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miércoles, 19 de septiembre de 2012

MARÍA NOS ILUMINA EL CAMINO PARA LLEGAR A JESÚS V

  5ª PARTE (ÚLTIMA):
  LA LUZ DE MARÍA, EN EL CAMINO PARA LLEGAR A JESÚS
En el Prólogo de san Juan, 1, 1-18, El Verbo es la luz verdadera. Así como Dios es verdadero, Cristo es el pan verdadero, así el Verbo es llamado luz verdadera. Esta luz del Verbo ilumina a todo ser humano. Ella era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre. --- san Juan 1, 9 ---
Pero el mundo no conoció a esta Luz: a Dios Verbo. Los seres humanos debieron conocerlo. Los hombres, teniendo motivos para conocer y servir a Dios, no lo hicieron: el mundo no le conoció. Pero no sólo el mundo, sino que vino a los suyos. Vino la Luz a Israel con su Ley, con sus profetas, con sus enseñanzas; le anunciaron un Mesías., y fueron rebeldes — ¡tantas veces! — a esta Luz de Dios, del Verbo. Y vino el Verbo encarnado a ellos, a su pueblo, al pueblo que le esperaba, y cuando llegó a ellos., Israel no le conoció, no lo recibió., y ¡crucificó! al Mesías, a Jesús, Hijo de Dios, Hijo de la Virgen María.

