Ocurre
con frecuencia que los cristianos, en nuestras celebraciones usamos ritos cuyo
sentido desconocemos, no entendemos su lenguaje; celebramos sacramentos e
ignoramos su contenido. No estamos iniciados para entender los símbolos que con
tanta riqueza se usan en dichas celebraciones, o al menos nuestra formación es
mediocre e incompleta en la simbología sacramental.
El
Bautismo es pórtico de la vida en el espíritu, el nuevo nacimiento, el
sacramento de la fe. Una celebración sacramental está tejida de signos y
de símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación tiene
su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los
acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud en la persona y
la obra de Cristo. El pueblo elegido recibe de Dios signos y símbolos
distintivos que marcan su vida litúrgica: no son ya solamente celebraciones de
ciclos cósmicos y de acontecimientos sociales, sino signos de la Alianza, signos
de las grandes acciones de Dios en favor de su pueblo. En su predicación, el Señor
Jesús se sirve con frecuencia de los signos de la creación para dar a conocer
los misterios del Reino de Dios. Realiza sus curaciones o subraya su
predicación por medio de signos materiales o gestos simbólicos. Da un sentido
nuevo a los hechos y a los signos de la Antigua Alianza, sobre todo al Éxodo y
a la Pascua, porque él mismo es el sentido de todos estos signos.