El viernes santo es un día de intenso dolor, pero dolor
dulcificado por la esperanza cristiana. El recuerdo de lo que Jesucristo
padeció por nosotros no puede menos de suscitar sentimientos de dolor y
compasión, así como de pesar por la parte que tenemos en los pecados del mundo.
La celebración de la pasión del Señor tiene lugar a primeras horas
de la tarde, alrededor de las tres, hora en que Jesús fue crucificado. La
liturgia se divide en tres partes: liturgia de la palabra, adoración de la cruz
y comunión.
La ceremonia comienza de una manera escueta. El celebrante y los
ministros se aproximan al altar en silencio, hacen una reverencia o bien,
siguiendo el uso antiguo, se postran. Todos rezan en silencio durante unos
segundos. A continuación el celebrante lee la oración colecta, y después todos
se sientan para escuchar las lecturas.