sábado, 9 de noviembre de 2013

UN RESPLANDOR EN SAN PEDRO

Al lado del Castel Sant’Antelo unido inevitablemente a la leyenda de la ópera Tosca de Puccini y junto al Passetto di Borgo, por donde los Papas huían cuando los ejércitos asediaban al Sacro Imperio, se produjo la feliz noticia. Veníamos de la capilla Sextina de admirar los frescos de Miguel Ángel y de la Basílica de San Pedro de quedar aprehendidos por la dulzura tallada en mármol de la Piedad con su hijo en el regazo y, sin esperarlo, recibimos la llamada del cura Alejandro quién nos manifestaba la intención del Santo Padre de recibir en audiencia a María Natividad, la presidenta de la Asociación de Nuestra Señora de Fátima de La Palma del Condado, pueblo de la provincia de Huelva, que por encontrarnos en la Santa Urbe en los días en que la Virgen iba a estar allí, el Sumo Pontífice mantuvo el deseo de atendernos, considerando dicho encuentro como un regalo que el Señor nos ofrecía.
A partir de aquí todo cambió. Nos sentíamos tocados por un halo divino que nos llenaba a todos de una alegría inexplicable de manera constante. Al día siguiente por la mañana, antes de que la Virgen llegara a la plaza de San Pedro, fuimos al convento de la Hermanas de la Cruz de Roma. Cuando les comunicamos la noticia a las monjas, saltaron de satisfacción y nos dieron un libro de la vida de Santa Ángela y una carta de presentación de la Orden para que la representante se la diera al Papa en la audiencia del día siguiente. El sucesor de Pedro en la tierra iba a tener el testimonio de vida de nuestra Santa Ángela junto a la devoción que le profesamos a la Virgen de Fátima, no nos podía pasar nada más grande pero a la misma vez más sencillo y auténtico.


Llenos de emoción nos dirigimos en la tarde del sábado a la plaza de San Pedro para rezar
las siete estaciones del Vía Matris en donde contemplaríamos la llegada de la Virgen de la Capelina y veríamos al Santo Padre oficiando la Preghiera Mariana. En este Año de la Fe, Nuestra Señora de Fátima ha llegado hasta la primera iglesia de la Cristiandad y el Pontificado del Papa Francisco se ha consagrado a la Virgen de nuestros desvelos por expreso deseo además del Santo Padre, creemos que nada de esto es casualidad sino providencia.
La imagen sencilla y humilde de la Corredentora hizo su entrada de forma sobria en la plaza de San Pedro, escoltada por los guardias suizos y llevada por religiosos que se alternaban portando sus discretas andas. Hizo un breve recorrido por el entorno del Vaticano para que todos los fieles pudieran contemplar su gesto de dulzura y luego quedó postrada en el afable altar preparado al efecto para su entronización.
Sorprendente fue ver a la Virgen en medio de la Columnata de Bernini y del gigantesco obelisco central. Pisando los restos del antiguo circo de Nerón en donde se habían sacrificado a tantos cristianos. Delante de un dosel magistralmente ejecutado entre el Renacimiento y el Barroco en la que prevalece la huella artística de Miguel Ángel en forma de fachada y de cúpula. En el lugar donde se paladea de forma exquisita toda la historia de la cristiandad. Pero la sencillez de la efigie de Fátima se agrandaba aún más en medio de la grandilocuencia arquitectónica del entorno monumental, solo teníamos ojos para la Virgen que absorbía todos nuestros corazones en la Fe. Y aunque mirábamos la Columnata, y la cúpula, y la fachada de la Basílica, y el obelisco, solo veíamos a la Virgen. A la Señora de Fátima en su austera majestad y en su divino rostro de bondad y entrega a un mundo que la necesita más que nunca. Ante sus ojos quedaron derrotados Rafael y Miguel Ángel y Bernini, porque nada puede tener más fuerza emocional y potencia devocional que aquel resplandor de Pureza aparecido a los pastores en un agreste bosque de Cova de Iria.
Me acordé en ese instante de las hermanas Asunción y Lourdes Alonso-Morgado que tanto han hecho y hacen por la devoción de esta bonita Imagen en nuestro pueblo, y del testimonio del Patriarca de Venecia Albino Luciani quien viajó a Fátima en 1977 y visito en un convento de clausura de Coimbra a sor Lucía. La última niña con vida de los pastores le auguró que sería Papa y meses más tarde ocupaba ya el Solio Pontificio con el nombre de Juan Pablo I. El veía a la Virgen en su aparición a los niños en 1917 como una figura de luz clara, vestida de nieve. Aparecida de repente para decirle al mundo que cambiara, y que el amor era la base de la humanidad. Para Luciani el verdadero secreto de Fátima era la invitación de la Virgen a observar el mundo con los ojos de un niño.
El domingo por la mañana vivimos el acontecimiento de la misa celebrada por el Papa
en el atrio de la Basílica de san Pedro. Y posteriormente el recibimiento del Sumo Pontífice a la Asociación de fieles de Nuestra señora de Fátima de nuestro pueblo de La Palma representada por su presidenta María Natividad. Todos permanecimos emocionados y llenos de júbilo porque algo grande nos había ocurrido. Habíamos vivido el reconocimiento a tantos años de oración en silencio, al rezo de tantos Rosarios invocados a la sencilla imagen que preside un altar en el muro de los pies del lado del Evangelio de nuestra parroquia de San Juan Bautista, y el premio divino ofrecido a la constancia y a la humildad de una devoción que a todos nos invade el alma. Fue todo tan sencillo como tan cierto, cosa que hizo posible que se quedara en nuestros corazones para siempre aquel sublime resplandor en la plaza de San Pedro.

Manuel García Félix