lunes, 3 de octubre de 2011

IV. SACERDOTES DIOCESANOS

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Jesucristo ha querido llamar a algunos hombres para que continúen su misión haciendo presente su sacrificio a los hombres a través de la celebración de la Eucaristía y de los sacramentos. Su misión fundamental es apacentar al rebaño de Cristo, haciendo las veces del Señor, que es el Buen Pastor por excelencia. Son los sacerdotes.  
Un sacerdote puede pertenecer a una diócesis, que es, por decirlo en modo simple, una zona geográfica en la que la Iglesia peregrina, y que está presidida por un obispo, sucesor de los apóstoles. El sacerdote diocesano recibe el sacramento del orden para apacentar esa porción de la Iglesia. Se suele formar en el seminario de una diócesis y está a la entera disposición del obispo diocesano. El sacerdote diocesano hace una promesa de castidad al recibir el diaconado (lo hacen también los religiosos) y de obediencia a su obispo. En cuanto a su espiritualidad, cada sacerdote diocesano puede elegir la que más le ayude: algunos buscan ellos su propio camino, otros se suman a la espiritualidad franciscana, o carmelita, o del Opus Dei, o del movimiento de los Focolares, o de los jesuitas, o del Regnum Christi, o de muchas otras realidades en la Iglesia.  
El sacerdote diocesano es aquel sacerdote, que en comunión con su obispo, quiere vivir como otro Cristo en medio nuestro, reside en su propia diócesis, región que lo vio nacer y donde ahora sirve a sus hermanos siendo puente entre ellos y Dios.
Esta tarea la cumple principalmente a través de:
-la administración de los sacramentos, que son encuentros reales con el misterio del Dios que se da a sí mismo, perdona, y santifica;
-la predicación de la Palabra de Dios, que es la transmisión de los sentimientos del corazón de Dios mismo hacia nosotros;
-el ejercicio de la caridad pastoral, que como otro Cristo, Buen Pastor, guía y cuida del rebaño de Dios a él encomendado en las diversas realidades que nos rodean: parroquias, movimientos, colegios, universidades, hospitales, instituciones civiles, obras de caridad y beneficio social, etc.
 

Párroco: D. José Silvestre González Suárez, 2015.

Adscrito: D. José Rafael Prieto Santana, 2017.

Vicario Parroquial: D. Ruben Sanchez Arancibia 2019.

Sacerdotes hijos de La Palma del Condado:
D. Francisco Aguilar Díaz (Párroco - Santa Olalla del Cala y Administrador Parroquial – Zufre - D. HUELVA)
D. Antonio Cepeda Lepe - (Parroco - Gibraleon - D. HUELVA)
D. Manuel Domínguez Lepe (Párroco – Cartaya y Administrador Parroquial – El Rompido -  D. HUELVA)
D. Cristóbal Robledo Rodríguez (Parroco moderador - Bollullos del Condado - D. HUELVA )
D. Martín José García Ramírez (D. HUELVA)
D. Pedro José López Suárez (Capitan Capellan del SARFAS, capellan castrense de la paz de Burgos - D. CASTRENSE)
D. Servando Pedrero Lagares (Párroco – Valverde del Camino y de Berrocal y Arcipreste - Minas -  D. HUELVA)
D. Juan Pablo Domínguez Teba (Parroco - Lantejuela y capellan de las Hermanas de la Cruz de Osuna - D. SEVILLA)
D. José Antonio Pichardo García (Vicario Parroquial - Parroquia de San Benito Abad en Madrid y Notaría de expedientes de Matrimonios en Arzobispado D. MADRID)
D. Elias Dominguez Teba -  (Párroco - San Cristóbal de Burguillos y de San Ignacio de Loyola del Vir - D. SEVILLA) 
D. Antonio Fernandez Albarrán - (Párroco - Villalba del Alcor y  Manzanilla D. HUELVA)
D. José Antonio Calvo Millán -  (Vicario Parroquial - Almonte y Rocio - D. HUELVA)

