Señor:
Eres vitoreado y aclamado como Rey. ¡Hosanna el Hijo de
David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! Entras en la ciudad de
Jerusalén en medio de las alabanzas y de la popularidad de la gente. Tu entrada
a Jerusalén no fue por casualidad ni por capricho tuyo. Sino que lo hiciste para
cumplir la voluntad perfecta de Dios Entraste en Jerusalén montado sobre un
asno. Para cumplir con la Palabra de los Profetas te humillaste a sí mismo
entrando sobre un borrico. De la manera más humilde. Pudiste haber entrado en
la ciudad acompañado de una hueste de ángeles y con gran sonido de trompetas, pero
entraste humilde, y cabalgando sobre un asno.
- “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”, nos
dijiste. Sin embargo una gran multitud te aclama: ¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito
el que viene en nombre del Señor! Tu viniste para dar vida y libertad a toda la
humanidad. Tú viniste para vivificar nuestra alma marchita mediante tu preciosa
sangre derramada sobre la cruz, y para que pudiéramos recibir de ti la
bendición de una vida abundante.
Tu pueblo elegido, los israelitas sufrieron una gran
decepción cuando se dieron cuenta de que tu no eras el libertador del Imperio
Romano. Sin embargo, Tú no cambiaste tu propósito. Tú estabas destinado a
llevar la cruz en conformidad con el plan de tu Padre, para que el precio del
pecado pudiera ser pagado. Por esto, muy pronto las alabanzas de “hosanna” en
los labios de los judíos desaparecieron, y comenzaron a gritar: “¡Sea crucificado,
sea crucificado!”
Señor Jesús: Tú eres el Rey de Reyes, y Señor de los
Señores. ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! ¿Qué
clase de rey eres Jesús? Tú no utilizaste un caballo, sino un asno. Un caballo
es símbolo de poder y de guerra, mientras que un borrico es símbolo de paz. Tú
viniste al mundo como príncipe de paz para darnos la paz, esa paz ausente de
nuestros corazones. Cuando naciste, los coros angelicales ya proclamaron que Tú
eras el Príncipe de la Paz: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres! Entraste en la ciudad de Jerusalén como rey; una
prueba clara de que tu viniste como rey está en el hecho de que la gente te
tendió sus mantos en el camino.
Amén.
(De Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista)
(De Antonio DÍAZ TORTAJADA
Sacerdote-periodista)
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JOLABE