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sábado, 26 de abril de 2014

DOS CARICIAS DE DIOS PARA EL SIGLO XX


Dos personalidades distintas, dos hombres excepcionales que cambiaron la Iglesia y el mundo, dos faros cuya luz, ahora que son elevados a los altares, rompe las barreras del tiempo y del espacio, dos nuevos papas santos del siglo XX.

Tanto en la historia humana como en la de la Iglesia, la providencia divina de vez en cuando manda a este mundo ángeles y profetas.

Los primeros parecen bendecidos por una bondad natural absolutamente sorprendente, y aunque no lleven alas, son verdaderos mensajeros de Dios que le devuelven al mundo la fe en el hombre, y lo hacen renacer. Los segundos son valientes personalidades hechas a base de golpes, y en ellos parece que el mensaje que Dios nos manda es que en medio del sufrimiento y de la dificultad el hombre puede volver su mirada a Dios hasta el punto de cambiar el mundo.

Dos caminos convergentes hacia un mismo fin: devolver al mundo la esperanza. Así fueron María y Pedro, o Juan Evangelista y Juan Bautista, o Francisco de Asís e Ignacio de Loyola. O Juan XXIII y Juan Pablo II. Un ángel el primero, un profeta el segundo, dos caricias de Dios para el siglo XX.