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domingo, 16 de diciembre de 2018

¿SE ESTÁN PERDIENDO LAS BUENAS COSTUMBRES?


Una de las enfermedades que más rápidamente se contagia es la gripe, aunque hay otra enfermedad, que no es precisamente del cuerpo sino del alma, que se propaga más rápidamente todavía: no ponerse de rodillas ante Dios. No arrodillarse en la Iglesia durante la Consagración o cuando pasa por delante nuestra el Cuerpo de Cristo o cuando uno está ante la presencia de Jesús Sacramentado.
Hasta hace poco más de cuarenta años, la gran mayoría de las personas que asistían a Misa se arrodillaban en el momento de la Consagración y cuando pasaba el Santísimo delante de ellas en la procesión del Corpus o en el Sagrario. En la actualidad, en la mayoría de las parroquias, no se arrodillan porque pienso que creen que es un signo de humillación.

No arrodillarse ante Dios puede deberse a varias razones:
·         Porque se está físicamente impedido: ya sea debido a la edad o una enfermedad. Entonces queda excusado de ponerse de rodillas, pero lo que no debe es perder el sentido de adoración ante Dios, por lo que en los momentos señalados deberá hacer una profunda inclinación de cabeza.


·         Porque no sepa que ha de ponerse de rodillas: es el caso de los niños. No obstante, los padres han de enseñar a sus hijos a arrodillarse en los momentos señalados, tal como la Iglesia indica.

·         Porque haya perdido la fe en Dios: esta pérdida de la fue puede ser teórica o especulativa, o práctica (uno sigue creyendo en Dios, pero ya no le da culto de adoración). Esta última, es la causa más frecuente de que muchos cristianos no se pongan nunca de rodillas ante Dios; han perdido el sentido de adoración a Dios, pues Él ya no es “su Dios”; en su lugar, idolatran las cosas del mundo, a sí mismos….
Cuando estamos ante el Señor, hemos de arrodillarnos. Arrodillarse es un acto de humildad y de justicia. Es reconocerse criatura ante el Creador. Quedarnos de pie ante Él, salvo que haya un impedimento real para arrodillarnos, es ponerse ante Dios “de igual a igual”, es fruto o de una gran inconsciencia o de una gran soberbia.

Arrodillarse ante el Señor es además un acto de fe. Si me arrodillo, es porque creo que Él está allí presente. Los católicos, nos arrodillamos ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que en Él está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su Hijo único. Así, pues nos ponemos de rodillas en presencia de la Hostia y del Vino consagrados, porque reconocemos que ese pan y ese vino después de la consagración, desde ese momento es Cristo en su Cuerpo y en su Sangre.
Siempre nos llama la atención que hasta el mismo Cristo se arrodillaba cuando oraba a su Padre; luego el hecho de ser Hijo de Dios no le impedía ponerse de rodillas ante su Padre en ciertas ocasiones:
·         Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra, y poniéndose de rodillas, oraba” (Lc 22:41).

·         Hecho también recogido por san Marcos: “Y adelantándose un poco, se postró en tierra y rogaba que, a ser posible, se alejase de él aquella hora” (Mc 13:45).


Nunca está el hombre más cerca de Dios que cuando, arrodillándose ante su presencia y reconociéndose como su criatura, eleva sus ojos y reza con humildad, arrepentimiento, esperanza y devoción. No perdamos las buenas costumbres, por favor…



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JOLABE