy bautizado, pertenezco a Cristo, él es mi Salvador». A la hora de empezar a ser cristiano, esa señal es como una marca de fe y de posesión en Cristo Salvador. Por eso, siempre que hacemos la señal de la Cruz estamos recordando de algún modo nuestro Bautismo. La Cruz de Cristo es el origen y la razón de ser de la existencia cristiana. Esta señal nos acompañará durante toda nuestra vida.

Oleo de los catecúmenos. Unción
Con el óleo de los catecúmenos se hace sobre el pecho la unción del Bautismo. «Para que el poder de Cristo Salvador os fortalezca, os ungimos con este óleo de salvación en el nombre del mismo Jesucristo, Señor nuestro». Es un gesto que recuerda a los atletas y luchadores, que ya desde antiguo se daban este masaje, preparándose para el combate y el esfuerzo.

“La unción, en el simbolismo bíblico y antiguo, posee numerosas significaciones: el aceite es signo de abundancia y de alegría; purifica (unción antes y después del baño) y da agilidad (la unción de los atletas y luchadores); es signo de curación, pues suaviza las contusiones y las heridas, y el ungido irradia belleza, santidad y fuerza. Todas estas significaciones de la unción se encuentran en la vida sacramental. La unción antes del Bautismo con el óleo de los catecúmenos significa purificación y fortaleza” (Catecismo de la Iglesia Católica, no. 1293-1294).

Agua. Baño
El agua del Bautismo debe ser agua natural y limpia, para manifestar la verdad del signo y hasta por razones de higiene, dice el Ritual en la Introducción.
El bautismo no es el agua, sino el baño del agua, que toma sentido en la fe, como acción regeneradora de Jesucristo. En el fondo, el que realiza la renovación y la regeneración es el Espíritu de Jesús Resucitado. El agua es el símbolo, el signo eficaz de este misterio de vida y de gracia que Dios nos comunica en el Bautismo.

Vestidura Blanca. Imposición
Después de la unción con el crisma, el padrino o la madrina impone al neófito la vestidura blanca. Es claro el simbolismo de este vestido. En los primeros siglos el recién bautizado lo conservaba puesto desde la Vigilia pascual, en que se celebraba el bautismo, hasta el domingo siguiente, llamado «Dominica in albis», o de la deposición de las vestiduras. El vestido blanco quiere ayudar a comprender en profundidad lo que sucede en el Bautismo: convertirse en nueva creatura, revestirse de Cristo.

Luz. Vela encendida en el cirio pascual
El padre o el padrino enciende la vela en el cirio pascual, que le muestra al neófito, mientras el celebrante dice: «Recibid la luz de Cristo. A vosotros, padres y padrinos, se os confía acrecentar esta luz. Que vuestro hijo, iluminado por Cristo, camine siempre como hijo de la luz. Y perseverando en la fe, pueda salir con todos los santos al encuentro del Señor» (Bautismo de niños).

Crisma. Crismación
En la celebración del Bautismo, después de la inmersión o efusión del agua, el celebrante unge con el crisma la coronilla del bautizado, significando su incorporación al sacerdocio de Cristo. «Dios todopoderoso,... te consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su pueblo y seas para siempre miembro de Cristo, sacerdote, profeta y rey». «La unción del santo crisma después del Bautismo, es el signo de la consagración. «Ser crismado es lo mismo que ser crista, ser mesías, ser ungido. Y ser mesías y ser crista comporta la misma misión que el Señor: dar testimonio de la verdad y ser, por el buen olor de las buenas obras, fermento de santidad en el mundo».
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JOLABE