CRÓNICA DE LA indulgencia
plenaria ante EL coronavirus
El Papa Francisco presidió este viernes 27 de
marzo un momento extraordinario de oración por la pandemia del coronavirus en
el que impartió la bendición Urbi et Orbi, a Roma y el mundo, con la
posibilidad de los fieles de obtener indulgencia plenaria.
El Santo
Padre presidió la oración desde el atrio de la Basílica de San Pedro, en medio
de la lluvia y ante una plaza vacía, debido a las medidas de seguridad que las
autoridades italianas han dispuesto para superar la emergencia sanitaria. La oración
comenzó con la lectura del pasaje del Evangelio de Marcos (4,35-41), en el que
Jesús calma la tormenta en el mar de Galilea, luego de ser despertado por los
apóstoles que lo acompañaban en la barca.
“Dios
omnipotente y misericordioso, mira nuestra dolorosa condición: conforta a tus
hijos y abre nuestros corazones a la esperanza, para que sintamos en medio de
nosotros tu presencia de Padre”, dijo el Santo Padre antes de la lectura del
Evangelio.
En el evento
estuvieron el icono mariano de la Salus
Populi Romani (Salud del pueblo romano) ante el que rezó hace
unos días en la Basílica Santa María la Mayor, y el Cristo milagroso de San
Marcelo, ante el que también rezó pidiendo el fin de la pandemia.
En su
meditación, el Papa señaló que en estos días y ante la epidemia del
coronavirus, “densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades;
se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que
ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el
aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”.
“Nos
encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio,
nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que
estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo
tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos
necesitados de confortarnos mutuamente”.
“Al igual
que los discípulos, experimentaremos que, con Él a bordo, no se naufraga.
Porque esta es la fuerza de Dios: convertir en algo bueno todo lo que nos
sucede, incluso lo malo. Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con
Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra
tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz
de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece
naufragar”, dijo el Santo Padre.
“El Señor se
despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual. Tenemos un ancla: en su
Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados.
Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie
ni nada nos separe de su amor redentor”.
Francisco
resaltó luego que “en medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de
los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas,
escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro
lado”.
El Papa
Francisco alentó también a abrazar la cruz de Cristo, ya que en ella “hemos
sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca
y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a
cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe,
que libera del miedo y da esperanza”.
“Queridos
hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta
tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la
Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata
que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo
consolador, la bendición de Dios”, subrayó.
Después de
su reflexión el Santo Padre se dirigió hacia la entrada de la Basílica de San
Pedro donde realizó la adoración al Santísimo Sacramento en silencio durante
varios minutos, acompañado de algunos funcionarios del Vaticano, y presidió
luego algunas oraciones como la súplica en letanías.
Luego se
entonó el canto del Tantum ergo, mientras el Pontífice inciensó el Santísimo
Sacramento e hizo una breve oración.
Después el
Cardenal Angelo Comastri, Arcipreste de la Basílica de San Pedro, anunció la
bendición Urbi et Orbi con la indulgencia plenaria.
“El Santo
Padre Francisco, a todos aquellos que reciben la bendición eucarística, también
por medio de la radio, la televisión y de otras tecnologías de comunicación,
concede la indulgencia plenaria en la forma establecida por la Iglesia”, dijo
el Purpurado italiano.
El Papa
bendijo luego a Roma y a todo el mundo con el Santísimo Sacramento desde la
puerta de la Basílica. Mientras duró la bendición, las campanas sonaron y la
policía activó sus sirenas.
Tras la
bendición se procedió a las aclamaciones al Señor, la Virgen María y San José y
se procedió a la reserva del Santísimo en la Basílica.
(Crónica transcrita de Aciprensa, con nuestro
agradecimiento)
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JOSÉ LAGARES