viernes, 22 de marzo de 2013

1. ESCENAS DE LA PASIÓN

1. LA ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN

Señor:
Eres vitoreado y aclamado como Rey. ¡Hosanna el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Entras en la ciudad de Jerusalén en medio de las alabanzas y de la popularidad de la gente. Tu entrada a Jerusalén no fue por casualidad ni por capricho tuyo. Sino que lo hiciste para cumplir la voluntad perfecta de Dios Entraste en Jerusalén montado sobre un asno. Para cumplir con la Palabra de los Profetas te humillaste a sí mismo entrando sobre un borrico. De la manera más humilde. Pudiste haber entrado en la ciudad acompañado de una hueste de ángeles y con gran sonido de trompetas, pero entraste humilde, y cabalgando sobre un asno.

- “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, nos dijiste. Sin embargo una gran multitud te aclama: ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Tu viniste para dar vida y libertad a toda la humanidad. Tú viniste para vivificar nuestra alma marchita mediante tu preciosa sangre derramada sobre la cruz, y para que pudiéramos recibir de ti la bendición de una vida abundante.

Tu pueblo elegido, los israelitas sufrieron una gran decepción cuando se dieron cuenta de que tu no eras el libertador del Imperio Romano. Sin embargo, Tú no cambiaste tu propósito. Tú estabas destinado a llevar la cruz en conformidad con el plan de tu Padre, para que el precio del pecado pudiera ser pagado. Por esto, muy pronto las alabanzas de “hosanna” en los labios de los judíos desaparecieron, y comenzaron a gritar: “¡Sea crucificado, sea crucificado!”

Señor Jesús: Tú eres el Rey de Reyes, y Señor de los Señores. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! ¿Qué clase de rey eres Jesús? Tú no utilizaste un caballo, sino un asno. Un caballo es símbolo de poder y de guerra, mientras que un borrico es símbolo de paz. Tú viniste al mundo como príncipe de paz para darnos la paz, esa paz ausente de nuestros corazones. Cuando naciste, los coros angelicales ya proclamaron que Tú eras el Príncipe de la Paz: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres! Entraste en la ciudad de Jerusalén como rey; una prueba clara de que tu viniste como rey está en el hecho de que la gente te tendió sus mantos en el camino.

Señor Jesús: Tú eres rey pero tu reino no es de este mundo; es un reino celestial. Es el reino de Dios, que será regido desde la Cruz. Gracias a Ti, llegamos a ser ciudadanos del reino de Dios, y te has convertido en nuestro Rey y Señor.
Amén.

(De Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista)
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JOLABE