10 de mayo
San Juan de Avila  

Juan significa: "Dios es misericordioso".
San Juan de Avila tuvo el privilegio de ser amigo y consejero de seis santos: San Ignacio de Loyola, Santa Teresa, San Juan de Dios, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara y Fray Luis de Granada. Dicen que él es la figura más importante del clero secular español del siglo XVI.
Nació en el año 1500. De una familia muy rica, al morir sus padres repartió todos sus bienes entre los pobres y después de tres años de oración y meditación se decidió por el sacerdocio. Estudió filosofía y teología en la Universidad de Alcalá y allá hizo amistad con el Padre Guerrero que fue después arzobispo de Granada y su amigo de toda la vida.
Desde el principio de su sacerdocio demostró una elocuencia extraodinaria. El pueblo acudía en gran número a escuchar sus sermones donde quiera que él iba a predicar. Cada predicación la preparaba con cuatro o más horas de oración de rodillas. A veces pasaba la noche entera ante un crucifijo o ante el Santísimo Sacramento encomendando la predicación que iba a hacer después a la gente. Y los resultados eran formidables. Los pecadores se convertían a montones. A sus discípulos les decía: "Las almas se ganan con las rodillas". A uno que le preguntaba como hacer para lograr convertir a alguna persona en cada sermón, le dijo: "¿Y es que Ud. espera convertir en cada sermón a alguna persona?". "No, ¡eso no!", respondió el otro. "Pues por eso es que no los convierte", le dijo el santo, "porque para poder obtener conversiones hay que tener fe en que sí se conseguirán conversiones. ¡La fe mueve montañas!."
A otro que le preguntaba cuál era la principal cualidad para poder llegar a ser un buen predicador, le respondió: "La principal cualidad es: ¡amar mucho a Dios!".
Pidió viajar de misionero a América del sur, pero su amigo el Arzobispo de Granada le dijo: "Aquí en España también hay muchos a quienes misionar y evangelizar. ¡Quédese predicando entre nosotros!". Le obedeció y se dedicó a predicar por Andalucía, por todo el sur de España. Y las conversiones que conseguía eran asombrosas. Su predicación era fuerte. No prometía vida en paz a quienes querían vivir en paz con sus pecados, pero animaba enormemente a todos los que deseaban salir de su anterior vida de pecado. Un gran número de sacerdotes le seguía para ayudarle a confesar y colaborarle en la catequesis de los niños y en la administración de los sacramentos. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, todos acudían con gusto a escucharle.
Dios le concedió a San Juan de Avila la cualidad especialísima de ejercer un gran ascendiente sobre los sacerdotes. Por eso el Sumo Pontífice lo ha nombrado "Patrono de los sacerdotes españoles". Bastaba con que lo vieran celebrar misa o le oyeran un sermón para que los sacerdotes quedaran muy agradablemente impresionados de su modo de obrar y predicar. Y después en sus sermones, ellos estaban allá entre el público oyéndole con gran atención. El sabio escritor Fray Luis de Granada se colocaba cerca de él, lápiz en mano, e iba escribiendo sus sermones. De cada sermón del santo, sacaba el material para predicar luego diez sermones. Los sacerdotes decían que el Padre Juan de Avila predicaba como si estuviera oyendo al mismo Dios.
Fue reuniendo grupos de sacerdotes y por medio de hacerles meditar en la Pasión de Jesucristo y en la Eucaristía y de rezar y recibir los sacramentos, los iba enfervorizando y después los enviaba a predicar. Y los frutos que conseguía eran inmenoss. Unos 30 de esos sacerdotes se hicieron después Jesuitas. Otros colaboraron con la redforma que San Juan de la Cruz y Santa Teresa hicieron de los padres Carmelitas y muchos más llenaron de buenas obras las parroquias con su gran fervor.
Un día en Granada, mientras San Juan de Avila pronunciaba un gran sermón, de pronto se oyó en el templo un grito fortísimo. Era San Juan de Dios que había sido antes militar y comerciante y que ahora se convertía y empezaba una vida de santidad admirable. En adelante San Juan de Dios tendrá siempre como consejero al Padre Juan de Avila, a quien atribuirá su conversión.
Los enemigos y envidiosos lo acusaron de que su predicación era demasiado miedosa y de que se proponía hacer que las gentes fueran demasiado espirituales. Y el santo fue llevado a la cárcel y allí estuvo de 1532 a 1533. Aprovechó su prisión para meditar más y crecer en santidad. Cuando se le reconoció su inocencia y fue sacado de la prisión el pueblo lo ovacionó como a un héroe.
A muchas personas les dio dirección espiritual por medio de cartas. Después reunió una colección de esas cartas y las publicó con el título de "Oye hija" y fue un libro muy afamado y que hizo gran bien a los lectores.
Su devoción a la Virgen era tan grande que lo hacía exclamar: "Más preferiría vivir sin piel, que vivir sin devoción a la Virgen María".
Fundó más de diez colegios y ayudaba mucho a las universidades católicas. Su autoridad y su ascendiente eran muy grandes en todas partes.
Sus últimos 17 años fueron de enormes sufrimientos por su salud que era muy deficiente. En él se cumplía aquello que dijo Jesús: "Mi Padre, al árbol que más quiere, más lo poda, para que produzca mayor fruto". Pero aunque sus padecimientos eran muy intensos, no por eso dejaba de recorrer ciudades y pueblos predicando, confesando, dando dirección espiritual y edificando a todos con su vida de gran santidad. Tres temas le llamaban mucho la atención para predicar: la Eucaristía, el Espíritu Santo y la Virgen María.
Una de sus cualidades más admirables era su gran humildad. A pesar de sus brillantes éxitos apostólicos, siempre se creía un pobre y miserable pecador. Cuando estaba agonizante vio que un sacerdote lo trataba con muy grande veneración y le dijo: "Padre, tráteme como a un miserable pecador, porque eso es lo que he sido y nada más".
Cuando en su última enfermedad los dolores arreciaban, apretaba el crucifijo entre sus manos y exclamaba: "Dios mío, si sí te parece bien que suceda, está bien, ¡está muy bien!".
El 10 de mayo del año 1569, diciendo "Jesús y María" murió santamente. Fue beatificado en 1894 y el Papa Pablo VI lo declaró santo en 1970.
San Juan de Avila: tú que con tus sermones lograste tantas conversiones de pecadores, alcánzanos del Señor Dios, que también nosotros nos convirtamos. 
San Juan de Avila es patrono del clero español.
La Conferencia Episcopal Española ha pedido a la Santa Sede, con motivo del centenario del nacimiento de san Juan de Ávila, que sea declarado Doctor de la Iglesia Universal. Esperamos que aquél que ha sido conocido a lo largo de los últimos cinco siglos como el Maestro, pronto le sea reconocido por la Iglesia oficial el título de Doctor y Maestro del pueblo cristiano.

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III. SALESIANOS DE DON BOSCO


Los Salesianos somos una congregación de religiosos pertenecientes a la Iglesia Católica, fundados por San Juan Bosco. Nuestro nombre oficial es Sociedad de San Francisco de Sales, pues Don Bosco, así nos referimos familiarmente a nuestro Fundador, eligió a este santo como modelo por su amabilidad y pasión evangelizadora. Comúnmente se nos conoce por Salesianos de Don Bosco (SDB) o simplemente Salesianos. Nuestra Congregación está formada por salesianos sacerdotes y salesianos laicos.
El artículo 2 de nuestras Constituciones dice: “Los salesianos de Don Bosco (SDB) formamos una comunidad de bautizados que, dóciles a la voz del Espíritu, nos proponemos realizar, en una forma específica de vida religiosa, el proyecto apostólico del Fundador: Ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a os jóvenes, especialmente a los más pobres. En el cumplimiento de esta misión encontramos el camino de nuestra santificación”. 
La historia de nuestra Congregación hay que situarla en un pueblecito del norte de Italia llamado Becchi.
Digamos que nuestra historia empezó con un sueño de Don Bosco a la edad de nueve años. O, si se quiere, podríamos fijar el origen de nuestra Sociedad en un inesperado encuentro, cara a cara, con un asustado pilluelo de la calle, en la sacristía de una iglesia, un ocho de diciembre de 1841.
Con todo, estos hechos históricos difícilmente pueden explicar nuestra existencia como una "familia" de unos 402.500 miembros extendidas por el mundo entero, al servicio de los jóvenes.
Con sentimientos de humilde gratitud, creemos que la Sociedad de San Francisco de Sales no es sólo fruto de una idea humana, sino de la iniciativa de Dios.
Const. SDB, 1
El Señor nos ha dado a Don Bosco como padre y maestro.
Lo estudiamos e imitamos admirando en él una espléndida armonía entre naturaleza y gracia. Profundamente humano y rico en las virtudes de su pueblo, estaba abierto a las realidades terrenas; profundamente hombre de Dios y lleno de los dones del Espíritu Santo, vivía como si viera al Invisible!
Ambos aspectos se fusionaron en un proyecto de vida fuertemente unitario: el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso: No dio un paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud. Lo único que realmente le interesó fueron las almas.(Miguel Rua)(Const. Art. 21)

