En el principio era el AMOR.
O la Palabra, que es lo mismo. Porque Dios es palabra enamorada. ¿Quién no
aspira, en lo profundo, al AMOR? Amor de amigos, de amantes, de padres de
hijos. Es verdad que hay gente que bastante tiene con sobrevivir en este mundo.
Y aún en esos casos, es el AMOR lo que hace que en medio de las tormentas y las
lágrimas de vez en cuando asome una risa.
En este mundo, golpeado por tantas
incomprensiones, egoísmos y grietas que a unos y otros anulan, a veces
olvidamos una verdad universal. ¿Quién no quiere amar y ser amado? ¿Quién no aspira a un
momento de intimidad, de comunión, de confianza profunda, en que miras a otros
ojos y te ves en ellos, tal cual eres, y te sientes en paz?
Si nos tuviésemos que
despojar de muchas capas, de inercias, de rutinas, de deseos de temporada. Si
prescindiésemos de ruido y de modas, de apetitos y preguntas… al final ahí
seguiría, en la soledad más honda, en lo profundo de cada uno de nosotros, el
AMOR. Como grito. Como llamada. Como alimento. Como logro. Fíjate en tu vida,
en los nombres importantes. En la gente. ¿No lo ves? Hay un AMOR profundo
atravesando la entraña de la realidad.
Lo triste es que mucha gente
se confunde, y persigue el poder, la riqueza, el dominio, el prestigio o la
fama…olvidando por el camino que, si algo somos, es imagen de un Dios que es AMOR. Así que, ante la duda,
intentemos AMAR a nuestra manera…
(Fuente
consultada: El Promotor de la devoción a la Sagrada Familia).
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JOLABE