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viernes, 16 de agosto de 2013

MARÍA, COMPAÑERA DEL REDENTOR

María engendró voluntariamente al Redentor, y por eso es causa de nuestra redención y salvación. En cierto modo todo dependió de su "Hágase en mí según tu palabra", pronunciado libremente ante el amoroso requerimiento de Dios. Que la Santísima Virgen sea íntima compañera o socia del Redentor, se desprende viendo la inseparabilidad entre la Encarnación de Cristo y la Redención. 

En el Credo decimos que creemos en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios... quien por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen. Por consiguiente, si "Cristo Redentor vino para satisfacer por nuestros pecados y para adquirirnos los auxilios de la salvación", es claro que la Santísima Virgen, por su consentimiento en la encarnación, cooperó con Cristo en "satisfacer por los pecados y adquirir para nosotros los auxilios de la salvación.

La Encarnación no es más que el principio de la gran obra. María ofreció a su Hijo para nuestro rescate expresamente: en el templo, para que fuera, como leemos en San Lucas, "ruina y resurrección de muchos" (Lc.2, 34). Y para que ella fuera traspasada por la espada del dolor. Expresiones ambas que dicen demasiado del sacrificio por el cual fuimos redimidos. Más sobre todo cuando estuvo junto a la cruz con Cristo y con toda su voluntad, renunció a los derechos maternales sobre Jesús.