Fue tan grande el amor de Dios a María que, desde toda la eternidad, la eligió para ser la Madre de su Hijo. Y siglos antes de su nacimiento ya nos habla de Ella en la Sagrada Escritura.
En el Gén 3,15 le dice Dios a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Ella te aplastará la cabeza”. Según la traducción de los LXX se dice: “El” (autos) te aplastará la cabeza, entendiendo en forma individual el linaje de la mujer, como refiriéndose al Salvador y, por tanto, entendiendo que la mujer es María, la madre del Salvador. S. Jerónimo en la Vulgata traduce “ipsa conteret caput tuum” (Ella te aplastará la cabeza), entendiendo que se refiere directamente a María. Esta interpretación fue propuesta ya en el siglo II por algunos santos como S. Ireneo, S. Epifanio, S. Cipriano, Isidoro de Pelusio y también, más tarde, por S. León Magno. La misma Virgen María la confirmó, cuando en 1830 se apareció en París a Sta. Catalina Labouré sobre el globo de la Tierra y aplastando la cabeza de una serpiente.