Querido amigo:
No podemos detener el tiempo, una vez más nos acercamos al inicio de un nuevo año litúrgico. El Adviento es puerta por la que entrar a la celebración de los misterios cristianos, que nos dan y fortalecen la esperanza, nos sostienen en el camino de la vida y nos ofrecen la razón permanente por la que vivir con alegría y con paz.
Este año acogemos la llamada que nos hace el Papa Benedicto XVI a reavivar nuestra fe, en un redescubrimiento gozoso del don recibido. Gracias a él creemos que “el Padre, en la plenitud de los tiempos envió a su Hijo para nuestra salvación”. Esta verdad es la razón para vivir el tiempo precioso de preparación orante antes de Navidad, fiesta en la que conmemoramos que Jesucristo nació de Santa María Virgen.
Como sucede en el periodo de gestación de una vida humana, cuando los que la aman cuentan los días que faltan hasta el deseado alumbramiento, la Iglesia nos invita especialmente a reconocer el supremo papel de María en el misterio de la salvación, a amarla filialmente y a imitar su fe y virtud. Ella, la mujer escogida para ser Madre de Dios, es la mejor compañera en el camino de Adviento. Ella, por dar fe a las palabras del Ángel, concibió en su seno al Hijo de Dios.
El Papa, en su carta Porta Fidei, une la fe con la fecundidad, con la esperanza y con la Palabra. “La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Nos hace fecundos, porque ensancha el corazón en la esperanza y permite dar un testimonio fecundo: en efecto, abre el corazón y la mente de los que escuchan para acoger la invitación del Señor a aceptar su Palabra para ser sus discípulos” (PF 7). Sin duda que son los parámetros más acertados para el tiempo de Adviento, que debieran concretar nuestro proyecto como personas creyentes, que alimentan su fe y su esperanza con las Sagradas Escrituras.
Tenemos ante nosotros la posibilidad de convertirnos en testigos de esperanza. En unos momentos tan recios como los actuales, todos los cristianos podemos comenzar la misión de tú a tú, para impregnar nuestra sociedad del gozo de haber sido redimidos, salvados, amados por Jesús. Él es el Salvador, a quien esperamos litúrgicamente en Adviento, a quien podemos recibir cada día en los acontecimientos personales y en la vida sacramental, mientras aguardamos su venida gloriosa.
¿Qué gesto, presencia, actitud percibes en tu interior como llamada concreta y personal para convertirte en testigo de esperanza?¡Feliz y gozoso tiempo de Adviento!
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