Nos hacemos eco de la Carta Pastoral, que con motivo de la próxima Cuaresma, nos ha dirigido el Sr. Obispo de nuestra Diócesis de Huelva y que, con mucho gusto, transcribimos para todos/as los palmerinos en este comienzo de la Cuaresma 2020. Estas son sus palabras:
Queridos hermanos y hermanas:
En nuestra sociedad se habla frecuentemente de formación permanente. Los
profesionales se reúnen a menudo para hacer cursos que les permitan ofrecer sus
servicios a la sociedad con mayor competencia, afrontando los retos que se les
presentan y adquiriendo nuevos conocimientos y habilidades que les permitan
“seguir al día”.
De manera semejante, cada año la
Cuaresma nos invita a “ponernos al día” en nuestra vida cristiana, en lo que
podemos llamar conversión permanente. El Señor inició su predicación con la expresión:
“Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Estas palabras las
escucharemos el miércoles de Ceniza, aplicadas a cada uno de nosotros:
conviértete. Sí, necesitamos constantemente esa exhortación porque nunca
estaremos convertidos del todo. Hay aspectos de nuestra vida que necesitan ser
revisados, purificados, renovados. Siempre necesitamos volver a Dios, cambiar
de rumbo, darle la cara y no la espalda, porque de manera casi imperceptible
nuestra mentalidad se deja seducir por comportamientos que nos alejan del
Evangelio. Necesitamos, pues, esa conversión permanente.
Con frecuencia, al inicio de la
Cuaresma hacemos el propósito de ser mejores personas cambiando nuestros
comportamientos negativos. Esto está bien, pero necesitamos ir más al fondo de
la cuestión. Y es que no es suficiente conformarse con el cumplimiento de las
normas sin cuestionarnos cómo está nuestra relación con Dios. La auténtica
conversión nos sitúa ante la bondad y la misericordia de Dios, nuestro Padre.
Necesitamos restablecer nuestra relación paterno-filial, reconociendo que Dios
nos ha amado primero (Cf. I Jn 4, 19), hasta el punto de entregarnos a su Hijo
Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros. Si tomamos conciencia de este
amor tan grande y entrañable -“Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles” (Sal 103, 13)- entonces sentiremos la
necesidad de corresponder a su amor, con amor de hijos que buscan agradar a
Dios en todo, sin quedarse en el cumplimiento frío y superficial de sus
mandatos.
La relación filial con Dios Padre
nos abrirá los ojos ante nuestros semejantes para reconocerlos como hermanos y
restablecer con ellos unas relaciones más auténticas que nos lleven al perdón,
a la misericordia y a la ayuda mutua.
Con esta perspectiva adquirirán
todo su sentido las prácticas cuaresmales que la Iglesia nos propone: la
oración, la limosna y el ayuno. La oración nos ayudará a encontrarnos con Dios
para gustar y ver qué bueno es el Señor (Cf. Sal 34, 9). La limosna abrirá
nuestro corazón de hermano para compartir nuestros bienes con aquellos que más
lo necesitan. El ayuno nos permitirá renunciar a nuestros apegos y egoísmos que
nos restan tiempo para Dios y generosidad con los más vulnerables. Estas tres
prácticas están interrelacionadas y estarán llenas de autenticidad si las
vivimos desde su más profundo sentido. Aprovechemos, queridos hermanos, este
tiempo de Cuaresma y no nos detengamos en este camino de conversión que nos
ayuda a identificarnos más con Jesús, nuestro Maestro, para ser discípulos cada
día más fieles.
Finalmente, os invito a no vivir
este tiempo en solitario: la hucha del gesto cuaresmal nos ayudará a vivirlo en
familia; en la parroquia, aprovechándonos de las celebraciones penitenciales
para hacer una buena confesión, de las charlas, los encuentros, los retiros,
los ejercicios piadosos que se nos ofrecen; en nuestras hermandades, viviendo
con sinceridad los cultos preparatorios, sin quedarnos en lo externo, sino
mirándonos en el espejo de Jesucristo sufriente y de su Santísima Madre, la
Virgen fiel; y también en los proyectos diocesanos, como los jueves cuaresmales
de oración para jóvenes u otros encuentros que se ofrecerán en las distintas
parroquias de todos los arciprestazgos. Cuando nos unimos y aunamos esfuerzos podemos
comprobar, gracias a Dios, resultados preciosos, como la Casa Santa María de
los Milagros, el Hogar Oasis, la Casa de la Buena Madre, el Refugio de San
Sebastián y otros proyectos de solidaridad con los últimos sostenidos por
muchos, a quienes agradezco su generosidad.
La Virgen María, sea cual sea la
advocación con la que la invoquemos, va a estar muy presente en nuestro camino
cuaresmal. Con Ella, sigamos a Cristo hasta la Cruz, para compartir el Don del
Espíritu Santo, fruto del Misterio Pascual de Jesucristo, nuestro Señor.
Con todo afecto os bendigo.
+ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva
Obispo de Huelva
Huelva, 12 de febrero de 2020.
Fiesta de la Dedicación de la Santa Iglesia Catedral de Huelva.
Fiesta de la Dedicación de la Santa Iglesia Catedral de Huelva.
(Publicado
el 25 febrero, 2020 por Prensa)
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JOSÉ LAGARES
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