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lunes, 1 de febrero de 2016

ORDENACIÓN SACERDOTAL DE UN PALMERINO: JOSÉ ANTONIO CALVO MILLÁN

LA ORDENACIÓN DE UN AMIGO

A manera de crónica quiero comentarles a todos mis paisanos que desde ayer, sábado 30 de Enero de 2016, La Palma del Condado cuenta con un nuevo Sacerdote entre sus hijos. Agradecemos a Dios, Padre de toda bondad, que nos concedió participar de la Eucaristía de su ordenación en la Santa Iglesia Catedral de Huelva, y el habernos permitido acompañar a nuestro amigo José Antonio Calvo Millán, que recibió del Sr. Obispo D. José Vilaplana, su nuevo nombramiento.

Nuestro pueblo se siente muy honrado en haber presentado a la Iglesia a este diácono y amigo para que fuera admitido al orden presbiteral. Por el bautismo  ya era parte viva del pueblo sacerdotal; por la imposición de las manos ha sido consagrado ministro de Cristo, maestro, sacerdote y pastor, para contribuir con su servicio a edificar el pueblo de Dios, que es la Iglesia.

Con la celebración de la Eucaristía comenzó el rito de su ordenación sacerdotal. Nuestro amigo José Antonio fue llamado por su nombre y respondió con la palabra  «presente». El superior lo presentó al celebrante como digno candidato a recibir la ordenación sacerdotal por parte de la Iglesia, y el celebrante lo aceptó de parte de Jesucristo. El rito de la ordenación sacerdotal tuvo lugar inmediatamente después del Evangelio y estuvo dividido en tres partes: los ritos preparatorios, el rito central y los ritos complementarios.

El rito preparatorio consistió en la presentación del candidato, la homilía del celebrante, las promesas sacerdotales y la promesa de obediencia. El rito central constaba de las letanías de los santos, la imposición de manos por parte del Sr. Obispo y de algunos sacerdotes y la oración consagratoria. Los ritos complementarios consistieron en la investidura de los ornamentos sacerdotales, la unción de las manos, la entrega del cáliz y de la patena y el abrazo de la paz.

Como respuesta a las preguntas del celebrante, el diácono, expresó públicamente su deseo de ser sacerdote y prometió ser fiel en el cumplimiento de su ministerio sacerdotal, en la predicación de la Palabra de Dios, en la celebración de los sacramentos y en la oración asidua. Finalmente prometió obediencia a la Iglesia en la persona del Papa, de los Obispos y de sus superiores.

El diácono José Antonio se postró en tierra en señal de humildad, amor y donación a Dios que lo ha llamado. Mientras tanto, la asamblea cantaba las letanías de los santos, pidiendo su intercesión por el que iba a ser ordenado.

La ordenación sacerdotal se realizó con la imposición de manos y la oración consagratoria del celebrante. El Sr. Obispo, en silencio, impuso sus manos sobre la cabeza de nuestro diácono. Este gesto antiguo significa ya desde el tiempo de los apóstoles la transmisión del poder sacramental del Espíritu Santo. Una vez acabada la imposición, algunos de los superiores y sacerdotes, en representación de los sacerdotes presentes, también les impusieron sus manos como gesto de comunión en el sacerdocio. La asamblea acompañaba este momento, de pie y en oración silenciosa. 

En su homilía, el Sr. Obispo le recordó tres cosas fundamentales:
·        1º.- Ser servidor humilde, es decir, saber que ha sido elegido por la Misericordia de Dios y mantener siempre esa conciencia de humildad, de ser vaso de barro llevando siempre un tesoro extraordinario.

·        2º.- Ser un pastor entregado, configurado con Cristo, el único y Buen Pastor y llamado a ser transparencia de Cristo, que cuida y da la vida por sus ovejas, y estando siempre en profunda comunión con Cristo, que restaurará siempre las fuerzas en los momentos oscuros.

·        3.- Ser Icono de la Misericordia del Padre. Recordar siempre que ha sido ordenado en este Año de la Misericordia para ejercer el ministerio sacerdotal, refrendando siempre la Bondad y la Misericordia del Padre especialmente en el Sacramento de la Penitencia y la cercanía a la pobreza humana.

El segundo momento de la ordenación sacerdotal se realizó cuando el candidato se arrodilló y el celebrante, con los brazos extendidos, pronunció la oración consagratoria. Esta oración constituye la forma del sacramento. Son palabras que explican y realizan el significado del gesto de la imposición de manos. Al concluir el rito de la imposición de las manos y la oración consagratoria, el candidato es ya  sacerdote de Jesucristo para siempre.

El nuevo sacerdote, se revistió con los ornamentos sacerdotales, signo visible del carácter sagrado de su ministerio. El recién ordenado presentó las manos al celebrante para que fueran ungidas con el Santo Crisma. La palabra «Cristo», significa «el ungido», y con esta señal, se subraya que el nuevo ordenado es «otro Cristo». El celebrante entregó al nuevo sacerdote la patena con el pan y el cáliz con el vino. Este gesto indicaba que el sacerdote estaba ya ordenado para celebrar el Sacrificio Eucarístico y que él mismo participaba en el sufrimiento y la cruz redentora del Señor.

La vocación al sacerdocio es una llamada gratuita que Dios dirige a algunos hombres para el servicio de la Iglesia, sin tener en cuenta sus méritos precedentes ni otras consideraciones. Éste es el modo de actuar de Dios y de comprobar la grandeza de su AMOR, viendo también la procedencia del nuevo sacerdote nacido en el seno de una familia cristiana y humilde de nuestro pueblo.
El sacerdocio, decía, es una llamada gratuita, pero tiene una importancia insustituible en la Iglesia. Ser Sacerdote es vivir en medio del mundo sin ambicionar sus placeres; ser miembro de cada familia sin pertenecer a ninguna; compartir todos los sufrimientos; penetrar todos los secretos; perdonar todas las ofensas; ir del hombre a Dios y ofrecerle a Él sus oraciones y regresar de Dios al hombre para traer el perdón y la esperanza; tener un corazón de fuego para la CARIDAD y un corazón de bronce para la CASTIDAD; enseñar y perdonar, consolar y bendecir siempre… Esa es la tuya ahora, Sacerdote de Cristo.
El nuevo Sacerdote palmerino celebrará su primera Misa en La Palma el próximo día 5 de Febrero y, a la misma, está todo el pueblo invitado a acompañarle.
Y tú, querido José Antonio, piensa que desde ahora eres ministro y dispensador de los misterios de Dios. Explicarás a todos la Palabra de Dios; dispensarás la gracia en los sacramentos, de modo especial en la Eucaristía y en la Penitencia; guiarás al pueblo cristiano a los pastos de la vida eterna, también con tu oración y tu buen ejemplo; y servirás de apoyo a las almas para que conozcan cada vez mejor las maravillas de la vida cristiana en este mundo y la esperanza de la vida eterna.

Enhorabuena a este nuevo Sacerdote, hijo de La Palma y amigo nuestro, y a toda su familia por habernos regalado un nuevo ministro de la Iglesia y del que se puede sentir verdaderamente orgullosa.  



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José Lagares Bellerín