La
Asociación Parroquial de Ntra. Sra. de Fátima, con objeto de
consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María pidió que la imagen, que se
venera en Fátima en la capilla de las apariciones, se trasladara a Roma para
hacer dicha consagración en su presencia. Se ha realizado durante una Jornada
Mariana promovida por el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva
Evangelización.
El 9
de octubre nos preparamos para dicho acontecimiento con un acto penitencial
que fue presidido por nuestro Párroco D. Francisco, porque el alma tiene que estar limpia, purificada y en gracia de
Dios para recibirlo como El se merece. Al
dia siguiente íbamos dirección Roma llenos de alegría y con mucha ilusión, por
ver esa ciudad tan hermosa y llena de tantos monumentos cargados de historia.
Los dos primeros días los dedicamos a visitar algunos de estos monumentos
porque verlos todos era imposible.
El
día 11, que era viernes, visitamos el Museo Vaticano y la Capilla
Sixtina donde quedamos muy sorprendidos por tantas esculturas y pinturas de
Miguel Ángel, sobre todo esa espectacular pintura del juicio final, cargada de
innumerables detalles que plasmó en dicha obra. La basílica de San Pedro, la
tumba de Juan Pablo II, donde paramos para rezar, la Piedad de Miguel Ángel, la
tumba de San Pedro, y todo en su conjunto era grandioso. Después de tantas
maravillas fuimos a recoger las credenciales para poder asistir a todos los
eventos organizados para la consagración y que la habíamos solicitado con dos
meses de antelación.
Nos
dirigíamos hacia el Puente de Sant Ángelo y, en unos puestecillos donde se vendían
recuerdos, había una lámina del Santo
Padre Francisco con una sonrisa que nos llamó la atención a Juanita y a mi. Comentábamos su sonrisa y Juanita me decía:
- Se está riendo de nosotras. En ese momento recibo una llamada de teléfono del secretario del Papa, el padre Alejandro. Grande fue mi sorpresa al comprobar que preguntaba por mi nombre y si efectivamente era yo. Le dije que sí era yo y me dijo:
- El Santo Padre quiere una audiencia con usted el Domingo.
Yo me quedé muy sorprendida y no me lo creía. No podía reaccionar. Llamé a mi hermano y le dí el teléfono para que hablara él porque, en seguida, me puse a llorar abrazada a Juanita, repitiendo:
- ¡No puede ser; esto no me puede pasar a mi!; pero ¿yo quien soy?, si yo no soy nadie. Todos estábamos muy emocionados.
Cuando mi hermano terminó de hablar con el Padre Alejandro nos explicó todo. Por cierto, esa lámina del Papa mi hermano me la regaló para que nunca me olvidara de ese momento. Y así ocurrió UN GRANDIOSO REGALO DE DIOS: el Papa Francisco quería saludar a la presidenta de la Asociación de la Virgen de Fátima.
- Se está riendo de nosotras. En ese momento recibo una llamada de teléfono del secretario del Papa, el padre Alejandro. Grande fue mi sorpresa al comprobar que preguntaba por mi nombre y si efectivamente era yo. Le dije que sí era yo y me dijo:
- El Santo Padre quiere una audiencia con usted el Domingo.
Yo me quedé muy sorprendida y no me lo creía. No podía reaccionar. Llamé a mi hermano y le dí el teléfono para que hablara él porque, en seguida, me puse a llorar abrazada a Juanita, repitiendo:
- ¡No puede ser; esto no me puede pasar a mi!; pero ¿yo quien soy?, si yo no soy nadie. Todos estábamos muy emocionados.
Cuando mi hermano terminó de hablar con el Padre Alejandro nos explicó todo. Por cierto, esa lámina del Papa mi hermano me la regaló para que nunca me olvidara de ese momento. Y así ocurrió UN GRANDIOSO REGALO DE DIOS: el Papa Francisco quería saludar a la presidenta de la Asociación de la Virgen de Fátima.
Desde
entonces, la peregrinación la vivimos con un gozo y un espíritu rebosante de una
alegría sobrenatural. Una vez más, este
Papa tan humilde y sencillo, fijándose en esta asociación, que lo que pretende
es difundir la devoción a la Virgen de manera sencilla y humilde como El
es, y como es la Virgen. Dios se fija en gente pequeña y hace cosas grandes
para que se vea la obra de sus manos.
