Estamos inmersos en Agosto y,
aparte de sentir el calor propio del verano, empezamos a sentir el calor de
nuestra Madre la Señora del Valle que, con sus sones de campanilleros, nos
recuerda la cita que tenemos con Ella todos los hijos de este su pueblo de La
Palma. Se acerca la hora de cumplir, un año más, con aquél voto solemne de nuestros
antepasados realizado en aquellos terribles años del cólera que azotaba nuestro
pueblo.
Hoy no voy a hablar de
nuestras tradiciones religiosas y de nuestra devoción hacia nuestra querida
Patrona. Hoy quiero referirme a un aspecto cristiano del que Nuestra Señora es
la mejor embajadora y el mejor ejemplo. Me refiero concretamente a su testimonio
de Fe que tanto nos importa a los cristianos.
La Virgen, Nuestra Señora, es ante todo un
prodigio del poder y del amor de Dios, que la escogió desde toda la eternidad.
La ensalzó sobre todas las criaturas, como correspondía a la Madre de Dios. Así
lo reconoce Ella en el canto del Magnificat: “El Todopoderoso ha hecho grandes cosas en mí porque se ha fijado en
la humildad de su esclava” (Lc. 1,48-49).
Pero hay una actitud en María,
que apunta el Evangelio, y que ha resaltado el Concilio Vaticano II. Me refiero
a la FE. Por la Fe se abrió al plan de Dios sobre su vida. Lo vemos en el
pasaje de la Anunciación del Ángel. María va a ser Madre de Dios por obra del
Espíritu Santo. Ella acepta con una Fe incondicional. Su prima Santa Isabel la
felicitará diciendo: “Dichosa tú porque
has creído” (Lc.1, 45).
La Virgen María vivió de Fe
toda su vida. Una Fe que es oscura. A veces no comprende el sentido de las
palabras. Pero “escucha”, “medita”, lo “guarda todo en su corazón”. En la vida
pública de María es la perfecta discípula de Jesús, que escucha y acoge sus
palabras, confirmando la Fe de los discípulos, como se ve en el milagro de las
bodas de Caná de Galilea.
El momento culminante de la Fe
de Nuestra Señora tuvo lugar en el momento de la muerte de Jesús en el
Calvario. Como Madre de Jesús “consintió” en la muerte de su Hijo, “sufrió
profundamente”, y “se asoció con entrañas de madre” a su sacrificio. Eso es lo
que dice el Concilio Vaticano II, poniendo a la Virgen María como modelo
nuestro:
“Así avanzó también la Santísima Virgen en la peregrinación de la Fe, y
mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz, junto a la cual, se
mantuvo erguida y sufriendo con su Unigénito y asociándose con entrañas de
madre a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima
que Ella misma había engendrado” (LG 58).
La FE es un don de Dios. Abre
el horizonte de nuestras vidas. Sabemos de dónde venimos y hacia dónde
caminamos. Clarifica los interrogantes más profundos del corazón humano. En
este sentido la Fe de María nos puede ayudar mucho en estos días de la Novena
que ahora comienza en nuestra Parroquia en su honor. María del Valle va a
iluminar nuestras vidas en esas noches oscuras de nuestro paso por este valle
de lágrimas. AMÉN.
¡ VIVA LA VIRGEN DEL VALLE !
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JOLABE