Nuestra misión, dentro de la Iglesia, es la educación y la evangelización de los jóvenes. El proyecto educativo pastoral que queremos realizar en todas nuestras obras está orientado a la promoción integral de la persona del joven y sus raíces son el humanismo cristiano.
Nuestras Constituciones lo expresan así: “Fieles a los compromisos heredados de Don Bosco, somos evangelizadores de los jóvenes; tenemos cuidado especial de las vocaciones apostólicas; somos educadores de la fe en ambientes populares, sobre todo con la comunicación social, y anunciamos el Evangelio a los pueblos que no creen” (Art. 6).
Extendidos por todo el mundo, trabajamos en 128 países, ejercemos nuestra acción en Centros Juveniles, Colegios, Escuelas de Formación Profesional, Parroquias, Centros de asistencia a marginados, Escuelas de Formación del Profesorado, Universidades, Residencias, Misiones, centros de comunicación social y otras presencias al servicio de la juventud.
Los Salesianos de Don Bosco somos unos 16.400 repartidos por los cinco continentes y distribuidos en 95 Inspectorías o Provincias religiosas.
De ellos, la obra de Don Bosco en España cuenta con unos 1.300 salesianos, sacerdotes y salesianos laicos, distribuidos en seis Inspectorías o Provincias Religiosas con sedes en: Barcelona, Bilbao, León, Madrid, Sevilla y Valencia,. Vivimos en comunidades, 155 en España, desde las que nos dedicamos a la educación y evangelización de los jóvenes, preferentemente de las clases populares.

San Juan Bosco fue un educador excepcional. Su inteligencia aguda, su sentido común y su profunda espiritualidad le llevaron a crear un sistema de educación capaz de desarrollar la persona en su totalidad – cuerpo, corazón, mente y espíritu. Valora en su justo punto el crecimiento y en la libertad mientras coloca al al joven en el centro mismo de toda la empresa educativa.
A fin de distinguir su método del sistema educativo de represión vigente en Italia en el siglo XIX, dio a su nuevo método el nombre de sistema “preventivo” – porque busca la manera de prevenir la necesidad del castigo poniendo al niño en un entorno en el cual se ve capaz de ser lo mejor que uno puede ser. Es una manera agradable, amable e integral de abordar la educación.
Crea un clima capaz de hacer salir de dentro (educere) lo mejor de cada niño, que le predispone a mostrarse claramente tal como es, que ayuda al joven en la adquisición de hábitos que le permitirán optar por todo lo que en la vida es bueno, saludable, alegre y prometedor.


SALESIANOS DE DON BOSCO
EN LA PALMA DEL CONDADO 

El proyecto de fundación de una Casa Salesiana en La Palma del Condado (Huelva) pasó por arduas pero apasionantes fases y gestiones, surgidas desde finales de los años cincuenta del siglo pasado.
Dos concretas y oportunas coyunturas favorecían la materialización de tan ilusionante proyecto.
Por una parte, resulta pertinente reseñar que en aquellas fechas había quedado disponible el amplio edificio palmerino del Grupo Escolar (antiguo Hospital de Jesús), propiedad del Ayuntamiento y situado en la calle Antonio Soldán, pues ya existía el decidido propósito oficial de construir de manera inmediata -en otros sectores de la población- dos pabellones escolares que lo sustituyesen. Se trataba de un notable edificio municipal levantado entre los años 1880 y 1886 y que, desde su misma apertura, había pasado por numerosas vicisitudes y por diversos destinos de aplicación social. Era entonces nuevo Alcalde de La Palma D. Manuel Díaz García, quien desde el primer momento se volcó en pro de la fundación salesiana.
Y, por otra parte, conviene reseñar que la Inspectoría Salesiana de Sevilla (regida, a la sazón, por D. José Ruiz Olmo) venía buscando con urgencia una nueva sede donde albergar a los jóvenes del Aspirantado, hasta ahora alojados de manera provisional en unas precarias instalaciones que no presentaban las más mínimas condiciones de habitabilidad. Estaban ubicadas junto a la ermita de Ntra. Sra. de la Consolación, en Utrera.
Además, a esta doble y básica coyuntura habría que añadir otras circunstancias favorecedoras del proyecto. No olvidemos, en este sentido, que ya entonces existía en La Palma un terreno bien abonado para la germinación de la semilla salesiana gracias sobre todo a la tradicional devoción en la localidad a María Auxiliadora, la Madre de los Salesianos, tanto en la parroquia (desde los años cuarenta) como en determinados hogares particulares (desde principios de siglo).
En esta línea, el primer Obispo de la joven Diócesis de Huelva (D. Pedro Cantero Cuadrado) ya desde el principio de su mandato venía abrigando la ilusión de extender pronto, en toda la provincia onubense, ese intenso movimiento salesiano que se respiraba en el ambiente. Igualmente la iglesia de La Palma (regentada por el veterano párroco D. Paulino Chaves Castaño) movió sus resortes para que la localidad acogiese lo antes posible a los Salesianos.
Tras varias e intensas semanas de preparativos y traslados de enseres, los Salesianos llegaban a La Palma -por fin- en la plomiza pero en el fondo radiante tarde del viernes 10 de noviembre de 1961.
La primera comunidad salesiana afincada en La Palma estaba constituida por ocho educadores. Cuatro de ellos eran sacerdotes: D. José Mª López Verdugo, D. Salvador Bermudo Jiménez, D. Ramón Menor Conde y D. Francisco Flores Fernández. Los otros cuatro eran asistentes: D. Antonio García Herrera, D. Rafael Pérez Romero, D. Diego Pérez García y D. Antonio Luque Castro.
Con ellos llegaron los internos del segundo curso del Aspirantado (algo más de cien jóvenes). En semanas posteriores, ya con las obras manifiestamente avanzadas, se incorporarían al Colegio los primeros externos y los aspirantes del primer curso.

La primera etapa de presencia salesiana en La Palma del Condado se prolongó durante un corto trimestre;· exactamente hasta finales de enero de 1962, es decir, cuando por fin terminaron (aunque no del todo) los trabajos de re-adaptación del Centro. Fue un lógico período de aclimatación, jalonado además por no pocas incomodidades· debidas sobre todo a las obras y a los temporales. Pero ello no fue óbice para que enseguida los Salesianos pusieran en funcionamiento su dinámica maquinaria educativa y formativa, compenetrándose muy pronto con el pueblo de La Palma y practicando en todos los ámbitos su siempre-alegre entusiasmo.
A partir de entonces, y con la ampliación del segundo patio en terrenos de viñas, comenzaba la segunda etapa del Colegio Salesiano ‘Santo Domingo Savio’. Extendida entre febrero de 1962 y mayo de 1963, iba a ser una fase singularmente intensa e interesante ya que se caracterizaría por la celebración de las primeras extraordinarias festividades salesianas en la localidad, por la inauguración de emblemáticos azulejos, por el arraigamiento del espíritu salesiano en La Palma y por la· creación de las principales células del Colegio:· los Antiguos Alumnos, el Oratorio Festivo y su hojilla informativa Siempre Alegres, la Archicofradía de María Auxiliadora, la Rondalla, los Cooperadores, la Banda de Cornetas y Tambores... Esta fase tendría su broche final en la rotulación de la calle del Colegio con el nombre de María Auxiliadora, simultánea a la nueva coronación de su imagen titular. Todo ello -y mucho más- arrancaría desde aquel apoteósico 10 de noviembre de 1961, gracias a la llegada física de los Salesianos a la ciudad. Como manifestase el primer Director del Colegio en la prensa local de la época, “en esa fecha se había comenzado a escribir una hermosa página en la historia de La Palma del Condado”.