Al
día siguiente, sábado, llegaba la Virgen de Fátima por la tarde y aprovechamos la
mañana para visitar a las hermanas de la Cruz que tienen un humildísimo piso,
con su capillita donde estuvimos rezando
y cantando "el 13 de mayo", ese canto tan bonito, y más en boca de esas hermanas con
esas voces angelicales.
También ellas se alegraron mucho de la audiencia con el Papa y me dieron un recado para Su Santidad: un libro con la obra de Santa Ángela y una carta de presentación. Encantada de poder entregar al Santo Padre algo de ellas, porque mi vinculacíón hacia las hermanas viene arraigada desde que yo era pequeña, ya que asistía a las vivencias de fé los sábados por la tarde con mi hermana. Y también por mi padre, que muy a menudo por no tener el carnet del coche, cuando recogía tomates, calabacines, melones, etc., me decía:
- “Venga Mari. Vamos a llevarles esto a las monjas”. Estas cositas no se olvidan y ahora veo que también Santa Ángela y mi padre, que ya no está con nosotros, habrán tenido mucho que ver con todo lo que nos ha pasado.
También ellas se alegraron mucho de la audiencia con el Papa y me dieron un recado para Su Santidad: un libro con la obra de Santa Ángela y una carta de presentación. Encantada de poder entregar al Santo Padre algo de ellas, porque mi vinculacíón hacia las hermanas viene arraigada desde que yo era pequeña, ya que asistía a las vivencias de fé los sábados por la tarde con mi hermana. Y también por mi padre, que muy a menudo por no tener el carnet del coche, cuando recogía tomates, calabacines, melones, etc., me decía:
- “Venga Mari. Vamos a llevarles esto a las monjas”. Estas cositas no se olvidan y ahora veo que también Santa Ángela y mi padre, que ya no está con nosotros, habrán tenido mucho que ver con todo lo que nos ha pasado.
Salimos hacia la plaza San Pedro todo el grupo
con gran fraternidad y satisfacción, para esperar la llegada de la Virgen.
Fue algo impresionante, ver esa imagen tan pequeña portadas sus andas por
religiosos que se iban alternando, entre tanta gente, en aquella plaza tan
inmensa, y que todas las miradas de miles y miles de personas estaban
puestas en esta Virgen, con su gesto de
dulzura y su rostro de bondad que nos iba a consagrar a su Inmaculado Corazón.
- Que pequeñita eres pero qué grandeza y qué paz produces en los corazones de quienes te siguen.
- Que pequeñita eres pero qué grandeza y qué paz produces en los corazones de quienes te siguen.
Ya
en el altar la esperaba el Santo Padre, que una vez postrado, le regaló un
Rosario. Seguidamente la celebración de
las siete estaciones del Via Matris.
En
la mañana del domingo madrugamos para asistir a la misa de la Consagración del
mundo al Inmaculado Corazón de María. Cuando me presenté como la representante
de la asociación, sentí un gran orgullo por pertenecer a esta asociación y que, sin querer, empujada por la presidenta anterior,Teresa Morgado, me tocara a mi
este privilegio de poder estar en ese altar, ese día, que tantas y tantas veces
había leído en las apariciones que el mundo se consagraría a su Inmaculado
Corazón.
Sentada ya en mi sitio hizo entrada la Virgen y ya postrada en el altar empezó el Santo Rosario. Me arrodillé para rezar el Santo Rosario y no puedo explicar este sentimiento que me invadió.
- ¡Como yo podía estar allí Madre Mía en ese altar de la Plaza San Pedro!, delante de tu imagen que viene desde Fàtima y yo, que no soy nada, rezándote.
Le prometí a la Virgen, a ella, que me estaba regalando ese momento de oración en ese lugar tan privilegiado, que yo le rezaría el Rosario diario sin perder ningún día, porque hay veces que me cuesta y no se lo rezo.
La celebración de la Eucaristía fue preciosa y con la presencia del Papa Francisco tan cerca, una experiencia inolvidable. Pero todavía quedaba el besamanos del Santo Padre. Llena del Amor de Dios, tras haber comulgado, me disponía al besamanos, en la fila. Era la segunda. Delante de mí un matrimonio de Estados Unidos, que le hicieron una reverencia y, a continuación, cuando me faltaba dar los cuatro pasos para estar delante del Santo Padre - con los nervios que tenia en la misa -, cuando llegó este momento no me palpitaba el corazón tan acelerado, ni tenía los nervios como en la misa. Estaba con una serenidad que ni yo me explico. Transmite mucha paz, me incliné y le besé el anillo y enseguida me cogió con la otra mano y me levantó - precioso gesto de humildad-.
