Desde el 29 de Noviembre al 8 de Diciembre, se viene celebrando en nuestra
Iglesia Parroquial de San Juan Bautista de La Palma del Condado, la Solemne
Novena en honor de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, en la que
participan, como cada año, todas y cada una de las Hermandades de penitencia y
de gloria de nuestra ciudad.
La
Inmaculada Concepción de María es el Dogma de Fe que declara que por una gracia
singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.
Sabemos que esta doctrina es de origen apostólico, aunque el Dogma fue
proclamado por el Papa Pío IX el 8 de Diciembre de 1854 en su Bula “Ineffabilis
Deus”…”declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la
beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa
original en el primer instante de su concepción por singular gracia y
privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús
Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y
constantemente creída por todos los fieles…”
La
Madre de Cristo debía ser perfectamente santa desde su concepción. Ella desde
el principio recibió la gracia y la fuerza para evitar el influjo del pecado y
responder con todo su ser a la voluntad de Dios. La concepción es el momento en
el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los
padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.
Cuando
hablamos del Dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción
de Jesús quien, claro está, también fue concebido si pecado. El Dogma declara
que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que
fue concebida en el vientre de su madre Santa Ana. Es decir María es la “llena
de gracia” desde su concepción.
La
Encíclica “Fulgens corona”, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para
conmemorar el centenario del Dogma, dice así… “Si en un momento determinado la
Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido
contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y
la serpiente no habría la enemistad eterna de la que se habla desde la
Tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción,
sino más bien cierta servidumbre”.
La
Biblia no menciona explícitamente el Dogma de la Inmaculada Concepción, como
tampoco menciona muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los
Apóstoles. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se
interpreta correctamente a la luz de la Tradición Apostólica. El primer pasaje
que contiene la promesa de la redención (Gen. 3, 15) menciona a la Madre del
Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre
la serpiente y la mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la
cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el
hombre había perdido por el pecado. Sólo el hecho de que María se mantuvo en
estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre ella y la
serpiente.
El
Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un
redentor. Junto a Él se manifestará: La preservación perfecta de todo pecado de
su Madre Virginal. En Lucas 1:28 el ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la
Santísima Virgen María: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Las
palabras en español “llena de gracia” no hace justicia al texto griego original
que es “kecharitomene” y significa una singular abundancia de gracia, un estado
sobrenatural del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no prueba la
Inmaculada Concepción de María, ciertamente lo sugiere.
El
Apocalipsis narra sobre “la mujer vestida de sol” (Ap. 12,1). Ella representa
la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en
virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en ella
mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como
signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.
El
franciscano Juan Duns Escoto, a principios del siglo XIV, inspirado en algunos
teólogos del siglo XII y por el mismo San Francisco, sostuvo que Cristo, el
mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más
excelso: “Cristo la redimió preservándola del pecado original. Se trata de una
redención aún más admirable: No por liberación del pecado, sino por preservación
del pecado”. “Razón: La maternidad divina. Dios quiso prepararse un lugar puro
donde su Hijo se encarnara”.
El
Dogma de la Inmaculada Concepción pone de relieve los efectos de la gracia
redentora de Cristo en la naturaleza humana. Todas las virtudes y las gracias de María Santísima las recibe de su Hijo. A
María, la primera redimida por Cristo, que tuvo el privilegio de no quedar
sometida ni siquiera por un instante al poder del mal y del pecado, miran los
cristianos como al modelo perfecto y a la imagen de la santidad que están
llamados a alcanzar, con la ayuda de la gracia del Señor, en su vida. Después
que el Papa Sixto IV aprobara, en 1477, la Misa de la Concepción, esa doctrina
fue cada vez más aceptada en las escuelas teológicas y en toda la Iglesia de
Occidente.
La
Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María tiene un par de mensajes
para nosotros:
1.-
Nos llama a la purificación. Ser
puros para que Jesús resida en nosotros.
2.-
Nos llama a la consagración al
Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto
de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo.
(Fuente
consultada: Espiritualidad católica. Siembra Amor).
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JOLABE