viernes, 26 de julio de 2013

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

La obra redentora y santificadora de Jesucristo se perpetúa y realiza, según su expresa voluntad en cuanto a su aplicación a cada alma en particular, no de una manera independiente y aislada, sino dentro de la corporación o sociedad instituida por Él, anunciada en su predicación del Reino de Dios, establecida con la elección de los apóstoles a quienes confirió el poder de administrar su gracia, rubricada con su sublime sacrificio de la Cruz, alimentada con los Sacramentos y fortalecida con la infusión del Espíritu Santo. Esto es, en la Iglesia, su Cuerpo Místico.


Todos los fieles formamos con Cristo un sólo Cuerpo, que es su Iglesia, de la cual Él es la cabeza, el Espíritu Santo es el Alma, la Gracia y la Caridad, la vida  nosotros somos los miembros. Y María, que es Madre del Cristo físico, el cual es la Cabeza inseparable del Cuerpo Místico, y tiene por fuerza que ejercer su maternidad sobre Él.


Nada hay tan antiguamente probado en la doctrina católica como el que la Bienaventurada Virgen María sea llamada Madre de los hombres. Título que confiere ciertamente una gran prerrogativa a la Virgen en el orden sobrenatural, según la cual la vida espiritual de la gracia santificante se comunica a todos los hombres por la Virgen María, por una acción que justamente puede llamarse maternal. 

VÍA CRUCIS CON LOS JÓVENES EN JMJ RÍO 2013

TEXTO COMPLETO: Discurso del Papa Francisco en Vía Crucis con los jóvenes en JMJ Río 2013


Hemos venido hoy aquí para acompañar a Jesús a lo largo de su camino de dolor y de amor, el camino de la Cruz, que es uno de los momentos fuertes de la Jornada Mundial de la Juventud.
Al concluir el Año Santo de la Redención, el beato Juan Pablo II quiso confiarles a ustedes, jóvenes, la Cruz diciéndoles: “Llévenla por el mundo como signo del amor de Jesús a la humanidad, y anuncien a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención” (Palabras al entregar la cruz del Año Santo a los jóvenes, 22 de abril de 1984: Insegnamenti VII,1 (1984), 1105).
Desde entonces, la Cruz ha recorrido todos los continentes y ha atravesado los más variados mundos de la existencia humana, quedando como impregnada de las situaciones vitales de tantos jóvenes que la han visto y la han llevado.
Nadie puede tocar la Cruz de Jesús sin dejar en ella algo de sí mismo y sin llevar consigo algo de la cruz de Jesús a la propia vida.
Esta tarde, acompañando al Señor, me gustaría que resonasen en sus corazones tres preguntas: ¿Qué han dejado ustedes en la Cruz, queridos jóvenes de Brasil, en estos dos años en los que ha recorrido su inmenso país? Y ¿qué ha dejado la Cruz en cada uno de ustedes? Y, finalmente, ¿qué nos enseña para nuestra vida esta Cruz?