COMENTARIO AL CATECISMO DE LA
IGLESIA CATÓLICA
Si Dios es bueno,
¿por qué permite el mal?
Son muchas las personas que
hoy se hacen esta pregunta con un cierto tono de acusación a Dios. Algo así
como si pretendieran sentarle en el banquillo de los acusados para que rindiera
cuentas de sus acciones ante los jueces humanos que le procesan, no sin una
buena dosis de soberbia.
Sin embargo, ¿puede un
criminal acusar a otro? Me temo que no, solamente el inocente puede acusar al
culpable. Y ¿acaso somos nosotros más sabios y más buenos que Dios para darle
lecciones de cómo debe actuar? De ahí que la actitud más noble, más sincera y
más sana por nuestra parte, sea la de inclinar la cabeza humildemente ante el
misterio de Dios e intentar comprenderlo en la medida de nuestras pobres y
limitadas posibilidades.
Mucha gente blasfema y culpa
a Dios del mal que nos rodea (guerras, terrorismo, drogas, paro, accidentes,
matrimonios y familias rotas, enfermedades, etc.), pero que en realidad es
fruto únicamente de la maldad del ser humano que se deja seducir por la
tentación de Satanás cayendo en el pecado. No es casualidad que el mundo, la
sociedad, la educación, los matrimonios, la familia, los jóvenes, los niños, la
política, la economía, etc., estén cada vez más podridos al alejarse del Señor
y darle la espalda.
Dios no ha creado el mundo
perfecto, sino en camino de perfección. Lo mismo ocurre con nosotros que vamos
madurando, aprendiendo, perfeccionándonos, a lo largo de toda nuestra vida. Con
una mirada sobrenatural, Santa Ángela de la Cruz nos enseña cual debe ser nuestra
actitud respecto a los aconteceres de nuestra existencia: mirarlo todo desde
Dios, con los ojos de la Fe. “Entregarse
en los brazos de Dios como niños en los de su padre, que este buen Padre no
quiere nada malo para sus hijos. Todo lo manda para nuestro bien, todo lo
permite porque nos conviene, todo lo ordena para santificarnos; nosotros somos
los que no nos aprovechamos y no hacemos buen uso de lo que Dios nos presenta
para practicar las virtudes”.
Cuando Dios realizó la
creación, creó libres a los ángeles y a los hombres, lo cual significaba que
podían desviarse del camino trazado por Dios (el bien) eligiendo el mal; pero
Dios respeta siempre su libertad. De esa manera es como el mal moral, el
pecado, (mucho peor que el mal físico, corporal) entró en el mundo. El origen,
la causa del mal no está en el Creador, ni directa ni indirectamente, sino en
la criatura humana. No obstante, Dios en su poder infinito permite el mal (no
lo desea), para sacar un bien mayor. Del mayor mal que ha ocurrido en toda la
historia de la humanidad: el asesinato de Cristo, el Hijo de Dios en la Cruz,
causado por los pecados de todos los hombres, de ahí precisamente nos ha venido
la salvación y todos los bienes con ella.
Lo que juzgamos como grandes
desgracias en nuestra vida, puede que lo hayan sido a los ojos de Dios porque
nos han dado una gran lección: comprender lo que realmente vale la pena. Madre
Angelita nos dice: “Dios lo ha hecho,
bendita sea su santa voluntad en el tiempo y en la eternidad. Y tener un
convencimiento profundo de que así nos convenía, porque nuestro Señor que todo
lo ve, lo sabe y lo puede, es quien lo ha dispuesto; y, todo lo que dispone es
para nuestro bien espiritual, aunque nosotros, como somos tan limitados, no lo
conozcamos”.
(Fuente consultada: Gabriel
Calvo Zarraute, sacerdote de Jesucristo – Revista HH. de la Cruz nº 18).
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JOLABE