El catequista es una persona de fe que se deja evangelizar y evangeliza con su testimonio de vida.
MINISTERIO ECLESIAL
El
núcleo central de la verdadera identidad del catequista reside en la
toma de conciencia de que es Iglesia y que actúa en su nombre.
El catequista es un enviado. Su misión posee un doble sentido:
• Es enviado por Dios, constituido ministro de la Palabra por el poder del Espíritu Santo y,
•
Es enviado por la comunidad, pues es en su nombre que él habla. Los
catequistas sabemos que enseñamos una doctrina que no es nuestra: “Mi
doctrina no es mía, sino del que me ha enviado” (Juan 7,16). El
catequista actúa en nombre de la Iglesia y comunica la fe que la Iglesia
cree, celebra y vive. El catequista es un portavoz de la Iglesia,
porque el evangelio que anuncia es el evangelio que la Iglesia le
confía. Por eso la catequesis es una acción eminentemente eclesial, no
de individuos aislados.
La
realidad de actuar en nombre de la Iglesia le plantea al catequista la
exigencia de una auténtica vida de comunidad, de estar profundamente
“insertado”en la comunidad, de participar activa y plenamente en la vida
de la comunidad. Sólo quien conoce bien la fe de la Iglesia, la ha
experimentado, la vive y celebra en la comunidad, podrá después
anunciarla con fuerza y convencimiento. Y sólo así el trabajo del
catequista podrá producir frutos abundantes. El catequista es el
verdadero animador de la comunidad, a la que reúne para la oración,
atiende con su caridad, evangeliza y catequiza con su palabra.
En este sentido, mostramos algunos criterios de comunión y participación en la catequesis:
•
La obra de evangelización que realizamos en la catequesis exige
comunión de todos, ya que una de las metas de la catequesis es,
precisamente, la construcción de la comunidad.
•
Es necesario un redescubrimiento de la dimensión comunitaria, para que
sea la misma comunidad eclesial la que se responsabilice de la
catequesis en todos los ambientes: la familia, la parroquia, las
comunidades eclesiales de base, la comunidad escolar, los grupos
juveniles...
La
identidad del catequista supera en exigencias, por su naturaleza, a la
identidad del cristiano como tal. Está íntimamente relacionada con el
testimonio, con el envío oficial de parte de la Iglesia, con las
relaciones “catequista-asesor” y “catequista-destinatario”.
El
catequista, además de los derechos y deberes propios de todo cristiano,
recibe y ejerce una misión que no le es propia, sino de la Iglesia que
le da su mandato y lo envía a trabajar en su nombre. El catequista brota
de la comunidad eclesial y trabaja a su servicio, razón por la cual
nadie puede tomarse esta misión si no es debidamente autorizado y
enviado por la Iglesia. Por eso se habla del ministerio del catequista.
Los ministerios podemos dividirlos en tres órdenes:
-Unos son en orden a la liturgia, los sacramentos, el culto.
-Otros en orden a las obras de caridad, hospitalidad, es decir, atención a los necesitados.
-Otros, en orden a la palabra, enseñanza, catequización, predicación, etc.
En
el orden de la Palabra,uno de los más importantes es el del catequista.
Hace unos años el catequista se dedicaba casi exclusivamente a los
niños; por la realidad de nuestras comunidades hoy también son
catequizados o instruidos en la fe los adultos. Esto exige una mejor
preparación.
RASGOS DEL CATEQUISTA
De cara a las exigencias propias del catequista, podemos distinguir algunos rasgos que lo identifican:
• Vive los valores cristianos.
• Complementa y comparte su experiencia humana y su experiencia de fe, con las de los catequizandos.
• Es sensible al diálogo.
• Tiene un profundo sentido de Iglesia.
• Su serenidad de espíritu y su seguridad doctrinal también tienen estrecha relación con el mensaje que comunica.
Por la dignidad de este ministerio se le exigen cualidades muy elevadas en todos los niveles. Algunas de estas cualidades son:
Como
persona: inteligencia, sensibilidad, disponibilidad, adaptación,
cordialidad, sencillez, justicia, firmeza, espontaneidad, apertura, etc.
Como creyente: amor a las personas -imágenes de Dios-, amor al mensaje, confianza, docilidad, celo, fidelidad, fe profunda.
Todo
esto no uiere decir que los catequistas seamos ángeles caídos del
cielo. Experimentamos la debilidad y los límites de todos. Nos sentimos
necesitados de la misericordia de Dios. Continuamente debemos purificar
nuestras motivaciones. En fin, también nosotros, vamos haciendo camino,
necesitamos ser evangelizados, vivimos en proceso de conversión.
Para reflexionar en el grupo de catequistas:
¿Te sientes enviado de la comunidad parroquial?
¿Sientes el apoyo de la Iglesia?
¿Qué esperas de la comunidad? ¿Qué le ofreces?
Frente a las exigencias del catequista de hoy, ¿Qué haces para formarte adecuadamente?
JOLABE
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