31 de enero
San Juan Bosco


Los primeros años y finalmente sacerdocio
Juan Bosco nació en Castelnuovo d'Asti el 16 de agosto de 1815 en una familia de campesinos. Su padre, Francisco Bosco, murió cuando Juan tenía solamente dos años, y Margarita Occhiena se quedó sola criando a Antonio, José y Juan. Con una dulce firmeza y una fe infinita, Margarita, sabia educadora como lo era, convirtió su familia en una iglesia doméstica.
Desde niño, Juan empezó a sentir el deseo de ser sacerdote. Contó que a los nueve años había tenido un sueño que le reveló su misión: Una mujer resplandeciente como el sol le dijo “Hazte humilde, fuerte y robusto y lo que tú ves que les sucede a estos lobos que se convierten en corderos, tú lo harás por mis niños. Yo seré tu maestra. Con el tiempo tú comprenderás todo”. Siendo todavía un muchacho, Juan empezó juegos de destreza para sus amigos, aprendidos con gran esfuerzo y alternaba esto con su trabajo y su oración.
El anciano Padre Calosso lo inició en los estudios para el sacerdocio, estudios que le costaron esfuerzo, a tal punto que tuvo que dejar su hogar por la oposición de su hermano Antonio, quien quería que Juan trabajara en el campo.
Como seminarista en Chieri, tuvo la idea de la Sociedad de la alegria que reunía a jovenes de la ciudad. En junio de 1841 fue ordenado sacerdote. Su director espiritual, Padre Cafasso, le aconsejó que completara sus estudios en el Instituto Eclesiástico. Mientras tanto, Don Bosco reunió a los primeros chicos alrededor suyo y organizó un oratorio festivo, inicialmente itinerante, pero luego establé en Valdocco. Margarita, ya anciana, aceptó ir a Turín a ayudarlo, convirtiéndose en “Mamá Margarita” para los chicos.

Sistema preventivo
Don Bosco empezó por dar alojamiento a chicos sin hogar. Les enseñó un trabajo y a amar al Señor; cantaba, jugaba y rezaba con ellos. De los primeros chicos se originaron los primeros colaboradores. Se desarrolló así el famoso Sistema Preventivo. “Estad con los muchachos, prevenid el pecado por medio de la razón, la religión y el amor lleno de cariño. Convertíos en santos educadores de santos. Nuestros chicos deben darse cuenta que son amados”. Los primeros colaboradores, con el tiempo y también gracias a la ayuda del Papa Pió IX, se convirtieron en una Congregación dedicada a la salvación de los jóvenes, luchando contra todas las formas de pobreza y tomando como propio el lema: “Dadme almas, quitadme todo lo demás”.
El joven Domingo Savio es el primer fruto del Sistema Preventivo. María Auxiliadora, que siempre apoyó a Don Bosco en su obra, le obtuvo numerosísimas gracias, algunas hasta extraordinarias, así como también los fondos necesarios para sus empresas. Ella lo ayudó también a construir la Basílica que lleva su nombre.

Las Hijas de Maria Auxiliadora y Salesianos Cooperadores
Con la ayuda de santa María Dominga Mazzarello, él fundó el Instituto de Hijas de María Auxiliadora. Juntos con sus bienhechores y con laicos comprometidos, les dio vida a los Cooperadores Salesianos.
A los 72 años, el 31 de enero de 1888, Don Bosco murió, exhausto por el trabajo. Hoy los Salesianos se hallan en todo el mundo. Pio IX que lo había conocido lo beatificó en 1929 y lo canonizó en 1 de abril de 1934.

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I. HERMANAS DE LA COMPAÑÍA DE LA CRUZ


La vida de las Hermanas de la Compañía de la Cruz, como toda vida, no surgió de repente. Se fue preparando, poco a poco, en el pensamiento de nuestra Madre. Y en su alma toma forma un lema que será nuestro distintivo: “Hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo”. Esta frase, escrita sobre la lápida de su sepulcro, fue fielmente llevada a la práctica hasta sus últimas consecuencias, y marcó su vida y la de nuestra Compañía.
Nuestra Madre fundadora,  Santa Ángela de la Cruz, nació en Sevilla el 30 de enero de 1846. Desde los doce años tuvo que trabajar como aprendiz en una zapatería para ayudar a su familia. Admirada por todos, despreciando toda gloria humana, buscando la total humillación, llena de virtudes y de frutos apostólicos, murió el 2 de marzo de 1932. Su Santidad Juan Pablo II la proclamó  beata en Sevilla, el 5 de noviembre de 1982, y santa, en Madrid, el 4 de mayo de 2003.

El comienzo
De una manera sencilla, sin ruido, casi anónima, comenzó nuestra congregación su andadura en el siglo XIX, en favor de los pobres y de los enfermos. Fue el 2 de agosto de 1875, en Sevilla. Así nacimos nosotras, las Hermanas de la Compañía de la Cruz, una congregación que se distinguirá por el servicio a Dios en sus hermanos más pobres, haciéndonos “pobre con los pobres para llevarlos a Cristo”.
Nos parece muy poco todo lo que se puede decir, en unas cuantas líneas, respecto a la importancia que el amor a la cruz tiene en la vida de nuestra santa Madre fundadora. Santa Ángela comprende que la cruz es expresión del amor de Jesucristo. Sabe que no se puede corresponder a este gran amor sino amando con toda el alma, y que este modo de amar compromete la vida toda. El amor a su Señor en la cruz no tiene límites. La consume. En la cruz, enfrente y muy cerca de la de nuestro Señor, nuestra santa Madre aprende a darse ella misma a los pobres, a los enfermos, a todos los que sufren.

