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domingo, 12 de enero de 2014

PROFETAS: HOMBRES DE DIOS Y DEL PUEBLO (I)

Presentación
En la Biblia podemos descubrir que para el pueblo de Israel, así como para nuestra Iglesia de hoy, los profetas son de capital importancia: Para Israel fueron los animadores de la historia, analistas de su tiempo, que descubrieron la Palabra de Dios para su pueblo y forjaron la identidad de Israel a partir de Yavé.

En el Antiguo Testamento, los profetas ocupan un lugar destacado. El orden de la Biblia ubica primero a los libros históricos, luego siguen los libros proféticos, que eran muy leídos en las liturgias del pueblo, y al final están los otros escritos.

Para nuestra Iglesia de hoy, los profetas constituyen las personas lúcidas-carismáticas que denuncian el pecado de la sociedad y de la Iglesia, al tiempo que ofrecen luces para orientar nuestro caminar y ayudarnos a ser fieles al proyecto de Dios. Una Iglesia sin profetas es una Iglesia muerta, cómplice de situaciones de injusticia del presente y sin proyección y esperanza. Por eso, el signo de vida de una Iglesia son los profetas.

Para nosotros, ¿qué importancia tiene el estudio de los profetas? ¿conocemos algunos profetas de nuestro pueblo o Iglesia?



¿Qué es un Profeta?

Mucha gente cree que el profeta es aquel que adivina el futuro. Incluso algunos profetas parecen actuar de esa forma. Pero ellos, ante todo, son analistas profundos del presente y no adivinos del futuro. Para saber qué es un profeta tomaremos el texto de Jer 1,4- 10.16-19. Leámoslo detenidamente y descubramos las características del profeta:

a). El profeta es elegido para una misión
“Antes de que tú nacieras yo te consagré-escogí” (v. 5). Jeremías es escogido desde siempre. En el plan de Dios todos somos elegidos para realizar una misión. Nadie está libre de la elección y misión, todos hemos sido elegidos y tenemos una misión por realizar.

La elección de un profeta se da en un momento concreto de su vida: puede ser en la niñez, en la juventud o en la adultez. Si bien todos somos elegidos, hay un momento de la vida en el que descubrimos a Dios que nos llama. En ocasiones, no queremos aceptar esta invitación, nos resistimos y ponemos excusas: “soy un muchacho”, “estoy demasiado viejo para esas cosas”... Diríamos que en la llamada profética se da un forcejeo entre Dios y el elegido. El profeta es escogido o llamado para una misión que, en general, implica anunciar, denunciar, consolar, dar esperanza. En el caso de Jeremías es un llamado para “arrancar y derribar, para edificar y plantar” (v. 10).

b). El profeta es una persona inspirada
“Entonces Yavé extendió su mano y me tocó la boca” (v.9).
Jeremías tuvo una conciencia muy clara de que era Dios mismo quien le hablaba y lo llamaba a ser un profeta, un portavoz del Señor. Desde luego, esta inspiración le viene de una experiencia personal de comunión con Dios, por eso podría decirse que era “Palabra de Yavé”, “oráculo de Yavé”. Isaías dirá que él tenía labios impuros y Dios mismo, con un carbón encendido, se los purificó para que hable en su nombre (Is 6,5).

Cuando sentimos que Dios nos empuja a comunicar su Palabra y no nos podemos quedar callados, estamos frente a lo que llamamos inspiración.

c). El profeta es una persona pública
“Tú ahora renueva tu valor y ve a decirles todo lo que te mande” (v. 17).
Yavé no escoge a Jeremías para que vaya a un monasterio, a un centro de estudios o a un sitio pequeño del templo. El lugar del profeta es la plaza pública o cualquier sitio donde se reúne el pueblo. El profeta se halla en contacto con el mundo que le rodea: conoce las maniobras de los políticos, las intenciones del rey, el descontento de los campesinos, el lujo de los poderosos, la despreocupación de los sacerdotes; él palpa el día a día de la gente de la calle.

d). El profeta es una persona amenazada
“Ellos te declararán la guerra, pero no podrán vencerte, pues Yo estoy contigo” (v. 19). Ser amenazado, perseguido e insultado fue –y sigue siendo- el riesgo constante de los profetas. A Jeremías lo tachan de traidor a la patria, lo rechazan y se burlan de él. La gente se vuelve enemiga de los profetas porque éstos denuncian el mal y se niegan a participar en el pecado de todos. Muchos rechazan su palabra, las autoridades los ven como un estorbo y buscan eliminarlos. Es lo que le sucedió a Juan Bautista y a Jesús…

e). El profeta es una persona carismática
El profeta es una persona carismática que supera las barreras sexuales: puede ser varón o mujer. Es capaz de romper las barreras educativas: puede ser instruido o sin instrucción; romper las barreras de la clase social: puede ser cortesano (como Isaías), y campesino (como Amós y Miqueas). Pero, sobre todo, los profetas son carismáticos porque tienen una gran capacidad de sintonizar con las luchas y esperanzas del pueblo.

En síntesis, podríamos decir que el profeta es una persona carismática, escogida por Dios para llevar adelante la misión de anunciar, denunciar o llevar consuelo a todo el pueblo. Y por esta razón se encuentra constantemente en conflictos que lo pueden llevar incluso hasta la entrega de su propia vida .

En sucesivos artículos vamos a desmenuzar brevemente una síntesis de la historia de los seis Profetas bíblicos más conocidos.
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JOLABE