"La Navidad es el encuentro con Jesús", como nos ha recordado recientemente nuestro querido Papa Francisco. Sí, encuentro con Jesús pobre, humilde y pequeño que, en el silencio de la noche nos dice: Estoy contigo, soy tu esperanza, soy tu alegría, soy tu Salvador.
Cuando acontece este encuentro surge la alegría. "Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría" (E. G. 1), una alegría que brota de un admirable intercambio: el Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre participe de la vida de Dios.
Dios ha compartido con nosotros su vida. Nuestro Señor Jesucristo siendo rico, por nosotros se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (Cf. 2 Cor 8, 9).
Reconociendo el esfuerzo que tantas personas e instituciones están realizando por una sociedad más solidaria, sin embargo nuestro mundo está marcado por una profunda crisis que padecemos; ésta tiene su raíz en la tentación de acumular por parte de los que están atrapados por la usura y por la idolatría del dinero.
Pero, ¿cómo salir de este círculo de la cultura de la desigualdad que produce tanto sufrimiento?, ¿cómo descubrir que hay "más alegría en dar que en recibir" (Hc 20, 35)?, ¿cómo fomentar la cultura del compartir?
Buscando respuesta a estos interrogantes, pienso en un personaje del Evangelio, Zaqueo, recaudador de impuestos, que había hecho una fortuna estafando a mucha gente. Este hombre, bajo de estatura, se encontró con Jesús, que quiso hospedarse en su casa. La presencia y el encuentro con Jesús le abrieron los ojos. Jesús alegró su casa y Zaqueo, iluminado por esta presencia, descubrió sus injusticias, devolvió lo que había robado y compartió con los pobres (Cf. Lc 19, 1-10).
Junto con el Papa Francisco me pregunto: ¿por qué no acudir a Dios para que inspire nuestros planes y proyectos? Estoy convencido – dice el Papa– de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudara a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social (Cf. E. G. 205)
Cuando descubrimos a Jesús como el gran regalo de Dios a la humanidad, aprendemos a cuidar, con ternura, a los más frágiles de la tierra.
Mis queridos hermanos y hermanas, ¡cómo me gustaría que todos descubrieran en esta Navidad a Jesucristo como la perla preciosa de su vida por la cual vale la pena dejarlo todo! ¡Cómo cambiaría nuestra sociedad si todos descubriéramos la alegría de compartir más y mejor! Trabajemos todos por esta cultura de la fraternidad.
Gracias por todos los gestos y actos de generosidad que hacéis en favor de los pobres, en ellos servimos a Cristo.
Que Dios bendiga a todas las familias. ¡Feliz, santa y solidaria Navidad a todos!
+ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva