jueves, 16 de julio de 2015

LA VIRGEN DEL CARMEN

ICONO BÍBLICO DE ENSEÑANZA CRISTIANA

Los hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, conocidos como “los carmelitas”, aparecen en el último tercio del siglo XII en Palestina, en las laderas del Monte Carmelo, lugar donde habían transcurrido algunos de los episodios vividos por el insigne profeta Elías (Cf. 1 Re 18, 20-46).
Aunque se discute el significado preciso del término “carmelo” (en árabe significa “jardín” y en hebreo “viña/viñedo de Dios”), suele relarcionársele con la belleza, la prosperidad, la fertilidad y la felicidad. La comunidad de cristianos que allí nació con la finalidad de “vivir en obsequio de Jesucristo y servirle con corazón puro” (Regla 2), comenzó muy pronto a reunirse en torno a una pequeña capilla erigida en honor a la Madre de nuestro Señor Jesucristo y a quien reconocieron como “la Señora del Lugar”.


Esta advocación expresaba sin duda la devoción que aquellos primeros carmelitas profesaban a la Virgen María como “Nuestra Señora del Monte Carmelo”, conocida posteriormente como la Virgen del Carmen,
Uno de los muchos beneficios otorgados por la Virgen del Carmen a aquellos que se refugian bajo su manto es el que se recibe contemplando su imagen, ya que ésta se convierte, en cada uno de los elementos que la componen en un permanente recuerdo de los aspectos esenciales que caracterizan la vida cristiana. Tales elementos encuentran su fundamento o apoyo en las Sagradas Escrituras, tal y como queremos iluminar en esta reflexión.
1.- LA NUBECILLA
Tomada de (1 Re 18, 44-46). La nubecilla fue el presagio del final de la sequía que estaba asolando a Israel desde hacía más de tres años. Los Padres de la Iglesia aplicaron este símbolo a María, considerándola la mujer que hace “llover” sobre la humanidad el Agua Viva, ya que de ella nace Jesucristo, el Salvador del mundo de cuyo seno brotan los “ríos de agua viva” del Espíritu Santo (Cf. Jn 4, 19; 7, 37-39).
La nubecilla nos recuerda, por tanto, que en cuanto cristianos vivimos bajo la nube divina que derrama sobre nosotros toda su bendición, esto es: a Jesucristo y, por su medio, el Agua Viva del Espíritu Santo, del que hemos sido hechos partícipes a través del bautismo y de la confirmación.
2.- LA LUNA
La luna, en sus fases, señala el cambio, el paso del tiempo. La Virgen del Carmen, que tiene la luna bajo sus pies (Cf. Ap12, 1), se manifiesta como aquella que supera las dificultades y vicisitudes de los tiempos; como aquella que ya no está sometida al cambio y al desmoronamiento temporal, sino que es estable y eterna porque participa de modo permanente de la presencia de Dios y de la comunión con Él.
La luna bajo los pies de la Virgen María se convierte en el firme recuerdo de que sólo en Cristo se nos asegura la Vida Eterna, la vida temporal sin llanto ni lágrimas, ni dolor, vida de gozo pleno en la comunión de amor con Dios y los Santos (Cf. Jn 15, 11; Ap. 7, 14-17).
3.- EL SOL O LA LUZ RESPLANDECIENTE
El sol es el lucero mayor creado por Dios para regir el día (Gn.1, 16), y separar claramente la luz de la oscuridad. En el Apocalipsis, la “mujer vestida de sol” será la primera gran señal que percibe el vidente (Ap. 12, 1). El “estar vestida de luz resplandeciente” expresa, simbólicamente que Dios mismo es el que cubre a María con su gratuidad y belleza cumpliendo fielmente sus promesas.
En la imagen de la Virgen del Carmen, el Hijo se encuentra en los brazos de su Madre, tras haber sido dado a luz, haber sido arrebatado al Cielo por medio de su pasión, muerte y resurrección, y haber sido establecido por Dios Padre como Señor del cielo y de la tierra (Cf. Ap.12,5; Mt. 28, 18).
El sol o luminosidad resplandeciente que envuelve a la Virgen del Carmen nos recuerda que debemos dejarnos amar por Dios en su Hijo, entregándonos de todo corazón, como María, al cumplimiento de su voluntad, puesto que el amor divino embellece, ilumina y transforma en luz gloriosa toda la oscuridad provocada por nuestra debilidad y miseria.
4.- LA CORONA DE DOCE ESTRELLAS
La corona expresa, simbólicamente, que María ha sido coronada por Dios como Reina y Señora de todo lo creado, de toda la humanidad y, en particular, de la Iglesia.
Las “doce estrellas” que puntean su corona (Cf. Ap. 12,1) la presentan como Reina del pueblo de Dios; un pueblo que hunde sus raíces en los doce patriarcas de Israel y que encuentra su pleno desarrollo en el Nuevo Testamento sobre la base de los doce Apóstoles del Cordero (Cf. Ap. 21, 12.14). Por eso la figura de María pasa a representar simbólicamente al único pueblo de Dios: la Iglesia.
