San Pascual nació en Torre
Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el 16 de Mayo, día de
Pentecostés de 1540, fin de la Pascua. Sus padres fueron campesinos. El Martirologio Romano nos dice
que San Pascual Bailón fue un hombre de vida austera y de maravillosa
inocencia. La santa Sede lo proclamó Patrono de los Congresos Eucarísticos y de
las Cofradías del Santísimo Sacramento. Desde
los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después, alrededor
de los 28 será hermano religioso, franciscano.
Su más
grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de
la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía
ofrecer al Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la
Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a
ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo
Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar
la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el
pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando
hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Un día
otros pastores le oyeron gritar: "¡Ahí viene!, ¡allí está!". Y cayó
de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia. De niño siendo pastor, ya hacía
mortificaciones. Por ejemplo andar descalzo por caminos llenos de piedras y
espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino, le
pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que
le pagaban.
A los
24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al
principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había
aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual
llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente
las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen. Como religioso franciscano sus
oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero,
barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la
Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera
libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en
cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el
Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando
ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás
religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual
adorando a Nuestro Señor.
Pascual
compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio
Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: "Estas almas
sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías
humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a
los humildes". Sus
superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar
caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó: "¿Dónde está
Dios?". Y él respondió: "Dios está en el cielo", y el otro se
fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: "¡Oh, me perdí la
ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios
está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero
no fui digno de ese honor". Llegado a Francia, descalzo, con una túnica
vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les
probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho
estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la
presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de
contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo.
Hablaba
poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía
inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba
alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando
podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar. Pascual murió en la fiesta de
Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de
Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso
de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el
Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la
Eucaristía. Cuando estaba
moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: "¿De
qué se trata?". "Es que están en la elevación en la Santa Misa".
"¡Ah que hermoso momento!", y quedó muerto plácidamente.
Después
durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la
elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración
que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a
Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo
tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos. Fue declarado santo en 1690.
(Fuente consultada: aciprensa)
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JOLABE