Nuestras misiones 
Tenemos casas en España y en Italia. Y, aunque no somos un instituto específicamente misionero, contamos con tres conventos en Argentina. Hace más de 100 años, Santa Ángela de la Cruz miró la realidad de la sociedad en que vivía y se dijo: “Siento tanto amor hacia los pobres, sea cual fuere su necesidad, que parece que mi corazón se multiplica por ser entero para cada uno de los que se ven necesitados y me ocupo de sus penas como mías. Los amo demasiado y quiero padecer por ellos” (Escritos íntimos, José M.ª Javierre, BAC).
Contemplar a Santa Ángela y leer sus escritos lanza a la Compañía de la Cruz, por ella fundada, al futuro, a soñar, a abrirse camino, a buscar pobreza y enfermedad que aliviar. Y ante la iniciativa de una fundación en Argentina, el instituto no lo duda, abre sus puertas y no perdona sacrificio por hacer el mayor bien a quien lo necesita.
Es en el año 1969 cuando nuestra Compañía comienza su andadura misionera en Argentina, sencilla y pobremente, pero con decisión y confianza en Dios. La primera fundación se llevó a cabo el 21 de febrero de 1969, en Quimilí, y a los dos años, el 18 de abril de 1971, se abrió otra nueva casa en Monte Quemado, las dos en la provincia argentina de Santiago del Estero. El 20 de octubre de 2007 se hizo la tercera fundación en Alderetes, en San Miguel de Tucumán, provincia de Tucumán, al oeste de dicha provincia de Santiago del Estero.
La presencia de nuestras hermanas en estos tres pueblos ha creado un ambiente espiritual diferente; sembraron fe, amor, paz, confianza en Dios… Con el pasar de los años esas semillas han ido dando generosos frutos gracias a Dios y al trabajo y los sacrificios de nuestras hermanas.

Nuestra labor 
Nuestro ámbito de actividades es muy variado. En Argentina trabajamos con enfermos, ancianos, jóvenes y niños. Tenemos hogares para discapacitados psíquicos profundos, comedores infantiles y reparto de comidas diarias, enseñanza con niños y adultos, visitas a ranchos, velas a los enfermos por las noches y ambulatorios de primeros auxilios. Nuestra presencia y la gratuidad de todos nuestros apostolados no han pasado desapercibidas en los años que llevamos trabajando en Argentina. Y como algo característico de nuestro carisma particular, también allí hemos creado, en nuestros conventos y a su alrededor, un ambiente sencillo, acogedor, generoso y austero.
Las experiencias de vida en estas regiones y especialmente en estos pueblos de Argentina mueven las raíces más profundas de las personas. Nadie que visite Quimilí, Monte Quemado o Alderetes y tenga cierta sensibilidad queda igual. Vives, palpas, ves y contemplas la vida en medio de la gente, del pueblo, de los niños y jóvenes; y comprendes cuánta pobreza tienen en recursos, en oportunidades, en todo…
Hay hambre, enfermedad, soledad, carencia de lo más indispensable. Ante tanta pobreza extrema, el “granito de arena” de las Hermanas de la Compañía de la Cruz es muy pequeño: “Faltan obreros en la viña…”. Pero desafiando la escasez de medios económicos y de hermanas, por encima de toda dificultad, nuestra Compañía ha llevado a cabo estas fundaciones, aunque los recursos personales sean muy escasos.
La congregación no es muy numerosa. Sólo cuenta con 831 miembros, y seguro que nunca seremos muchas más, porque ya nuestra Santa Madre así lo profetizó en vida. Pero, a pesar de todo, esta es la opción preferencial que nuestra Compañía ha hecho, con el convencimiento de que es la misma respuesta que hoy daría nuestra Madre fundadora, Santa Ángela de la Cruz, a sus pobres, a los preferidos de su corazón.


HERMANAS DE LA COMPAÑÍA DE LA CRUZ  
EN LA PALMA DEL CONDADO 

Don Ignacio de Cepeda, Vizconde de La Palma, de noble corazón y profundo espíritu religioso, tuvo la feliz inspiración de fundar en su pueblo un convento para religiosas, Hnas. de la Cruz, siéndole concedido.
Tras comprar y habilitar una hermosa casa, procurando adaptarla a la austeridad de estas religiosas, el 15 de Octubre de 1962 quedó la Comunidad instalada, siendo recibidas en el pueblo con grandes muestras de cariño.
Comenzaron enseguida su labor en los diversos apostolados, siendo el primero y principal, la visita diaria a enfermos pobres, llevándoles el consuelo de sus palabras, acercándoles a los sacramentos, procurando que vivan en gracia de Dios y atendiendo, en lo posible, a sus necesidades espirituales y materiales. Asisten a las enfermas aseándolas a ellas y limpiando las casas, cuando hace falta.
Con el fin de ayudar en tanta pobreza, piden limosna de puerta en puerta, colaborando el pueblo, pues conoce bien el destino de estas limosnas o donativos. Esto no impide que encuentren, a veces, incomprensiones y rechazos.
En el año 1990, se habilitó una modesta vivienda para la Comunidad, cediendo su hermosa casa para Residencia de Ancianas, pudiendo atender en ella a 16, con prioridad las del pueblo, aunque también hay de otros lugares. Disfrutan del bienestar que, para sus últimos años, les proporcionan las Hnas. Las asisten con cariño, facilitándoles los auxilios espirituales y corporales necesarios.
En clases vespertinas, ayudan a niñas en sus estudios, con clases de apoyo y las inician en labores, manualidades y enseñanza religiosa, con temas básicos. Atienden a grupos de catequesis en colaboración con la parroquia.
Un buen grupo de personas acuden a su Capilla para las Charlas Cuaresmales, Primeros Viernes, Meses de Mayo y Junio, Octubre con el Sto. Rosario, Novena a la Inmaculada y Celebraciones propias de la Congregación, ya que la devoción a Sta. Ángela de la Cruz es muy notable, admirando su obra. Va también en aumento la devoción a la Santa Madre Mª. de la Purísima, agradeciendo su intercesión por la curación, científicamente inexplicable, de una niña del pueblo. Milagro aprobado por la Iglesia y por el que obtuvo su glorificación.