5.- ESTRELLA DEL MAR
La luna, el sol y la corona de doce estrellas presentan a María, que lleva en sus brazos a Jesús, como “la señal grande que aparece en el cielo” (Cf. Ap. 12, 1) para guiar a aquellos que se encuentran en medio delo mar, ajetreados por las olas del Mal o sumergidos en el más profundo abatimiento, en la más oscura desesperanza y soledad del “desierto” al que las circunstancias de la vida pueden haberlos conducido. Ella es el faro que conduce al puerto deseado que es su hijo Jesucristo y, en Él, al Padre celeste, que es el descanso definitivo de nuestras almas (Cf. Mt. 11,28-30).
Por todo esto, la Virgen del Carmen ha llegado a ser considerada la patrona del mar, de los pescadores y marineros, quienes se confían a ella en medio de sus trabajos, duros y peligrosos, en medio del mar inmenso por el que navegan,
6- LAS SANDALIAS
Las alpargatas o sandalias que calza la Virgen del Carmen simbolizan su aspecto misionero, la dimensión de mensajera de la Buena Noticia. En ella se cumple la palabra del profeta: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia la salvación, que dice a Sión: Ya reina tu Dios” (Is. 52, 7).
Esta dimensión evangelizadora de María, su celo por anunciar el Evangelio de la paz (Cf. Ef. 6, 15), la muestra cuando va a visitar con prontitud a su pariente Isabel, acercándola al Señor que ya latía en su vientre (Cf. Lc. 1, 38-43). María, en efecto, la “teóforos”, porque lleva en su seno encarnada la Palabra de Dios: Jesucristo.
María se manifiesta así como un auténtico profeta, una sierva de la palabra del Señor sobre la que da testimonio (Cf. Lc. 1, 38), recordándonos, de este modo, que nuestra unción bautismal nos hace partícipes de la dimensión profética de Cristo (Cf. Ap. 12,17; 19,10).En Él somos enviados a proclamar el Evangelio como testigos suyos a todos los rincones del mundo (Cf. Mt. 28, 19-20; Mc. 16.15).
7.- EL HÁBITO MARRÓN
El hábito de color marrón de la Virgen simboliza esa condición humilde de María que le hace ser una necesitada integral de Dios en todo momento y circunstancia. El hábito marrón nos recuerda, por tanto, nuestra pequeñez, el aceptar que somos simples criaturas a quienes Dios ama hasta el extremo.
8.- LA CAPA BLANCA
Ya desde el Antiguo Testamento, el color blanco se vincula a Dios y simboliza su trascendencia y divinidad (Cf. Dn. 7,9). En el Nuevo Testamento se asocia a Cristo (Cf. Mt. 17, 2; Ap. 1, 18), siendo el color propio del Resucitado y de aquellos que están vinculados a Él. Vestir de blanco como los 24 ancianos del Apocalipsis (Ap.4, 4), los mártires (Ap. 6,11) o los salvados (Ap. 7, 9-13), significa participar de la misma situación que vive Jesús resucitado, de su trascendencia, de su santidad y de su gloria.
La capa blanca que viste la Virgen del Carmen manifiesta su unión con Dios y con Jesús. Este color expresa el haber sido cubierta María con la “sombra” del Espíritu Santo, es decir, con su gracia y potencia (Cf. Lc. 1,35), y haber permanecido fiel a la gracia recibida.  
9.- EL ESCAPULARIO
El escapulario evidencia el cuidado maternal de María. Podríamos decir que el escapulario simboliza el “cordón umbilical” a través del cual el “hombre nuevo” es alimentado por Dios.
Reclama el escapulario crecer en las virtudes imitando a María en el seguimiento fiel de Jesús hasta la cruz (Cf. Jn.19, 25-27).
10. – EL HIJO, JESÚS
Jesús es el centro, la razón y la meta de todo lo dicho. Sin Él nada es María. Sin Él nada somos nosotros. Él es el don y la donación de Dios al hombre.
Él es el Camino que nos conduce al Cielo (la Pascua de nuestra salvación); la Verdad del Dios misericordioso y fiel que cumple todas sus promesas y concluye victorioso todas sus obras y proyectos; y la Vida que nos une al Padre en comunión de amor y gozo (Cf. Jn.14,3.6.23; 15, 19-11).
Tal y como hemos ido comprobando a lo largo de esta reflexión, la figura de María, bajo la advocación de la Virgen del Carmen, es un ejemplo, un paradigma extraordinario de nuestra vida cristiana, de aquello a lo que estamos llamados a ser y vivir. Su santidad, su pureza , su caridad, su total entrega , su señorío, su dicha, la muestran envuelta en una belleza singular, única, que atrae, enamora y transforma a cuantos a ella se acogen para el bien, para lo bueno, puesto que ella siempre conduce a la unión con Cristo nuestro Señor y Dios (Cf. Jn. 20,28).

(Fuente consultada: Escapulario del Carmen).
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JOLABE