La fiesta de los Santos Inocentes que día 28 de diciembre celebramos en toda la Santa Iglesia, venera a aquellos niños de Belén y alrededores que, sin tener la fe cristiana, ni haber recibido el Bautismo, «murieron por Cristo». Son bienaventurados en el cielo e interceden por nosotros. Es, pues, una buena ocasión que Dios nos da para meditar en las grandes verdades sobre el misterio de la vida humana, creada por Dios con la colaboración de los esposos.
–Dios infunde el alma del ser humano concebido. Todo ser humano es «engendrado» por sus padres y por Dios. Es Dios el «Creador en cada hombre del alma espiritual e inmortal» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 1968,8). Y el Bto. Juan Pablo II enseña: «Ningún hombre viene a la existencia por azar; es siempre el término del amor creador de Dios […] De esta capacidad [procreadora] el hombre y la mujer no son dueños, puesto que están llamados a compartir en la decisión creadora de Dios» (17-IX-1983).