No hace falta que busques a Dios muy lejos de ti. Dios vive en tu propio corazón. Dios está más dentro de ti que lo más íntimo de ti mismo y más alto que lo más supremo de tu ser, como diría S. Agustín. "¡Qué grande es el ser humano! Dios, viviendo en lo más íntimo de su ser. Dios y el hombre, unidos por el mismo amor y la misma vida divina. Dios y el hombre, Padre e hijo, abrazados por el mismo amor."
Esto es lo que los teólogos llaman la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma del hombre bueno, pues el pecado original o el pecado mortal nos privan de esta vida divina. Por eso, es tan importante el bautismo y la confesión, para ser plenamente hombres, con cuerpo, alma y espíritu y no solamente con cuerpo y alma. Esta unión de Dios y el hombre por la gracia santificante es algo equivalente a la unión hipostática de la humanidad y la divinidad en la persona de Jesús.