VIRGINIDAD PERPÉTUA DE MARÍA
La virtud de la TEMPLANZA resalta de una manera peculiar en la VIRGINIDAD perpétua de la Virgen:
(a).- La virginidad corporal o integridad física que supone la carencia total y perpétua de todo deleite carnal en la Virgen.
(b).- La virginidad esencial del alma, o sea la voluntad de evitar todo cuanto se opone a la perfecta castidad.
(c).- La virginidad integral del sentido, o sea la inmunidad de los movimientos de concupiscencia de la carne, de tal manera que no experimentara nada menos casto.
Sin embargo, cuando nos referimos a la Virginidad perpétua de la Madre de Dios, nos referimos a la primera, es decir, a la corporal, puesto que la segunda y la tercera son consecuencias necesarias de su Purísima Concepción y de su plenitud de gracia.
La virginidad corporal de María subsiste:
1.- ANTES DEL PARTO. En la misma concepción, puesto que, según se lee en el Evangelio de San Lucas, concibió a Jesús, no de varón, sino fuera de todo concurso humano: "La virtud del altísimo te cubrirá con su sombra..." (Lc. 1, 37)
2.- EN EL PARTO. Porque dio a luz a su hijo sin romper ni perforar o desgarrar el sello de la virginidad , sin dolor, por especial y portentoso milagro del poder divino: "Como el rayo del sol pasa a través de un cristal, sin romperlo ni mancharlo...", según la hermosa expresión del Catecismo del Pd. Astete. De manera que la mente humana se resistiría a admitir si no estuviera en el misterio de la fe.
3.- DESPUÉS DEL PARTO. Es decir, que después del nacimiento de Cristo tampoco hubo consorcio alguno con varón, y por consiguiente no tuvo otros hijos, y ni siquiera perdió la integridad de su cuerpo de manera puramente accidental.