Frente a este panorama de incredulidad, de paganismo y de un Israel, que no recibe la Luz del Verbo, trágica actitud del mundo frente a la Luz, nuestra buena Madre de Dios, hoy nos ha mostrado y nos muestra la ventaja incomparable que se sigue a los hombres y mujeres, es decir todos los seres humanos,  de dejarse iluminar por esta Luz de Dios.
A los que si creen, tienen un gran don: el poder ser hijos de Dios. Pero a todos los que lo recibieron les dio capacidad para ser hijos de Dios. Al creer en su Nombre (v. 12), El Gran Don de la Filiación Divina de los Hombres dado por el Verbo Encarnado.
Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.  --- san Lucas, 1,31 --- La Virgen Maria ha dado luz a la Luz del Mundo, luz que se revelará a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel --- san Lucas 2,32 ---, ¡Feliz la que te dio a luz y te crió! --- san Lucas 11,27 ---, Feliz María, felices nosotros por nuestra Madre de Dios, que ha dado a luz a la Luz.
Jerusalén, acoge la Luz. Acoge a Aquel que es la Luz: «Dios de Dios, Luz de Luz (...) engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre» (Credo). Jerusalén, acoge esta Luz. Homilía de S.S. Juan Pablo II en la solemnidad de Epifanía
Ponemos hoy, en nuestra santa Madre de Dios, toda nuestra confianza en el futuro, en el camino que habremos de recorrer para ir al encuentro con el Señor, aún más le pedimos que nos acompañe, que nos ilumine en las sombra y haga brillar su resplandor para que no caigamos en la oscuridad y no equivoquemos de camino.
Tú (María) eres esplendor que no ensombrece la luz de Cristo, porque vives en Él y para Él. (S.S. Juan Pablo II.)
Le confiamos a la Virgen, nuestra vida como sus hijos, ella que crió con tanto amor a Jesús, le pedimos por aquellos niños que están por nacer, para que vean la luz y conozcan la Luz y por aquellos chicos que vinieron a la luz, se dejen guiar por la Luz, a los jóvenes para que maduren en la bajo la Luz de Cristo y al resto del mundo para que sepan que la verdadera esperanza es Cristo, la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre --- san Juan 1, 9 –
La santísima Virgen María es cristalina porque es absolutamente transparente, es pura y limpia total, ella se deja traspasar por la Luz que es su Hijo. María, supo amorosamente acoger en su corazón a quien el mundo no supo reconocer. A través de Ella y por medio de Ella, vino la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre. Seamos también nosotros transparentes como María, así, de este modo permitir que la palabra de vida, se acerque a través nuestro a todo el que la necesite.
Al mirar a María, al fijarnos en su corazón tierno de mujer y de Madre, podemos contemplar la Luz que el Padre ha querido entregarnos por gracia de su amor infinito. Al contemplar a María, descubrimos la presencia de esa luz silenciosa que lleva a revelar el sentido de las cosas y de la vida. La diáfana y traslúcida Virgen Madre de Dios, nos invita a dejar que la luz de Cristo traspase toda nuestra vida, todos nuestros espacios, para que no haya oscuridad ni tristeza en nosotros, pues somos hijos amados de Dios.
Pero para poder ir a la luz de Dios, debemos pasar por la cruz que nos lleva a Jesucristo, a su muerte y su resurrección, donde el final, es el triunfo de Dios, de la vida y de la Luz. Con gran esperanza y acompañados por María, Caminamos hacia la luz, hacia la vida, hacia Dios, Ella nos ayuda a mantener siempre encendida esta luz.
La vida cristiana es un camino dulcemente acompañado por María, somos peregrinos y ella, “brilla ante el pueblo de Dios peregrinante, como signo de esperanza segura y de consuelo” ---LG 68 ---
María no ilumina, con el resplandor que ella deja traspasar por la luz que su Hijo. Así de este modo, la Virgen María nos ilumina la vida, y nos ponemos en sus brazos bajo se manto de amor, hacemos nuestra vida diaria con ella en el corazón, en la esperanza de su amor y nuestro corazón late fuertemente motivado por el impulso de su  amor, confiados en que con su ayuda alcanzaremos la Luz definitiva.
María, nos hace la vida hermosa, por que desde ella resplandece esa Luz que irradia la fuerza que nos enseña a amar a nuestros hermanos y a buscar la rencociliación como buenos hijos del Dios de la vida.  Con ella, sentimos que es hermoso el don de la amistad, que con tanta preocupación nos en seña en las boda de Cana, donde ella no solo es buena madre, también es buena amiga y solidaria cuando trata de salvar a sus amigos de la vergüenza de no poder agasajar adecuadamente a sus invitados, y recurre a su divino Hijo.
María ilumina con su irradiación nuestros deseos profundos de ser como su hijo Jesús, solidario con los pobres, con natural inclinación de hacer el bien, motivados a ayudar y a cuidar a los enfermos, y a ser útil para servir a los demás.
Maria también nos ilumina  como sus  hijos, para constituir una familia feliz, para que los jóvenes sepan de la alegría de sus padres y entiendan la preocupación de ellos para que sean una familia unida y necesitada del amor mutuo. María nos enseño que siempre tiene siempre en su corazón a su Hijo y las cosas de su Hijo, cuando Jesús se perdió en el Templo, María le dijo: Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos. Para nosotros como padres, regresar al hogar y encontrarnos con los hijos, es una gran alegría, y damos gracia a María por su protección.
María, nos acerca como madre a su amado Hijo, nos consuela y nos renueva la esperanza, y con su luminosidad no invita a que abramos nuestro corazón para habite en el su Hijo Jesús. María nos llama para que nos alimentemos de Jesús en la eucaristía de cada domingo, para que así, con Jesús en nosotros, tengamos más comprensión de nuestros hermanos o de nuestros hijos, creciendo en amor con los demás. Con este llamamiento, nos sentimos los hijos amados de Dios, hermanos de Jesús, plenos de El en la comunión y le decimos en la Eucaristía, gracias por quedarte con nosotros hasta el fin de los tiempos y le decimos a María, gracias por acercarnos a tu Hijo.
María, esta con nosotros durante todo el día, con ella nos sentimos tranquilos como un niño que descansa en los brazos de su madre. Cuando estamos con pena y dolor, igual como ella, cuando estuvo frente a la cruz, nos sentimos consolados, por que Jesús nos la dejo como nuestra madre, Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»..--- San Juan 19, 25-27 --- Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa y nosotros la traemos a la nuestra y nos llenamos de alegría. Decimos entonces, gracias Jesús, por dejarnos a María como nuestra Madre, con ella, no tenemos miedo, nos sentimos seguro y nos ayuda a buscarte, especialmente cuando tenemos peligro de caer o cuando caemos y buscamos ser perdonados por ti.
El amor de María, el mismo que ella tuvo por Jesús, nos reconforta, nos levanta con su radiación y no muestra en el camino que nos lleva al Señor. María nos invita permanentemente a mirar a Jesús, como ella lo miro en la cruz. Mirar a Jesús, amor encarnado, Hijo del Padre que nos ama sin condición. Ella nos muestra como mirar a Jesús crucificado, para amarlo, y también sufrir y saber perdonar, ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!
María nos enseña mirar a Jesús en Belén, desde ese instante aprendemos a amarlo  y, luego nos formamos como discípulos de su hijo amado. María fue fiel a su Hijo y lo siguió hasta la muerte en la cruz y con su fidelidad nos motiva para seguir a Jesús hasta la misma cruz. María nos enseña a ser obedientes con su Hijo, "Haced lo que El os diga" --- san Juan 2:5 ---. Maria nos muestra con su fidelidad al Padre y su solidaridad con su Hijo, un modelo de vida. Así es, como damos al Padre, Gracias por María, así como decimos al Hijo, gracias por darnos una madre fiel, amorosa. Gracias porque María nos ayuda sentirnos hijos amados del Padre, hermanos de Jesús. Gracias, porque su resplandor de buena mujer y buena madre, brilla ante todos sus hijos, alumbrándonos el camino para llegar a Jesús.
Con gran confianza, con mucha esperanza, acompañados por la Santísima Virgen María, caminamos hacia la luz, hacia la vida, hacia Dios. Maria Madre de Dios, nos ayuda a mantener siempre encendida esa luz que nos ilumina el camino para llegar a Jesús.
(Fuente consultada - Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant.)
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JOLABE