La celebración eucarística es acción de Cristo y de la Iglesia (un pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección del Obispo).
Por eso,
pertenece a todo el Cuerpo de la Iglesia, influye en él y lo manifiesta; pero
afecta a cada uno de sus miembros según la diversidad de órdenes, funciones y
actual participación. De este modo, el pueblo cristiano, «linaje escogido,
sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido», manifiesta su coherente y
jerárquica ordenación.
Todos, por tanto,
ministros ordenados o fieles laicos, al desempeñar su ministerio u oficio,
harán todo y sólo aquello que les corresponde. Esta es la “regla de oro” en la actuación litúrgica.