miércoles, 5 de agosto de 2015

MARÍA, TESTIMONIO DE LA FE


Estamos inmersos en Agosto y, aparte de sentir el calor propio del verano, empezamos a sentir el calor de nuestra Madre la Señora del Valle que, con sus sones de campanilleros, nos recuerda la cita que tenemos con Ella todos los hijos de este su pueblo de La Palma. Se acerca la hora de cumplir, un año más, con aquél voto solemne de nuestros antepasados realizado en aquellos terribles años del cólera que azotaba nuestro pueblo.



Hoy no voy a hablar de nuestras tradiciones religiosas y de nuestra devoción hacia nuestra querida Patrona. Hoy quiero referirme a un aspecto cristiano del que Nuestra Señora es la mejor embajadora y el mejor ejemplo. Me refiero concretamente a su testimonio de Fe que tanto nos importa a los cristianos.

 La Virgen, Nuestra Señora, es ante todo un prodigio del poder y del amor de Dios, que la escogió desde toda la eternidad. La ensalzó sobre todas las criaturas, como correspondía a la Madre de Dios. Así lo reconoce Ella en el canto del Magnificat: “El Todopoderoso ha hecho grandes cosas en mí porque se ha fijado en la humildad de su esclava” (Lc. 1,48-49).

Pero hay una actitud en María, que apunta el Evangelio, y que ha resaltado el Concilio Vaticano II. Me refiero a la FE. Por la Fe se abrió al plan de Dios sobre su vida. Lo vemos en el pasaje de la Anunciación del Ángel. María va a ser Madre de Dios por obra del Espíritu Santo. Ella acepta con una Fe incondicional. Su prima Santa Isabel la felicitará diciendo: “Dichosa tú porque has creído” (Lc.1, 45).

La Virgen María vivió de Fe toda su vida. Una Fe que es oscura. A veces no comprende el sentido de las palabras. Pero “escucha”, “medita”, lo “guarda todo en su corazón”. En la vida pública de María es la perfecta discípula de Jesús, que escucha y acoge sus palabras, confirmando la Fe de los discípulos, como se ve en el milagro de las bodas de Caná de Galilea.

El momento culminante de la Fe de Nuestra Señora tuvo lugar en el momento de la muerte de Jesús en el Calvario. Como Madre de Jesús “consintió” en la muerte de su Hijo, “sufrió profundamente”, y “se asoció con entrañas de madre” a su sacrificio. Eso es lo que dice el Concilio Vaticano II, poniendo a la Virgen María como modelo nuestro:

Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la Fe, y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, se mantuvo erguida y sufriendo con su Unigénito y asociándose con entrañas de madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que Ella misma había engendrado” (LG 58).

La FE es un don de Dios. Abre el horizonte de nuestras vidas. Sabemos de dónde venimos y hacia dónde caminamos. Clarifica los interrogantes más profundos del corazón humano. En este sentido la Fe de María nos puede ayudar mucho en estos días de la Novena que ahora comienza en nuestra Parroquia en su honor. María del Valle va a iluminar nuestras vidas en esas noches oscuras de nuestro paso por este valle de lágrimas. AMÉN.

¡ VIVA LA VIRGEN DEL VALLE !
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JOLABE