1.
El sacramento de la Penitencia, o
Reconciliación, fue instituido por Nuestro Señor Jesucristo para borrar los
pecados cometidos después del Bautismo. Por esto es un Sacramento para nuestra
curación espiritual y, al mismo tiempo, es el sacramento de la conversión
porque por su medio volvemos al Padre.
2.
Después del Bautismo no es posible
borrar los pecados mortales cometidos y obtener el perdón de estos sin la
Confesión, aunque es posible anticipar el perdón con la contrición perfecta
acompañada del propósito de confesarse.
Ya explicaremos qué
es esto de la constricción perfecta e imperfecta.
También habíamos
expuesto dos de las escusas con las que se evita ir a la confesión pero que son
graves equivocaciones consecuencia de una mala formación doctrinal o de la
influencia fortísima del relativo y el protestantismo:
1º. ¿Quién es el cura para perdonar pecados?
2º. “yo me confieso con Dios directamente, ¿para qué
quiero un intermediario?
Aclarados estos
puntos anteriormente, nos adentramos en el resto de cuestiones que pueden
asaltarnos ante el sacramento de la confesión y que generan dudas en algunos
católicos.
3º. ¿Por qué le voy a decir mis pecados a un pecador como
yo? Porque ese pecador no es un hombre cualquiera,
Cristo lo ha llamado y le ha dado el poder para perdonar pecados por medio del
Sacramento del Orden. El problema no es la cantidad de pecados, es decir, si es
más, menos o igual de pecador que yo. No me confieso porque el sacerdote sea
santo e inmaculado, sino porque tiene el poder de perdonarme los pecados y esto
le bien de dios y no de su bondad. Ojo, que le poder de perdonare pecado no
depende de la santidad del sacerdote. Si esto fuera así sería terrible porque
uno no sabría a quién acudir para que lo absuelva de sus pecados. De hecho, el
que sea un hombre, pecador como otro cualquiera, nos facilita la confesión ya
que el sacerdote sabe por sí mismo lo que es la debilidad y nos puede entender
mejor.
4º. Me da vergüenza ir a confesar: bueno, esto es normal. Pero es un hecho conocido que cuanto más nos
cuesta decir algo mayor es la paz interior que obtendremos una vez liberado de
ese peso. También puede ser que quienes se confiesan poco sientan esta
vergüenza más veces que quienes acuden a la confesión con una regularidad
quincenal o mensual. Vamos, tampoco hay ningún pecado que pueda sorprender a
ningún sacerdote… no olvidemos lo que habíamos comentado antes: el diablo nos quita
le vergüenza para pecar y nos la devuelve multiplicada para que no nos
confesemos.
5º. ¿Para qué confesarme si mis pecados son
siempre los mismos? Esto no es un problema real y, además, es comprensible
que nuestros defectos sean siempre los mismos. Imagínense lo terrible que sería
que nuestros defectos cambiaran continuamente... Hay un ejemplo bien claro
sobre la necesidad de la confesión. Cuando la ropa está sucia no esperamos a
que tenga nuevas manchas para lavarla. La ropa sucia se lava, más o menos,
cuando está igual de sucia. Tampoco es verdad que siempre sean los mismos
pecados, son diferentes aunque sean de la misma especie. Es decir, cuando
insulto a alguien, cada insulto es distinto. Tampoco es lo mismo criticar a una
persona que criticar a diez, seguro que las críticas fueron distintas. Además,
los pecados ya confesados fueron perdonaos y ahora se necesita el perdón de los
pecados cometidos desde la última confesión.
6º. Pero es que confesarme no me sirve para
nada porque sigo cometiendo los mismos pecados. La confesión abre el
furúnculo de la culpa y permite que el veneno del pecado salga. La confesión es
sanadora, abre nuestros corazones para recibir la gracia de Dios. Por medio de
la confesión Cristo nos perdona y por medio de ellas destruye las barreras con
él, entre nosotros y otras personas. Hay ocasiones en que podemos haber
confesado nuestros pecados y todavía nos sentimos culpables. ¿Por qué? Es
posible que el diablo esté intentando en que pensemos que no podemos salvarnos
y quitarnos la certeza de haber sido perdonados por aquel que dio su vida por
muchos en la cruz. Pero también puede suceder
que el Espíritu Santo nos este i dicando que si mi pecado afectó a otra persona
tengo que ponerme en camino e ir a ella para pedirle perdón por el daño que le
hice. Recurramos de nuevo a la analogía de la ropa sucia: sabemos que la ropa
volverá a ensuciarse y por ello no dejamos de lavarla. Esto permite que la
mugre no se acumule, pues del mismo modo, aunque a veces no lo percibamos, cuando
entregamos todos nuestros pecados a Cristo para que nos limpie por medio del
Sacramento de la Reconciliación que él ha dado a su Iglesia, por la gracia, nos
va sanando y transformando.
7º. Sé que cuando salga de la iglesia volveré a pecar…esto es porque no
estoy verdaderamente arrepentido. Eso depende, pero lo que Cristo me pide
por medio de sus sacerdotes es que en ese momento esté arrepentido y que tenga
disposición para luchar por non volver a pecar. Esto no quiere decir que no
volveremos a pecar, peor lo que se me pide es que me decida con valentía a
luchar poniendo freno a aquellas situaciones previas que sé que me llevan al pecado,
o lo que es lo mismo, cuando veo que el patinete comienza a coger la cuesta
abajo y sé que no puede frenar, apartarme lo antes posible del borde que me
lleva a caer por la rampa. Pidamos a Dios que nos de su gracia y que la dejemos
trabajar… él todo lo puede.
8º. ¿Y si el sacerdote piensa mal de mí? El sacerdote está para
confesar, para perdonarnos. Si piensa mal, es un pecado suyo del que tiene que
confesarse. Lo normal es que valore nuestra fe, nuestra lucha, tu sinceridad,
tus ganas de ser mejor… la experiencia que cuentan los confesores es que el estar
horas en el confesionario sólo se hace por amor a las almas y por ellos emplean
el tiempo necesario para escucharte con atención. Tampoco es excusa decir que
tememos que el cura le cuente a alguien mis pecados. Esto está penado con la
excomunión para el sacerdote. Además, muchos han dado su vida por no querer
revelar los pecados de algún fiel.
9º. Me da pereza o no tengo tiempo. Esto puede ser verdad, pero es fácil de superar, sólo hace falta ser
valiente, confiar en la misericordia de Dios. Tampoco es creíble que en un mes
no tengas diez o quince minutos para dedicárselos a tu amistad con Dios y
confesarte. ¿Cuántas horas de televisión dedicas al día?
10º. No encuentro un cura para confesar. Aunque hay pocos sacerdotes, aún no están en extinción. Que no nos dé
corte ir a la sacristía a pedir al sacerdote que nos confiese si este no está
confesando aún o ya se quitó y aún hay tiempo suficiente para ello.
No hay excusa que
valga. Los que se acercan a la misericordia de Dios por el Sacramento de la
Penitencia, obtiene el perdón de los pecados, se reconcilia con Dios y con la
Iglesia a que manchamos con nuestro pecados.
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José
Antonio Calvo Millán
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