El ángel le decía a los pastores: "Os traigo una buena noticia, para todo el pueblo". Es lo propio de Jesús, traer buenas noticias, estupendas novedades. Y la primera, la más estupenda novedad, es sobre Dios. Para todos los pueblos de la historia, ha sido un misterio, generalmente lejano y muchas veces temible; buenas noticias: Dios es cercano, podemos conocerle, podemos quererle.
Jesús tenía un estilo muy especial de hablar de las cosas. Lo hacía por comparaciones, hablando en parábolas. Solía decir: "¿a qué compararemos...?". Y así hablaba de lo que Él llamaba "El Reino". Y así habló de Dios. Lo de Jesús se llama Evangelio porque es una noticia, una novedad estupenda. Creo que cuando Jesús hablaba a la orilla del lago, la gente se agolpaba y no le dejaban ni comer, porque les hablaba de Dios y le entendían, y porque Dios, tal como Jesús lo mostraba, era fascinante.
Nosotros los humanos solemos andar angustiados con eso de Dios: unas veces le tenemos mucho miedo (imagínense un señor tan poderoso, legislador, juez, que puede castigar eternamente... da temor); otras veces porque lo vemos tan lejano que nos da igual que exista o no exista. Pero el mensaje de Jesús barre todos esos temores.
Se le ocurre a Jesús comparar a Dios con el aire. Está claro que el aire no lo vemos, pero ya lo creo que lo sentimos. Sin aire no podemos respirar, no podríamos vivir. Se nos mete dentro, oxigena nuestro organismo. Podríamos decir como San Pablo:" en él vivimos, nos movemos y existimos". ¡Y es tan discreto! Durante siglos han vivido los humanos sin demasiada consciencia de que por él estamos vivos. Pero estaba ahí siempre dando vida, tanto si lo conoces como si no. Se nota el aire cuando se mueve o se hace viento, cuando agita las hojas de los árboles, hincha las velas para navegar. Es motor, es impulso.
Todavía es más maravilloso para el ser humano el don de la palabra. Nos elevamos sobre los demás animales por la palabra: expresamos tantos matices, nos comunicamos conocimientos, sentimientos, amor; sin ella estaríamos aislados. Cuando Jesús habla de palabra quiere decir cercanía, comunicación. Y el cuarto Evangelio para definir a Jesús usó la más bella de las comparaciones: Jesús es la palabra, porque en él, hecho hombre, muestra que Dios nos habla, está próximo, cura, "evangeliza", es decir, trae buenas noticias. ¿Haría falta algo más? ¿No es noticia suficientemente buena? Dios no es algo ausente, no estamos solos, nos anima. Maravillosa noticia.
Me imagino a Jesús rezando un día en su casa de Nazaret, recitando aquello del Salmo 27: " si mi padre y mi madre me abandonan, Dios me acogerá". Y levanta Jesús los ojos y ve a su madre María remendando la ropa y a su padre José canturreando mientras da forma a un yugo. Y se le ilumina el corazón: como mis padres, Dios es como mis padres: toda la confianza, toda la exigencia cariñosa, todo el perdón, todo el cuidado... Todo el amor. ¿Qué no se puede esperar de unos padres? Pienso que salió de sus labios la palabra cariñosa de ABBÁ y lloró de emoción al sentirse bien, acompañado y querido por el más maravilloso de los padres. Y ahora sí que no hace falta más.
Naturalmente, Dios es mucho más que eso. La Santísima Trinidad es más de lo que nosotros sabemos y sentimos. Dios no es sólo lo que nosotros podemos comprender ni imaginar. Pero nosotros, la gente sencilla que no tenemos la cabeza para grandes misterios, hemos conocido, por Jesús y en Jesús, todo lo que necesitamos saber de Dios. Que nos alienta con su Espíritu, que nos acompaña y sobre todo, que nos quiere. Por eso podemos decir: "amarás a Dios con toda tu alma, con todo tu corazón, con todas tus fuerzas... porque Él nos quiere mucho.
(J. Enrique Ruiz de Galarreta S.J.)
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JOLABE