Yo creo que todos hemos reflexionado alguna vez sobre el misterio de la vida. Lo breve que es la vida. Al principio se hace larga. Se camina muy lentamente.
Pero todo llega en la vida. Una juventud que rebosa fuerza, alegría, ilusiones.Todo se ve color de rosa. Se emprenden mil proyectos. Nada se ve imposible. Se pone uno el mundo por montera, como suele decirse. Con el paso del tiempo insensiblemente se va llegando a la madurez. Se ven las cosas con más serenidad y aplomo. Nos hacemos personas más responsables. Se van tomando decisiones que marcan el rumbo de nuestra vida para siempre. Pensemos en el matrimonio. Una carrera u otra vocación que nos marca definitivamente.
Pero con el tiempo en el horizonte de la vida van apareciendo problemillas, que a veces llegan a ser verdaderos dramas. La salud se resiente. Las goteras de la salud se van quebrantando. La marcha del matrimonio, la educación de los hijos,La dinámica de la vida, que se va haciendo compleja. El trabajo, la economía y la calidad de la vida misma. Se van perdiendo facultades. El cansancio aparece en el horizonte y se hace uno más reflexivo. En lontananza se vislumbra el misterio de la muerte con su guadaña a cuestas.
Aquí puede y debe jugar un papel muy importante nuestra fe cristiana. De Dios venimos y hacia Él vamos caminando. Un Dios Padre y Madre, que nos envuelve con su ternura infinita. Este Dios que se ha rebelado en Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre. En todo semejante a nosotros menos en el pecado. Muerto y resucitado. Prenda y garantía de nuestra propia resurrección. Este Señor Jesús que venció a la muerte de una vez para siempre. Y nos ha abierto las puertas del cielo. Esta es nuestra fe, esta es nuestra esperanza, con este gemido de amor vivimos.
(Alfonso Moreno, O. Carm.)
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JOLABE