La
catequesis tiene como centro a Cristo, su finalidad es propiciar la comunión
con Jesucristo en el convertido, (Catechesi Tradendae, 5). Lo que ésta persigue
no es otra cosa que lograr que el catequista pueda animar eficazmente a la
comunidad y lograr que se:
• Anuncie a Jesucristo.
• Dé a conocer su vida, enmarcándola en el conjunto de la Historia
de la Salvación.
• Explique su misterio de Hijo de Dios, hecho hombre por nosotros.
•
Ayude finalmente, al catecúmeno y a la comunidad a identificarse con Jesucristo
en los sacramentos de iniciación.
El catequista debe ser
consciente de que cualquier actividad pastoral que no cuente para su
realización con personas verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro
su calidad. Los instrumentos de trabajo catequísticos no son eficaces si no se
utilizan por catequistas bien formados.
Dado el papel de “educadores
en la fe” que tienen, deben motivarse fuertemente a ser, al mismo tiempo:
maestros, educadores y testigos, ya que la catequesis “cumple, al mismo tiempo,
tareas de iniciación, de educación y de instrucción” (Directorio General de
Catequesis, 31). Deberán, en efecto, formar al cristiano en el conocimiento del
misterio de Cristo, en la vida evangélica, en la oración y en la liturgia, así
como en el compromiso evangelizador.
Todo catequista debe
preocuparse por: La preparación y revisión de las sesiones de catequesis.
Esta revisión está directamente vinculada a la práctica concreta de la
catequesis. Su duración es constante e indefinida ya que requiere una
evaluación periódica. Para esto, puedes preguntarte: ¿Qué quiero lograr?, ¿qué
medios voy a emplear?, ¿cómo lo quiero lograr?, etc.
Si observamos a nuestro
alrededor la cantidad de personas que dudan, que se preguntan sobre el sentido
de Dios, de la Iglesia, de su vida, nos daremos cuenta que para responder a
éstas y otras preguntas es menester estar mejor preparado. El aconsejar al que
lo necesite es una obra de misericordia espiritual, implica dar el consejo
recto, usar las palabras correctas y guiar hacia Dios a la persona.
El movimiento catequético que
vive la Iglesia invita también, a los catequistas a ser integradores, que sepan
superar “obstáculos, diferencias, problemas” y ofrecer una catequesis plena y
completa. El catequista debe además estar formado con una espiritualidad de
laico, y con un gran estilo y sensibilidad que le permitan desempeñar mejor su
ministerio.
El catequista debe abrir su
horizonte, debe ser capaz de ver más allá de su ambiente, debe desarrollar su
visión hacia la construcción de una sociedad más humana y fraterna.
Pero es necesario también que
reflexionemos sobre la importancia que tiene este proceso de
enseñanza-aprendizaje. No es suficiente que los padres inscriban a los niños en
la parroquia. Es conveniente que también ellos se integren a este proceso
formativo; que se preocupen por aprender junto a sus hijos lo que los
catequistas les van compartiendo. Es indispensable que también los padres de
familia acompañen a sus hijos a Misa, participen en la catequesis familiar, que
asistan a las reuniones de padres de familia, y lo que es más importante,
ayuden a sus hijos en el cumplimiento de las tareas, deberes y trabajos. Muchas
de estas tareas son compartidas y se prestan para realizar un trabajo
complementario entre padres e hijos.
Nuestro Párroco, D. José S.
González Suárez, se ha dirigido hace unos días a todas las familias de La Palma
del Condado para referirse a la Catequesis como actividad fundamental de la
Iglesia. He aquí una grabación de esta intervención parroquial de la que les
hablamos.
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JOSÉ LAGARES