Domingo de Ramos en la Pasión del Señor: Éste es el título que, después del Concilio Vaticano II, se atribuye al domingo último de Cuaresma y que abre solemnemente la Semana Santa con el recuerdo de las palmas y de la Pasión. Así han quedado, sintetizando los dos aspectos más importantes conmemorados en la Liturgia romana actual de este día.
Era difícil para los primeros cristianos concebir el domingo, aunque fuera el precedente a la fiesta de la Pascua, como formando parte de la semana del gran ayuno. Su carácter propio, pascual, no permitía que se le contara entre los días penitenciales. La liturgia romana se halla a ese respecto en una línea de equilibrio. Por una parte, ya desde el siglo V, centra la atención sobre los misterios de la Pasión del Redentor (la lectura evangélica es el relato de la misma según San Mateo), abriendo así la semana en que se conmemorarán los hechos históricos más fundamentales del cristianismo. Por otra parte, no obstante, la visión global de la Pasión presentada en ese domingo incluye también la perspectiva de la Pascua. Particularmente la oración colecta y la segunda lectura de la Misa (Flp 2,5-11) se refieren a todo el misterio pascual.