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  5 de noviembre 
SANTA ÁNGELA DE LA CRUZ

Nació en las afueras de Sevilla el día 30 de enero de 1846. Fue bautizada el 2 de febrero siguiente en la parroquia de Santa Lucía. Su padre, Francisco, era cocinero del convento de los Trinitarios, y su madre, Josefa, costurera allí mismo. Tuvieron catorce hijos, de los que solamente seis llegaron con vida a la mayoría de edad. Como tantas niñas pobres sevillanas de su tiempo, fue poco al colegio, aprendiendo a escribir, sin dominar la ortografía, algunas nociones de aritmética y catecismo. Su pobreza no le impedía, desde niña y adolescente, compartir con los más pobres los bienes que tenían en la familia, pues les llevaba mantas de su casa cuando no tenían ellos para todos.
En el hogar aprendió a rezar el rosario y las oraciones del mes de mayo dedicado a la Virgen María. Con su padre acudía al rosario de la aurora y su madre se prestaba a ser madrina de los niños del barrio que lo necesitaban. Hizo la primera comunión en 1854 y recibió la confirmación en 1855. A los doce años tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a su familia como aprendiz en la zapatería Maldonado, donde también se rezaba diariamente el rosario, y tuvo sus primeras experiencias místicas. Ella misma se puso a enseñar el oficio a otras niñas, como oficiala de primera, en una institución llamada «Las Arrepentidas», en aquella Sevilla que entonces tenía rango de Corte por la presencia en el palacio de San Telmo de los duques de Montpensier.
El canónigo que confesaba a Angelita, el padre Torres, le ayudó a encontrar lo que Dios le pedía: ser monja. En 1865, acompañada de su hermana Joaquina, llamó a las puertas del Carmelo que había fundado en Sevilla santa Teresa de Jesús, pero, a pesar de su gran capacidad para la vida contemplativa, no fue admitida porque no tenía suficiente salud para la vida tan austera del Carmelo. En 1868 entró como postulante en las Hijas de la Caridad del hospital central de Sevilla, pero por su salud quebrantada fue trasladada a Cuenca, por si le sentaba mejor aquel clima. En 1870 tuvo que dejar definitivamente a las Hijas de la Caridad, a pesar de su entrega y fidelidad generosa.
Resignada a vivir como «monja sin convento», volvió a su trabajo y se sometió en obediencia a su director espiritual, escribiendo todos los pensamientos y deseos de su alma, hasta que en 1875 vio durante la oración el monte Calvario con una cruz frente a la de Cristo crucificado: «Al ver a mi Señor crucificado deseaba con todas las veras de mi corazón imitarle; conocía con bastante claridad que en aquella otra cruz que estaba frente a la de mi Señor debía crucificarme, con toda la igualdad que es posible a una criatura...». En una ocasión, después de escuchar las quejas de los pobres que sufren, escribe al padre: «Si, para aconsejar a los pobres que sufran sin quejarse los trabajos de la pobreza, es preciso llevarla, vivirla, sentirse pobre... ¡qué hermoso sería un instituto que por amor a Dios abrazara la mayor pobreza!», recibiendo así la inspiración de fundar una «Compañía».
En sus Papeles íntimos, páginas asombrosas para una mujer iletrada, con faltas ortográficas pero con una identidad cristiana y eclesial admirable, redactó su proyecto de Compañía, con una dimensión caritativa y social a favor de los pobres y con un impacto enorme en la Iglesia y en la sociedad de Sevilla, por su identificación con los menesterosos: «Hacerse pobre con los pobres». No quería hacer la caridad «desde arriba» sino ayudar a los pobres «desde dentro». Escribía y lo vivía: «La primera pobre, yo...».
El día 2 de agosto de 1875 el padre Torres celebraba la Eucaristía en la iglesia del convento jerónimo de Santa Paula, a la que asistían, con Ángela, que era terciaria franciscana, otras tres mujeres, Juana, Josefa y otra Juana, dispuestas a desentrañar el misterio de la cruz en la oración y en el servicio a los pobres. Acabada la misa, se trasladaron a vivir a un cuarto alquilado en la calle de San Luis, n. 13, en el que había una mesa, unas sillas y unas esteras de junco que servían de colchón y de almohada, un crucifijo y un cuadro de la Virgen de los Dolores. Estaban naciendo las Hermanas de la Cruz.
La fundadora imprimió a su Compañía un ambiente de limpieza, de saludable alegría y de contenida belleza, de tal forma que sus conventos tendrían esplendor a base de cal, estropajo, dos esterillas y cinco macetas. Su estilo sería el de mujeres sencillas, verdaderamente populares, apartadas de la grandiosidad, impregnando de tal forma el aire de dulzura, que la gente agradecía aquel nuevo modo de querer a Dios y a los pobres.
Luego pasaron a la calle Hombre de Piedra, junto a la parroquia de San Lorenzo, donde ejercía el ministerio Marcelo Spínola, quien llegaría a ser el arzobispo llamado «mendigo», recientemente beatificado. Empezaron a recoger niñas huérfanas de los enfermos a quienes atendían, por eso pasaron a otra casa más grande en la calle Lerena, donde ya pudieron contar con la presencia de la Eucaristía. Atendían a las personas que estaban solas y enfermas en sus casas. Con una mano pedían limosna y con la otra la repartían.
En 1879 el arzobispo fray Joaquín Lluch aprobó las primeras Constituciones de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, en una síntesis de oración y austeridad, contemplación y alegría en el servicio a los pobres. Las Hermanas de la Cruz fueron extendiéndose por Andalucía y Extremadura, La Mancha, Castilla, Galicia, Valladolid, Valencia y Madrid, las Islas Canarias, Italia y América. En Sevilla se trasladarían a lo que después sería la casa madre en la calle de Los Alcázares.
En 1894 sor Ángela, «madre Angelita» o simplemente «madre» como se le llamaba ya en Sevilla, viajó a Roma para asistir a la beatificación del maestro Juan de Ávila y fray Diego de Cádiz, pudiendo entrevistarse con el Papa León XIII, quien más tarde concedió el decreto inicial para la aprobación de la Compañía, que firmaría en 1904 san Pío X.
En 1907 sor Ángela asumió el gobierno y la responsabilidad de su instituto religioso como primera madre general, reelegida cuatro veces. Aunque tenía fama de «milagrera», destacaba por su naturalidad y sencillez.
En 1928, a pesar de la exposición iberoamericana, en Sevilla continuaba habiendo pobres y necesidades; por eso las Hermanas de la Cruz rondaban por los barrios más pobres, santificándose especialmente con la virtud de la mortificación, al servicio de Dios en los pobres, haciéndose pobres como ellos.
Sor Ángela aceptó la decisión del arzobispo y, al no continuar siendo madre general, se puso a disposición de la nueva, aconsejando a sus hermanas y a cuantas personas acudían a pedirle ayuda, atraídas por sus virtudes.
Las Hermanas de la Cruz, de entonces y de ahora, siguen a rajatabla las normas de mortificación establecidas por sor Ángela: comen de «vigilia», duermen sobre una tarima de madera las noches que no les toca velar, duermen poquísimo, pues quieren estar «instaladas en la cruz», «enfrente y muy cerca de la cruz de Jesús», renunciando a los bienes de este mundo y acudiendo sin tardanza donde los pobres las necesiten.
El 7 de julio de 1931 la madre Ángela tuvo una trombosis cerebral que, nueve meses después, la llevaría a la muerte. Estuvo paralizada de medio cuerpo, pero continuó resplandeciendo en su virtud de la humildad, tratando de agradar y nunca molestar.
Después de una larga agonía y de haber recibido los últimos sacramentos, murió en Sevilla, en su tarima de dormir, el 2 de marzo de 1932. Sevilla entera pasó durante tres días enteros por la capilla ardiente hasta que, por privilegio especial, fue sepultada en la cripta de la casa madre.
Fue beatificada en Sevilla por el Papa Juan Pablo II el 5 de noviembre de 1982, y canonizada por el mismo en Madrid el 4 de mayo de 2003. Su cuerpo incorrupto reposa en su capilla de la casa madre y su memoria litúrgica se viene celebrando el día 5 de noviembre.
 
