El Credo es un símbolo de la fe en el cual se articula toda la creencia de la
Iglesia. Los dos símbolos mas importantes son: el Símbolo de los Apóstoles, que
es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma y el Símbolo
niceno-constantinopolitano, fruto de los dos primeros Concilios Ecuménicos de
Nicea (325) y de Constantinopla (381), y que sigue siendo aún hoy el símbolo
común a todas las grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
Cuando proclamamos nuestra fe, lo hacemos con
el Credo y su contenido debe no solo recitarse, sino llevar con cada palabra el
verdadero sentimiento de nuestro corazón.
Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la tierra,
Creo que existe y reconozco un Dios que nos ha
creado a nosotros y a todo el universo, Reconocemos que El es lleno de poder,
Sabiduría y Amor; El es el autor de todo lo que existe.
Jesús lo confirma en el NT: “es el único
Señor” (Mc. 12, 29).
Por lo anterior, al profesar a Dios único,
todopoderoso y creador de todo, mis acciones, palabras, hechos y en general mi
ser, debe cerrar la posibilidad a que cualquier cosa o persona que no sea Dios
mismo, desvíe mi atención de El.
y en Jesucristo su Único Hijo, Nuestro Señor,
Cuando se menciona el nombre de Jesús en esta
frase y al ser el verbo de la misma, expresamos que Jesús es el Cristo, el Hijo
del Dios vivo; Mesías, ungido; único Hijo engendrado de Dios, que eternamente
está unido a El; es la Palabra de Dios, hombre verdadero y Dios verdadero. Al
llamarlo nuestro “SEÑOR” reconocemos que El ha recibido poder sobre toda la
creación.
Jesús, ha sido enviado al mundo “para dar
testimonio de la Verdad” (Jn. 18, 37), que es re-afirmar al mundo lo que Dios es
y quiere. Al ser hijo de Dios, hace parte de su esencia divina y verdad eterna.
De esta manera lo reconocemos.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo; nació de Santa María
Virgen,

Jesús encarnado, está compuesto de alma
racional y de cuerpo; consubstancial con el Padre según la divinidad, y
consubstancial con nosotros según la humanidad; “en todo semejante a nosotros,
menos en el pecado” (Hb. 4, 15); nacido del Padre antes de todos los siglos
según la divinidad y, por nosotros y nuestra salvación, nacido en estos últimos
tiempos de la Virgen María, la Madre de Dios, según la humanidad».
En cuanto a María, al mencionarla en nuestra
profesión de fe, reconocemos que por la gracia de Dios, permaneció sin pecado
personal durante su existencia. Ella es la «llena de gracia» (Lc. 1, 28).
También reconocemos en María la obediencia libre que tiene a Dios, pues cuando
el ángel le anuncia que va a dar a luz «al Hijo del Altísimo» (Lc. 1, 32), ella
da libremente su consentimiento «por obediencia de la fe» (Rm. 1, 5).
En este sentido, vemos la pureza total de
Jesús, al creer en un Dios encarnado (Divinidad de su esencia), en una mujer
limpia de pecado y obediente al Padre (carne limpia).
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,

Jesús que como hombre (carne) y como Dios con amor, padece por el mundo, proclamado en esta parte del Credo, debe ser nuestro único camino de salvación, ejemplo de vida para amar a Dios padre y motivo para morir en esta vida y nacer a la verdadera vida eterna.
Por lo anterior, proclamar nuestra fe en la
muerte y resurrección de Jesús, es declarar al mundo nuestra disposición de
cargar con el la cruz, morir al pecado y nacer a la presencia de Dios.
descendió a los infiernos,
Jesús no termina su misión muriendo y
resucitando, entre estos dos momentos creemos que fue al lugar donde todos
aquellos que no habían recibido su redención, se encontraban esperando su
liberación. Con esto, nos comprometemos a mantener las puertas del infierno
cerradas, a no tocarlas ni abrirlas, pues nuestras puertas meta deben ser las
del Cielo.
al tercer día resucitó de entre los muertos;

La Resurrección es la culminación de la Encarnación. Se constituye en prueba de la divinidad de Jesús, confirma todo lo que hizo y enseñó y realiza todas las promesas divinas en nuestro favor. Es el principio de nuestra resurrección.
subió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso;
Decimos en esta parte que somos creyentes de
la fidelidad de Jesús, Quien esta sentado a la derecha de Dios como Rey de
Reyes y Señor de Señores, allá El prepara un lugar para nuestras almas y envía
el Espíritu Santo para darnos Esperanza y Confianza en El.
desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
Jesús nos prometió un regreso, su segunda
venida, por ello expresamos aquí nuestra convicción sobre ese regreso en
Gloria. Sabemos que después de muertos a esta vida seremos juzgados y también
creo en el Juicio Final para todo el mundo.
Con esta proclama, reconocemos la tercera
persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo quien nos ha hecho templos
de su Gloria. El Espíritu Santo es Dios nuestro abogado, maestro y consolador.
El es el Espíritu de Amor y de Paz del Padre y del Hijo. El Espíritu Santo “ha
sido enviado a nuestros corazones” (Ga. 4, 6), a fin de que recibamos la nueva
vida de hijos de Dios.
Con esta parte, junto con las dos primeras,
reconocemos a Dios trino y uno.
en la Santa Iglesia Católica,
en la Santa Iglesia Católica,

Reconocer a la Iglesia en toda su dimensión
nos compromete a trabajar en ella, pues somos parte integral de la misma bajo
una sola cabeza, Cristo.
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, El es
cabeza y nosotros somos los miembros. Por Gracia de Dios permanecemos en su
Espíritu y entramos en comunión con las almas de aquellos quienes ya han ido
ante El. Los que ya han partido, siendo en su vida terrenal Iglesia, son ahora
Iglesia del cielo.
Así confirmamos nuevamente que lo que somos
como hombres terrenos, seremos cuando por la muerte, debamos integrarnos a la
iglesia celeste que alaba a Dios en el cielo.
en el perdón de los pecados,

Afirmamos en este frase que reconocemos el poder de perdonar los pecados dado por Cristo a los Apóstoles y continuado por sucesión apostólica a todos los Sacerdotes Católicos y Ortodoxos, en el Sacramento de la Penitencia donde nosotros somos reconciliados con Dios.
Esta última frase, sella nuestra firme
creencia en las palabras de Jesús: "Yo te levantaré en el ultimo
día.". Al terminar con el AMEN, puntualizamos que lo dicho así es y así
será.
REFLEXIÓN FINAL
Comprender que el Credo no es solo un juego de
palabras, sino una síntesis de todo lo que nuestra vida siente y alberga al
creer en Dios, su obra y su amor, debe ir mas allá de la proclama. Cada palabra
dicha debe meditarse a profundidad y con todo lo que ella contiene. Actuar como
lo que decimos es vivir como Dios quiere.
---oOo---