Para algunos el inicio de un nuevo año,
de un nuevo número que caracterice el final de todas las fechas y documentos,
puede significar que todo empieza, que se hizo “borrón y cuenta nueva”.
En realidad, no existe tal borrón. Iniciamos el nuevo año con las deudas
pendientes, con la gripe crónica, con los problemas familiares, con la
psicología que nos oprime... Una serie de parámetros permanecen ahí,
impertérritos, y nos recuerdan, con nuestro nombre y apellido inmutables, que
algo (o mucho) continúa, que recogemos el pasado y con él iniciamos la
navegación incierta, y normalmente llena de esperanzas, del año nuevo.
En momentos especiales como estos, conviene no tirarlo todo por la ventana.
Pero
tampoco es oportuno sentirnos atrapados por el pasado, condicionados por lo que
ha ocurrido. Mucha literatura psicológica nos ha ido “condicionando” hasta el
punto de creer que muchos de nuestros actos, incluso aquellos que creíamos más
libres, más creativos, no serían sino consecuencia de la acción que el
“inconsciente” sigue ejerciendo sobre nosotros, como un dueño y señor
misterioso y tremendo de nuestro destino, por más que no nos demos cuenta de su
poderío.