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II. HERMANAS CARMELITAS DE SANTA JOAQUINA DE LA CARIDAD-VEDRUNA


Quiénes somos
Somos la Congregación de Hermanas Carmelitas de la Caridad-Vedruna.
Nuestro grupo nació en Vic (España) el 26 de febrero de 1826 por iniciativa de una mujer excepcional, Joaquina de Vedruna y de Mas (1783-1854).
Aquella primera comunidad inicial pervive hoy en las más de 2.000 hermanas “de toda raza y nación” (Ap 7,9) presentes en diversas naciones de Europa, América, Asia y Africa.
Distintas en esta rica diversidad, nos unen en comunión profunda, el seguimiento de Jesús y la vivencia del carisma de Joaquina de Vedruna.
La fidelidad a este doble compromiso nos lleva a vivir abiertas al Espíritu y atentas a sus llamadas a través de la historia para, a la manera de nuestra Fundadora, “emprender lo que Él quiera en cada nueva situación”, “con espíritu fuerte y resuelto”.
 
Nuestro carisma
La misión de anunciar la Buena Noticia del Reino, es la razón de ser de nuestra vocación.
Esta única misión “configura nuestra vida, nos une en fraternidad” y nos sitúa en la perspectiva de Cristo, presente en los que sufren y en los que buscan, para ser entre ellos testimonios de amor y de servicio a la vida y a la dignidad de cada persona, porque todos somos hijos amados del mismo Padre.
El compromiso vocacional Vedruna nos lleva a concentrar nuestras fuerzas y energías a este único fin: “la gloria de Dios y el bien del prójimo” y nos invita a tener el oído atento a Dios, los ojos fijos en Jesús y los pies en la realidad sufriente del mundo.
Un estilo de comunidades - Queremos ser comunidades 
 
Pobres y comprometidas con los pobres
• Para vivir en solidaridad y en actitud de servicio con quienes la sociedad deja los últimos. 
• Para vivir en austeridad al estilo de Jesús, compartiendo lo que somos y tenemos. 
• Para vivir luchando por un mundo más justo que elimine las causas de la pobreza.
 
Orantes y contemplativas en la vida
• Para ser mujeres de espíritu, con la luz de Dios en los ojos, que den esperanza y sentido a nuestra sociedad en búsqueda. 
• Para ser anuncio inteligible de la presencia y acción de Dios en la historia de todos los días. 
• Para crear espacios donde compartir la fe y donde leer la vida a la luz del Evangelio.
 
Fraternas y creadoras de fraternidad 
• Para vivir el espíritu de familia y la alegría evangélica que nos son propios. 
• Para fomentar la vivencia comprometida de la corresponsabilidad y la vida compartida. 
• Para superar los retos del pluralismo y crear espacios reales de acogida y diálogo.

HERMANAS CARMELITAS DE SANTA JOAQUINA DE LA CARIDAD-VEDRUNA 
EN LA PALMA DEL CONDADO

La institución Benéfico-Docente de Carácter Particular "Asilo y Escuela de Nuestra Sra. del Carmen" de la Palma del Condado fue fundada por Dña. Manuela Díaz Castañeda en el año 1934. Ésta había encomendado, tras su fallecimiento, su régimen y gobierno a la comunidad religiosa de Hermanas Franciscanas del Rebaño de María.
Fueron D. Paulino Chaves Castaños -párroco de La Palma-, D. Juan Millán González -arcipestre de Sanlúcar La Mayor- y Don Francisco Gordillo Díaz -notario de La Palma-, los señores que procedieron a darle forma legal a la Institución e hicieron entrega de la misma al Excelentísimo Sr. D. Pedro Segura y Sáez, Cardenal-Arzobispo de Sevilla. El Cardenal Segura dispuso finalmente que fueran las HH. Carmelitas de la Caridad quienes se hicieran cargo de la Institución. A éstas dio posesión en acta levantada en 4 de julio de 1942, suscrita por el Excmo. Sr. Cardenal y las Reverendas Madres Dolores Enrique de San Luis y Josefa Ortiz de Nuestra Señora de Begoña, de la citada comunidad de HH. Carmelitas.
En vista de que la casa de La Palma no reunía las condiciones necesarias para instalar en ella el Asilo y la Escuela, se dispuso que se encargase del primero la Congregación religiosa de Hermanitas de Ancianos Desamparados en la casa que tenían establecida en la ciudad de Huelva. Y la Escuela quedó encomendada a las HH. Carmelitas de la Caridad. De este modo, la institución "Asilo y Escuela de Nuestra Sra. del Carmen" quedó establecida en la calle Santa Joaquina de Vedruna.
La primera Madre Superiora de las HH. Carmelitas fue la Madre Crescenta Marañón, que vino acompañada de la Madre Carmen Montejo y la Hna. Carmen Guillén para darle nombramiento. Desempeñó este cargo durante seis años, con admiración de todos los que la conocieron por su sencillez y dulce trato.
El Colegio empezó a funcionar el día 18 de octubre de 1942. Y el día 3 de diciembre vino a visitar la nueva fundación la Rvdma. Madre General Elisa Yniyar con su secretaria Madre Manuela Catalá.
En el curso 1974-75 se estrenan las nuevas instalaciones escolares que complementan las ya existentes en la Avda. de la Zarcilla, siendo directora la Hna. María Franco Morales. En el 79 se amplía el colegio a dieciséis unidades y en el año 80 se transforma en mixto. Finalmente, en el año 86 se alcanza el concierto pleno con la Consejería de Educación y Ciencia.
Actualmente tenemos dos centros: en la Plaza "Altozano" para niños de 3 a 5 años y en la Avenida de la Zarcilla Primaria y ESO. Nuestra comunidad colabora con el pueblo y con la parroquia (catequesis, visitas a los enfermos, visitas en el Centro penitenciario, colaboración con Asociación "Nueva Vida" y mucho mas). Así queremos seguir caminando hacia la casa del Padre. 

