Seguramente nos habremos preguntado alguna vez sobre lo que decimos en el Ave María llamando a la Virgen "llena de gracia". Nos da alegría repetírselo y nos admira también, pero quizás al llamarla así la sentimos lejana porque pensamos que nosotros, en vez de "llenos de gracia" estamos "llenos de defectos" e incluso de pecados.
Pero lo que el Ángel dice de María no es tanto que esté colmada de virtudes y dones, sino que "le ha caído en gracia a Dios", que está envuelta en su ternura y en su misericordia, que le encanta mirarla, lo mismo que una madre o un padre "se derriten" mirando a su hijo o hija recién nacidos y les hacen gracia todos sus gestos y movimientos.
También nosotros podemos reconocernos de alguna manera "llenos de gracia". Y eso aunque nos sintamos a veces un desastre y no sepamos corresponder, como María, a ese amor de Dios. Pero Él, como decía Jesús, es como el sol que envuelve con su luz y su calor a todos, sin hacer distinción entre justos o pecadores. O como la lluvia, que cae sobre tierras buenas o menos buenas.
En un rato de oración, ponte delante de esa imagen de María que te gusta, reza en alto el Ave María y, al acabar, repite varias veces: "Alégrate María, estás llena de gracia. Alégrate María, estás envuelta en el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Alégrate María, porque le has caído en gracia a Dios·.
Luego, ya en silencio, imagina que María te llama por tu propio nombre y te dice: "Alégrate... (tu nombre). Tú estás envuelto/a en el favor, la ternura y la misericordia de Dios. Tú también, seas como seas y estés como estés en este momento, "le caes en gracia" a Dios porque Él es AMOR y no puede remediar quererte".
Pide luego a María que haga crecer en ti la confianza en ese amor de Dios. Deja que esa seguridad esponje tu corazón de alegría y te ayude a intentar, aunque sea difícil, que te "vayan cayendo en gracia" esas personas con las que te cuesta tratar.
(De El promotor de la devoción a la Sagrada Familia)
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JOLABE