El único sobreviviente de la inundación de un barco a causa de una
terrible tormenta terminó en una isla completamente inhabitada. El hombre,
desesperado, rezaba incansablemente a Dios pidiendo por su rescate; todos los
días miraba hacia el horizonte en busca de alguna señal de algún barco pero
nada parecía asomarse.
Cansado, decidió construir una pequeña choza
donde pudiese protegerse de las inclemencias del clima y poner en un solo lugar
sus pocas pertenencias. Pero un día, mientras escarbaba en el duro suelo en
busca de alimentos se dio con la sorpresa de que su pequeña y pobre choza era
consumida por el fuego de las llamas. Lo peor había pasado, pues todo se había
perdido. El hombre estaba devastado y entró en una profunda depresión.