22 de mayo
 Santa Joaquina de Vedruna

Joaquina significa: "Dios dispondrá".
Esta es una santa que duró casada hasta los 33 años. Tuvo ocho hijos y bastantes nietos. A los 47 años fundó la Comunidad de las hermanas Carmelitas de la Caridad, y al morir a los 61 años había fundado conventos, escuelas y hospitales en diversos sitios de España.
Nació en Barcelona, España, en 1773. Su padre, Don Lorenzo de Vedruna, era rico y alto empleado del gobierno. Su familia era muy católica.
La niña desde muy pequeña tuvo mucha devoción al Niño Jesús y a las benditas almas.
Algo que la caracterizó desde sus primeros años fue un gran amor a la limpieza. No toleraba ninguna mancha de mugre en sus vestidos. Y esto la fue llevando a no tolerar tampoco mancas de pecado en su alma.
A los doce años sintió un gran deseo de ser religiosa carmelita. Pero las monjitas no la aceptaron porque les parecía muy niña todavía para decidirse por la vocación religiosa.
A los 26 años, en 1799, contrae matrimonio con un rico hacendado, don Teodoro de Mas, muy amigo de su padre, y empleado oficial como él. Teodoro estimaba mucho a las tres hijas de Don Lorenzo y para decidirse por una de ellas les llevó un pequeño paquetico de dulces de regalo. Las dos primeras lo rechazaron como un regalo demasiado infantil, pero Joaquina lo aceptó con alegría exclamando: "Me encantan las almendras". Este gesto de humildad decidió al joven a elegirla como esposa.
Al principio de su matrimonio sentía a veces serios escrúpulos por no haber seguido la vocación de religiosa que de niña tanto le llamaba la atención, pero su esposo la consolaba diciéndole que en la vida de hogar se puede llegar a tan alta santidad como en un convento y que con sus buenas obras de piedad iría reemplazando las que iba a hacer en la vida religiosa. Esto la tranquilizó. 16 años vivió con su esposo, y Dios le regaló ocho hijos. Y como premio a su sacrificios, cuatro hijas se hicieron religiosas, y varias de sus nietas también.
Cuando Napoleón invadió España; el esposo de Joaquina se fue al ejército a defender la patria y participó valerosamente en cinco batallas contra los invasores. Joaquina y sus niños tuvieron que abandonar la ciudad de Barcelona y huir hacia la pequeña ciudad de Vich.
Cuando Joaquina y sus hijos andaban por la llanura huyendo, de pronto apareció una misteriosa señora y la condujo hasta Vich a casa de una familia muy buena, que los recibió con gran cariño. Enseguida la Señora desapareció y nadie pudo dar razón de ella. Joaquina creyó siempre que fue la Sma. Virgen quien llegó a auxiliarla.
Un día mientras estaba rodeada de su familia, le pareció oír una voz que le decía: "Pronto te vas a quedar viuda". Ella se preparó a aceptar la voluntad de Dios, y a los dos meses, aunque su esposo gozaba de buena salud, y apenas tenía 42 años, murió imprevistamente. Joaquina quedaba viuda a los 33 años, y encargada de ocho hijitos.
Desde aquel día dejó todos sus vestidos de señora rica. Y se dedicó por completo a ayudar a los pobres y a asistir a los enfermos en los hospitales. Al principio la gente creía que se había vuelto loca por la tristeza de la muerte de su esposo, pero pronto se dieron cuenta de que lo que se estaba volviendo era una gran santa. Y admiraban su generosidad con los necesitados. Ella vivía como la gente más pobre, pero todas sus energías eran para ayudar a los que padecían miseria o enfermedad.
Durante diez años estuvo dedicada a penitencias, muchas oraciones y continuas obras de caridad, pidiéndole a Dios que le iluminara lo que más le convenía hacer para el futuro. Cuatro de sus hijas se fueron de religiosas y los otros cuatro hijos se fueron casando, y al fin ella quedó libre de toda responsabilidad hogareña. Ahora iba a poder realizar su gran deseo de cuando era niña: ser religiosa.
Se encontró providencialmente con un sacerdote muy santo, el Padre Esteban, capuchino, el cual le dijo que Dios la tenía destinada para fundar una comunidad de religiosas dedicada a la vida activa de apostolado. El sabio Padre Esteban redacta las constituciones de la nueva comunidad, y en 1826, ante el Sr. Obispo de Vich, que las apoya totalmente, empieza con ocho jovencitas su nueva comunidad a la cual le pone el nombre de "Carmelitas de la Caridad".
Pronto ya las religiosas son trece y más tarde cien. Su comunidad, como el granito de mostaza, empieza siendo muy pequeña, y llega a ser un gran árbol lleno de buenos frutos. Ella va fundando casas de religiosas por toda la provincia.
Tuvo Santa Joaquina la dicha de encontrarse también con el gran apóstol San Antonio María Claret cuyos consejos le fueron de gran provecho para el progreso de su nueva congregación.
Vino luego la guerra civil llamada "Guerra Carlista" y nuestra santa, perseguida por los izquierdistas, tuvo que huir a Francia donde estuvo desterrada por tres años. Allí recibió la ayuda muy oportuna de un joven misteriosos que ella creyó siempre haber sido San Miguel Arcángel, y Dios le preparó en estas tierras a una familia española que la trató con verdadera caridad.
Al volver a España, quizás como fruto de los sufrimientos padecidos y de tantas oraciones, empezó a crecer admirablemente su comunidad y las casas se fueron multiplicando como verdadera bendición de Dios.
En 1850 empezó a sentir los primeros síntomas de la parálisis que la iba a inmovilizar por completo. Aconsejada por el Vicario Episcopal renunció a todos sus cargos y se dedicó a vivir humildemente como una religiosa sin puesto ninguno. Aunque conservaba plenamente sus cualidades mentales, sin embargo dejó a otras personas que dirigieran la Congregación. Dios le suscitó un nuevo y santo director para su comunidad, el Padre Bernardo Sala, benedictino, quien se propuso dirigir a las religiosas según el espíritu de la santa fundadora.
Durante cuatro años la parálisis se fue extendiendo y la fue inmovilizando por completo hasta quitarle también el habla. Vino luego una epidemia de cólera, la cual acabó con su vida y el 28 de agosto de 1854 pasó santamente a la eternidad.
Antes había tenido el gusto de ver aprobada su Comunidad religiosa por la Santa Iglesia en 1850. Y desde entonces ha venido ayudando de manera prodigiosa a sus religiosas que se han extendido por muchos países.
La Comunidad de Carmelitas de la Caridad tiene ahora 290 casas en el mundo con 2,724 religiosas. 40,079 niñas son educadas en sus colegios y 4,443 personas soln atendidas en sus hospitales.
Fue declarada santa por el Papa Juan XXIII en 1959 (siendo ella la primera persona que canonizó este Pontífice).

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