"Nos has hecho para ti, Señor,
y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti" -San Agustín- (354-430 AD).
Una de las autobiografías más
famosas del mundo, las Confesiones de San Agustín, comienza de
esta manera: “Grande eres Tu, Oh Señor, digno de alabanza … Tu nos has creado
para Ti, Oh Señor, y nuestros corazones estarán errantes hasta que descansen en
Ti” (Confesiones, Capítulo 1). Durante mil años, antes de la
publicación de la Imitación de Cristo, Confesiones fue
el manual más común de la vida espiritual. Dicho libro ha tenido más lectores
que cualquiera de las otras obras de San Agustín. El mismo escribió sus Confesiones diez
años después de su conversión, y luego de ser sacerdote durante ocho años. En
el libro, San Agustín se confiesa con Dios, narrando el escrito dirigido al
Señor. San Agustín le admite a Dios: “Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua,
siempre nueva. Tarde te amé” (Confesiones, Capítulo 10).
Muchos aprenden a través de su autobiografía a acercar sus corazones al corazón
de Dios, el único lugar en donde encontrar la verdadera felicidad … ¿Quién fue
este ‘pecador que llegó a ser un santo’ en la Iglesia?
Los primeros años
San Agustin nació en Africa del
Norte en 354, hijo de Patricio y Santa Mónica. El tuvo un hermano y una
hermana, y todos ellos recibieron una educación cristiana. Su hermana llegó a
ser abadesa de un convento y poco después de su muerte San Agustín escribió una
carta dirigida a su sucesora incluyendo consejos acerca de la futura dirección
de la congregación. Esta carta llego a ser posteriormente la base para la
“Regla de San Agustín”, en la cual San Agustín es uno de los grandes fundadores
de la vida religiosa.