Le dije que en la asociación trabajábamos por la devoción a la Virgen. Le di una cajita verde con un rosario que yo llevaba de mi madre y mi pañuelo blanco de cuando voy a las peregrinaciones. Después le di el libro y la carta de las Hermanas de la Cruz. Le comenté que estuvimos con ellas y me dijeron que le diera en mano estas dos cosas. Y también me bendijo un rosario de madera que le compramos a nuestro Párroco. Le cogí la mano derecha con mis dos manos y me incliné para besarle el anillo de nuevo.
Sentada ya en mi sitio hizo entrada la Virgen y ya postrada en el altar empezó el Santo Rosario. Me arrodillé para rezar el Santo Rosario y no puedo explicar este sentimiento que me invadió.
- ¡Como yo podía estar allí Madre Mía en ese altar de la Plaza San Pedro!, delante de tu imagen que viene desde Fàtima y yo, que no soy nada, rezándote.
Le prometí a la Virgen, a ella, que me estaba regalando ese momento de oración en ese lugar tan privilegiado, que yo le rezaría el Rosario diario sin perder ningún día, porque hay veces que me cuesta y no se lo rezo.
La celebración de la Eucaristía fue preciosa y con la presencia del Papa Francisco tan cerca, una experiencia inolvidable. Pero todavía quedaba el besamanos del Santo Padre. Llena del Amor de Dios, tras haber comulgado, me disponía al besamanos, en la fila. Era la segunda. Delante de mí un matrimonio de Estados Unidos, que le hicieron una reverencia y, a continuación, cuando me faltaba dar los cuatro pasos para estar delante del Santo Padre - con los nervios que tenia en la misa -, cuando llegó este momento no me palpitaba el corazón tan acelerado, ni tenía los nervios como en la misa. Estaba con una serenidad que ni yo me explico. Transmite mucha paz, me incliné y le besé el anillo y enseguida me cogió con la otra mano y me levantó - precioso gesto de humildad-.
Le dije que en la asociación trabajábamos por la devoción a la Virgen. Le di una cajita verde con un rosario que yo llevaba de mi madre y mi pañuelo blanco de cuando voy a las peregrinaciones. Después le di el libro y la carta de las Hermanas de la Cruz. Le comenté que estuvimos con ellas y me dijeron que le diera en mano estas dos cosas. Y también me bendijo un rosario de madera que le compramos a nuestro Párroco. Le cogí la mano derecha con mis dos manos y me incliné para besarle el anillo de nuevo.
Seguidamente
a su lado había un sacerdote con una bandeja llena, de unos estuchitos de rosarios
y me entregó uno.
- Aquí está, Virgen Santísima. Te prometí que te rezaría el rosario todos los días y ahora me das el rosario, para que no se me olvide.
- Aquí está, Virgen Santísima. Te prometí que te rezaría el rosario todos los días y ahora me das el rosario, para que no se me olvide.
La
emoción me invadía y me eché las manos a la cabeza, buscando a mi gente que
estaba un poco mas atrás en el altar. Allí, ellos, tocando las palmas y haciendo
el gesto con el pulgar levantado, con unas caras de satisfacción igual que la
mía. Estuvo con nosotros en el altar el sacerdote palmerino Juan Pablo, y pudimos compartir con él estos momentos.
Al llegar
a ellos todo fue abrazos y besos, entre lágrimas de alegría y gozo. Mi marido
fue a mi encuentro y me cogió las manos. Él quería ser el primero en tocarlas. Todos tocando el rosario que había
bendecido el Papa y nunca antes me había sentido de esa manera. Creo que he
tocado el cielo, ya más no se puede sentir. El Papa, para los cristianos, es la
persona más importante en la tierra.
Hemos
vivido el reconocimiento a tantos años de novenas, al rezo de tantos rosarios
invocados a la sencilla imagen de Ntra. Sra. de FÁTIMA que veneramos en nuestra
parroquia, que desde el año 1948 viniera a nuestro pueblo, cuidada con tanto cariño y humildad por
Asunción y Lourdes Morgado.