Queridos hermanos y
hermanas:
En el segundo domingo de Cuaresma
la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor.
El evangelista Lucas resalta de modo particular el hecho de que Jesús se
transfiguró mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con
el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive en un monte
alto en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre
presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lc 5, 10; 8,
51; 9, 28). El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y
resurrección (9, 22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y
también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre
celestial: “Éste es mi Hijo, mi Elegido; escúchenlo” (9, 35).