En la Carta “Encíclica Laudato si”, el Obispo
de Roma Francisco recuerda:
El domingo, la
participación en la Eucaristía tiene una importancia especial. Ese día, así
como el sábado judío, se ofrece como día de la sanación de las relaciones del
ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo [...]. Así, el
día de descanso, cuyo centro es la Eucaristía, derrama su luz sobre la semana
entera y nos motiva a incorporar el cuidado de la naturaleza y de tos pobres
(núm. 237).
Cuando hacemos lo que
Jesús nos dejó como modelo en la Última Cena, expresamos la realidad más profunda:
ser uno solo en Cristo. La Eucaristía es verdadero signo y realización
sacramental de la comunión eclesial.
La Eucaristía es el
sacramento de la unidad, de una unidad que viene dada por el mismo sacramento,
no automática ni externamente, sino por la fe y el compromiso de conversión de
querer ser una sola comunidad cristiana. Por eso la división y la dispersión
son contrarias a la Eucaristía, como recuerda san Pablo (1Cor 10,16-17).
J. Fontbona – Centro de
Pastoral Litúrgica
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JOSÉ LAGARES